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El aire se sentía tan pesado, ardiente, quemaba sus pulmones hasta el último aliento. Provocando que dejara de respirar, olvidándose de ello cuando escuchó como Baji empezaba a decir algo.

Te están rechazando.

Desechable.

Asqueroso.

Horrible.

Basura.

Solo eres un juguete.

Una de sus hábiles levantó en signo de pausa, llevando la otra a su pecho. Doloroso sentir provocado, apretando camisa con fuerza como si eso fuera a cesar la subida angustia. No quería ser negativo pero todos los poros de su piel acababan así aunque quisiera evitarlo.

Sus ocelos ámbar estaban cristalinos aguantando la mínima caída de gotas saladas por su piel, con todo su ser lo intentaba.

Duele.

Duele no ser lo suficiente.

Dolía como bala en su corazón.

Si se ponía así sin escuchar lo que le tenía que decir, ¿qué sería de Kazutora cuando el amargo sonido del rechazo fuera sonado por sus oídos?

Seguramente una apuñalada doliera menos.

Baji se quedó quieto sin saber como proceder, era difícil cuando él se comportaba de esa forma. Pero el temor se intensifica por segundos. La hábil al final tomó tirando de este, casi arrastrando al mayor hacía la moto.

Dándole un casco o más bien poniendo el mismo porque Kazutora no reaccionaba, colocándose Baji el suyo cuando acabó. Manos colocando en hombros del chico en trance.

— Escuchame joder, tenemos que hablar. Pero primero iremos a un sitio ¿bien?

Asiente sin ganas. Subiendo después que el pelinegro, agarrándose en cintura ajena con cuidado pero con fuerza para no caer obviamente. Sus manos temblaban.

— Tora, calma.

El rugido del motor dio paso al desplazamiento del vehículo, brisa que ocasionó reconfortable y tranquilizante, ayudó a disminuir la previa ansiedad ante el rechazo.

No sabía a donde iban pero quizás era mejor así. La noche era tranquila solo escuchando algunas cigarras cantar a su paso, no había apenas gente en la calle como si solo ellos dos estuvieran en el mundo. El cielo despejado le enseñaba la luna y algunas estrellas, bonito paisaje para apreciar. Pudo cerrar orbes al aspirar y testa en espalda ajena posar, el aroma foráneo era especial. No porque fuera algo malo, sino todo lo contrario, había conseguido que dejara de martirizarse con estúpidos pensamientos. Era algo simbólico, como si se tratara de la paz misma. Si. Le provocaba esa sensación. Dulce sensación.

¿Cuanto tiempo había pasado desde que llevaban en la motocicleta? Segundos, minutos, horas. . . no lo recordaba. No recordaba cuando fue la última vez que parecía que todo se había detenido.

Pronto toda esa apreciable ilusión fue acabada cuando había parado, bajando ambos pero antes de que dijera anda su hábil fue tomado de la mano comenzando a correr cuesta arriba.

Pies torpes tropezandose casi por culpa de la sorpresiva de ser arrastrado, pronto recomponiendose para así correr por si solo como cuando eran pequeños y hacían alguna gamberrada.

Su mirada se iluminó al llegar a la pequeña cima, acercándose ambos al borde de la misma. Tenía muchas preguntas en su cabeza pero ninguna profirió sonido, se quedó mirando lo que sus ocelos le dejaban ver. El ambiente era mágico.

Entre pequeñas malezas y árboles, rodeado de luciérnagas estaban. Intentando tomar alguna risueño con obvio fracaso.

— ¿Estas más calmado, Tora?

No quiso responder a eso, pero si lo estaba. Sin embargo ahora lo que tenía era curiosidad de porque había sido llevado a ese lugar. Estaba confundido más que angustiado ahora.

— ¿Por qué estamos aquí? Kei, yo. . . Lo de antes. . .

— ¿Crees que yo me besaría con alguien solo para usarlo? No seas cabrón. Nunca se me ocurriría hacer algo de esa calaña.

Puede que Baji fuera impulsivo, que muchos le tuvieran miedo a las consecuencias de pelearse con este. Pero el pelinegro nunca dañaría a nadie de esa forma, tiene un amable corazón.

No dijo nada solo esperó a que continuará.

Podía notar un sutil rubor en mejillas ajenas, preguntándose en que pensaba.

— Estaba esperando el mejor momento para decírtelo pero hoy todo se salió de control, joder.

Se revuelve el cabello, Kazutora observandole aumentando drásticamente el bombeo de su corazón. Mismos hábiles uso ahora para tomar mejillas ajenas, suavemente.

— Da igual que sea pasado, presente o futuro, el hoy o el ayer, el mañana tampoco cambiará nada. Yo te prometí que siempre estaríamos juntos.

Como buscando las palabras correctas, labio inferior se había mordido. Lenta pausa a sus palabras.

— Así como siendo amigos o algo más. Ni un huracán, tsuminami o volcán en erupción, ni la mayor catástrofe del planeta podrán con ello. Mi mundo solo se cae cuando veo el dolor en tu mirada, cuando te siento mal.

Sentía sus ojos arder, impredecibles lágrimas que antes no pudieron salir ahora lo hicieron solo al escucharle hablar. Frente unidas, cálido sentimiento desbordante.

— Puede que solo me haya dado cuenta hace poco de que tan importante eres para mi, lamento ser tan tonto a veces. Lento sería la palabra.

Risa pudo escuchar de labios ajenos, sonido que escucharía toda la vida. Ambos adolescentes lloraban y reían a la vez, escuchando palabras que animaban su pesar.

— Por ello Tora, con el corazón al descubierto. . . tsk, que difícil es decir esto. ¡Que me gustas joder! Me gustas mucho Hanemiya Kazutora.

El silencio se hizo posible solo dejando que sus corazones latieran como si fueran uno solo y único. Placentera emoción recorriendo a ambos chavales, a uno por haberlo dicho y a otro por haberlo escuchado. Suave roce entre ambas narices. Antes de que dejaran un beso, dos, tres, como si fueran los primeros, dulce y lento, el amor invadiendo el ambiente donde solo los pequeños animales de esa estancia serían testigos.

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora