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Involuntariamente su cuerpo empezó a temblar, casi como un pequeño cachorro recién nacido pasando frío o una cometa frente a una tempestad. Baji clavó sus ocelos por donde se había ido el otro pero rápidamente volvió hacía Kazutora, al ver en el estado en el que se encontraba. Sujetando sus hombros, quería hacerle reaccionar sacudiendos estos suavemente pero acabando por hacerlo menos delicado por culpa de la ansiedad que ahora le tenía corrompida el alma.

Baji sin querer había dejado que le hicieran daño de nuevo a Kazutora, no se lo podía perdonar.

"Se supone que yo te tenía que proteger. Yo lo tenía que hacer. "

Dejó de darse lastima a si mismo para acunar a su amigo sobre su pecho, dándole pequeñas caricias y apretando la cabeza ajena con su mano libre sobre su anatomía. La diestra paseándose por toda la longitud de la espalda foránea. Arrepentido en todo momento de haber dejado a Kazutora solo. Dándose cuenta tarde al escuchar quejido salir de la garganta impropia, de que este involuntariamente empezó a hacerse daño a si mismo mordiendo su labio inferior de tal forma que había comenzado a sangrar.

Apartó al chico para verle con terror, tomando ahora su rostro entre sus manos para poder hacer que le mirará. Pero la mirada de Hanemiya ahora estaba en el mismo instante que se lanzó por la azotea. Perdido como niño separado se su madre recién nacido, mirada tan pérdida como el ocaso al terminar el día.

Baji estaba a punto de arrancarse los pelos de la cabeza con tal frustración, porque no sabía que debía hacer para ayudar al contrario. Le dolía verle tan lastimado, tanto como si el dolor fuera el suyo propio.

— Tora, joder.

Murmura antes de unir sus labios con los ajenos, primero un suave roce. Lamiendo la sangre que tenía allí, notando el sabor de óxido en su sin hueso. Sus ocelos dirigidos a los foráneos en un intento de hacerle reaccionar. Aún no funcionaba. Fue que tomó de la nuca al chico, su corazón tanteaba el salirse de su pecho por su propia acción. Latidos tan fuertes como una tempestad en un día de Navidad.

Belfos que aún se encontraba en un pequeño roce con los de Hanemiya, fueron que empezaron a moverse primero lento y delicado, no quería hacerle daño por la herida que recientemente se había hecho. Pero si eso no funcionaba para que volviera en si, el danzar de sus labios aumentaría de velocidad. Dudaba un poco, nervioso como bailarina en su primera actuación. Pero casi una sonrisa le sacó cuando notó reaccionar ajeno.

Kazutora no sabía que había pasado en el tiempo que se había quedado en trance, ahora viéndose besado por su amigo de la infancia. ¿Por qué su corazón latía tan fuerte? La cercanía podría haber que Baji lo notará, de eso estaba seguro. Decidido fue que correspondió. Torpe como pájaro dando su primer vuelo, hábiles tímidamente rodeando cuello ajeno dejándolos medio caer cansado.
Quitando lo terrible que fue la sensación de ser besado por Hanma, como ratas corrompiendo su piel. Con Baji era una sensación como si fuera alzala vuelo al cielo, como estar en el paraíso. Casi olvidando lo que había ocurrido antes, disfrutando del beso y desgustando este como pastel recién sacado del horno.

Suave, dulce, cálido. Eran sensaciones que le daban a Kazutora, no podía evitar sentirse de esa forma. Baji ahora mismo se estaba volviendo un refugio, de sus más inestables emociones haciendo que las mejores salieran a la luz.

Cuando beso subió de tono, labios había entreabierto dejando entrar sin hueso foránea en su cavidad bucal. Danza volviéndose más agresiva y perdida de control, Kazutora había apretado manos sobre nuca ajena mientras que Baji tomaba de su cintura amablemente, temiendo hacerle daño. Ambos cuerpos apegados en una misma sinfonía, el calor invadiendo estos olvidando donde se encontraban. No fue hasta que Tora mordió sin querer al contrario que se separaron, ambos jadeantes sin dejar de rozar sus belfos. Apacible momento que pena que no fuera para siempre. Porque los dos chicos encontrados en aquel callejón le hubieran gustado que el tiempo se detuviese. Sin aún saber que era lo su corazón, aquel órgano que golpeaba con fuerza sus pechos, empezaban a sentir. Lo bonito que era descubrir el primer amor.

Frentes unió con la del chico de hebras negras y rubias, frotando su nariz cariñosamente con la de este. Las palabras sobraban ahora, alegre de hacerle hecho reaccionar y de aquel beso dar, tomó la mano ajena entrelazando manos, para así volver a la casa de Mikey, para seguramente por la mañana hacer que Kazutora fuera parte de su hogar. Para la madre de Baji, Kazutora siempre había sido su segundo hijo.

Sin embargo aquella noche había tenido cosas malas que ninguno de los dos iban a olvidar, Baji ya pensaba como podría vengarse.

"¿Acaso pensaba que lo iba a dejar así? Nadie haría llorar de nuevo a Kazutora."

Y ojalá pudiera cumplirlo. Solo deseaba hacer feliz a aquel chico de ojos ámbar, volver a ver su mirada brillar de felicidad.

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora