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Entre vítores, sonrisas y risas, por una vez Kazutora sentía que era feliz. Se sentía en casa. Sabía que había gente que aún no estaba de acuerdo con la decisión de los chicos, pero también sabían que Mikey tenía la última palabra. Pero a él ahora no le importaba ninguna de esas personas.

Baji le alzó en brazos desprevenido, dándole un par de vueltas sin soltarle para luego apegarlo a su anatomía. Provocando alguna que otro pequeño sonido de felicidad, risas nerviosas. El pelinegro había olvidado donde estaba, acercando peligrosamente testa a la del joven de hebras rubias y negras, queriendo besarle.

En ese momento olvidó las miradas curiosas de todos, miradas que decían: ¿cuando había ocurrido algo con ellos? Centrándose solo en la persona que tenía delante, pensó que por una vez valdría que pensara en si mismo. Quizás en sus pensamientos todavía sabía que no se merecía ningún de este trato, no valía y nunca sería lo suficiente para Baji.

Olvidó los susurros, los cuchicheos a sus espaldas. Las palabras que los nombraban. ¿Acaso ellos estaban saliendo? Porque sabía que nada de lo que dijeran le rompería las ganas de apartarse.

Ni siquiera sus propios pensamientos.

Olvidó el señalamiento que les hacían a ellos dos, estando en su mundo. Centrándose solo en el sonido de su corazón, que latía al unísono con el foráneo. Suave martilleo intranquilo que procesaba todos los sentimientos que aún no halla en respuesta.

Lo olvidó todo. Para centrarse en su sonrisa, en aquellos belfos que tantas veces había querido probar a lo largo de la noche. Sonrisas cómplices, llenas de amor. Fijándose en ocelos impropios donde le gustaba perderse una y otra vez, llenos de pasión en pleno desbordamiento.

Sobretodo le dio una amnesia parcial a lo que lo mantenía en sinfonía a su alrededor cuando esos labios que tanto quería tomar para si, probaron los suyos con un toque suave y delicado, como si temiera romperlo. Respondiendo de manera torpe, hasta que la cosa se intensificó. Ni siquiera el pelinegro se acordaba donde se encontraba cuando empujó a Kazutora hacía la pared del santuario, pegando espalda al mismo y empezando a introducir sin hueso en cavidad bucal, profundizando el ósculo. Provocando que sutil sonido expulsara su garganta. Hábiles rodeando cuello ajeno bajando un poco a su espalda apretando un poco. Sentía tan cerca cuerpo ajeno casi asfixiante, el calor invadiendo el ambiente. Cuando pierna foránea se encontraba entre media suya rozando cierta zona fue cuando escuchó que alguien tosia cerca suya, interrumpiendo lo que era una subida de tono descomunal en medio de tanta gente.

— Mikey siempre eres un rompe pelotas.

Comenta en desagrado el colmillos, él estando ahora apenado sin saber donde podía esconderse aún con la respiración agitada de tan beso tan apasionado.

Ignorando la conversación que tenían ellos dos mientras Baji le escondía con su anatomía de miradas curiosas, se pudo dar cuenta de algo.

Quizás lo sabía desde la primera vez que sus labios se rozaron, o quizás no había quería afirmarlo ni admitirlo antes por miedo, sabía que él no lo merecía ni lo más mínimo pero aún así.

Él no era bello, no tenía ninguna cualidad a destacar. Lo más que se podía sentir a cerca de si mismo era: asco.

Su corazón aún así se sentía esperanzador, sentía vibrar en alegría por los sentimientos que había podido descubrir. Ya sabía la razón por la que su estómago parecía lleno de mariposas cuando se encontraba cerca de Baji.

— Me gustas. . .

Pensamiento que pronunció en voz alta fue el detonante de detener la conversación que tenían sus amigos, el pelinegro observandole sorprendido al no pensar que diría eso de repente pero se sentía de lo más fascinado con esas palabras que no desaparecerían de su cabeza por un tiempo.

— Oh. . . ¿Lo dije en voz alta?

Kazutora sentía sus nervios de nuevo emerger, sentía ojos siguiéndolo por todas partes. Fue que la vergüenza se propaso de tal forma que quiso desaparecer antes de recibir una mala respuesta, un rechazo que no quería escuchar.

"Yo no le puedo gustar. "

Se deshizo del agarre para salir corriendo, alejándose del sitio. Sabía que pronto estaría alguien detrás suya para pararle lo que no pensó en que sería alguien que había escondido el que tomaría su brazo.

— Bonito espectáculo, Kazutora. Pero él te abandonara. Eres desechable.

Se paralizó y se quedó allí quiero hasta verlo desaparecer, escuchando su risa una y otra vez en su cabeza. En trance hasta que apareció de nuevo, Baji, tomándolo de los hombros.

— ¿Tora? ¿Estas bien?

— Si. . . Vámonos.

Tenía miedo de la respuesta que le daría, pero de momento olvidaría eso y lo último que había pasado, para empezar a caminar hasta donde había aparcado la moto. Y una vez, se pararon.

— Kazutora yo. . .

Entre sueños y alas rotas. BAJITORADonde viven las historias. Descúbrelo ahora