Capítulo 10

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CAPÍTULO 10

[Deseos encontrados]

LILITH

Está mañana había despertado con un dolor de cabeza horrible por la noche anterior, por un momento había pensado en arrancarme la cabeza porque el puto dolor era insoportable. Estaba horrible, me dolía el estómago, la cabeza y básicamente todo el cuerpo. No vuelvo a emborracharme en la vida nunca más

Me había dado como unos cinco baños con agua fría y eso no amortiguaba el dolor, así que me rendí y volví a dormirme estaba demasiado cansada, hasta de pronto pensaba que iba a morirme.

Pero hierva mala nunca muere.

También había ignorado en mensaje que me llegó, no iba a arriesgarme en ir sola a una cafetería en un pueblo que no conozco del todo con una persona desconocida, pues podría ser una trampa, aparte no estaba de humor para ver a nadie.

En fin, eso había pasado en la mañana ya estaba atardeciendo y mi estómago rugía de hambre así que me puse en marcha y salí de la habitación para llegar a la cocina donde olía a comida y mi estómago se emocionaba cada vez más con cada paso que daba.

Y como no emocionarse si la comida la estaba preparando Adriel, es él único que cocina aquí y lo agradezco es todo un chef, cocina exquisito. Podía admirar su espalda ancha mientras estaba de espaldas cocinando algo que olía de maravilla, era el único de los tres hombres que vivían aquí, bueno, ahora cuatro con Connor— temporalmente—, que estaba en la cocina.

Me acerque a él quedando a su lado.

—¿Qué cocinas? — pregunté viendo cómo sus dedos se movían con cada moviendo que daba con la cuchara.

—Comida— respondió y yo rodé los ojos por su respuesta tan Adriel.

—Pues gracias por decirme que es comida, no lo notaba—irónice.

—De nada— y su atención siguió en lo que cocinaba.

—¿Cómo aprendiste a cocinar?— volví a preguntar.

Se quedó en silencio un momento pensativo después habló:

—Clases.

—¿De cocina?

—Si.

—Fascinante.

Después de unos segundos de silencio pude escuchar como otros dos hombres entraban a la cocina.

Abel y Aamon, que iban vestidos como siempre lo hacían, uno luciendo elegante y atrevido a la vez y él otro casual y tierno con sus rizos rubios.

Se acomodaron en la mesa y yo hice lo mismo mientras Adriel servía la comida en platos de cristal y nos lo entregaba para poder saborear de la extraordinaria lasaña y de la pasta que había preparado.

Di el primero bocado de la lasaña y mi boca pidió más del exquisito manjar que había ingerido, ésto estaba realmente delicioso.

—¡Buenas tardes familia!— gritó Connor que se aproximaba a nosotros y se posicionó al frente mío.

Ahora todos estábamos en la mesa comiendo.

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