2 - Amor de hermanos

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Amor de hermanos

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Después de pagar los tés fuimos a la costurera para recoger el vestido y dirigirnos directas a casa a pie. Nuestra casa estaba en pleno centro de Londres por lo que no teníamos necesidad de pedir un carruaje, todo lo necesario estaba a nuestro alcance.

-Hemos llegado- comencé a hacer ruido una vez que entramos por la puerta de casa. Toqué el timbre varias veces para avisar a todo el mundo de nuestra llegada. Mi intención era que James se enterara de que mamá estaba en casa, en el caso de que alguna prostituta estuviera en su habitación. Mientras yo hacía mi parte del trato, él me compraba libros en la librería a la que yo tenía casi prohibido entrar, a pesar de que ya haya pasado la fecha marcada por el dueño, por lo que ya comenté.

- ¿Por qué tienes que hacer siempre eso? -se quejó mamá dejando su rebeca en el perchero. Me limité a hacer lo mismo con la percha del vestido en mi otra mano. Una criada nos recibió para que yo le cediera mi vestido y ella fuera a plancharlo para que no tuviera ninguna arruga cuando llegara la hora del baile.

-Madre- en poco tiempo, James apareció por las escaleras con la respiración agitada. No había que ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que acababa de vestirse, su camisa no estaba abotonada del todo y ni siquiera llevaba zapatos. Pero al parecer mi madre estaba ciega, porque no se percató del aspecto desaliñado de mi hermano, o tal vez no quería saber nada del tema- Me alegro de verte- dijo él intentando arreglarse el pelo.

Yo detrás de mamá puse una mueca, señalándole la camisa para que la terminara de abrochar. James bajó su mirada a su camisa hasta percatarse de que su pecho estaba casi descubierto y disimuladamente comenzó a abotonarse los botones restantes.

-Voy a leer- anuncié zafándome de la situación poniéndome al lado de James intentando ocultar una sonrisa burlona.

-Anna, tienes que darte un baño- dijo mi madre impidiéndome subir las escaleras. Sabía a la perfección que debería de asearme, pero hoy no había leído ni siquiera una página de un libro que llevaba por la mitad, moría de ganas por saber de las aventuras de Sherlock Holmes.

-Madre, no te he pedido permiso- le contesté con una espléndida sonrisa, intentando parecer inocente aunque mis palabras iban a hacer daño. James no pudo disimular su risa, aunque al notar la mirada amenazante de mamá, él aclaró su garganta y me miró, intentando aparentar que estaba juzgándome mal- Cinco minutos- insistí. Aproveché que mamá no me había contestado para escapar subiendo las escaleras y encerrarme en mi habitación.

Saqué el libro de debajo de la almohada, colocándolo en mis piernas y tumbandome en la cama para poder estar más cómoda. Observé la pila de libros clásicos que mamá había seleccionado para mí, libros increíblemente aburridos. Fingía estar leyendo aquellos libros usando una especie de marcapáginas hechos a mano, con varias flores que agarraba del jardín con permiso del jardinero.

Al abrir el libro crujieron varias páginas y el olor a libro inundó mis fosas nasales, me hizo automáticamente sonreír y comenzar a leer como una loca. La noción del tiempo pasaba demasiado rápido, porque después de haber leído un par de capítulos, mamá ya estaba exigiendo mi presencia.

-Megan está en casa- dijo ella con un tono emocionado tocando la puerta con sus nudillos. Rodé los ojos al notar la ilusión que tenía por una hija que no era yo, y como su estado de humor cambiaba por completo cuando ella llegaba. En parte, eso era algo bueno porque era muy difícil que mamá se enfadase cuando Megan estaba en casa.

Al asegurarme que mamá se había esfumado, escondí el libro y salí de la habitación para dirigirme a la de James. Antes de abrir la puerta, la toqué con mis nudillos, para no llevarme una escena traumática por cuarta vez consecutiva en el año. Por suerte, James estaba en su habitación y no tardó en abrirme la puerta lanzándose a abrazarme fuertemente.

-Menos mal que me has avisado- dijo mi hermano todavía asustado de lo ocurrido. Puse una cara disgustada cuando nos separamos al notar que la cama estaba deshecha y había ropa interior suya tirada por el suelo.

-Eres asqueroso- comenté mirándolo con asco haciendo que James riera, recogiendo automáticamente la ropa que miraba, sin preocupación de que yo notara que estaba manchada de su eyaculación.

- ¿Mamá está molestándote mucho? -me preguntó él yendo a estirar las sábanas de la cama. Dieciocho años de su vida y todavía no sabe vestir una cama, comprendía que teníamos criados que hacían aquella tarea por nosotros, pero no quería decir que teníamos que volvernos inútiles.

-Ni te lo imaginas, no me deja en paz- con James podía quejarme a gusto de mamá. Sin recibir ningún regaño por parte de mi hermano, él era el único con el que podía mantener una conversación tranquila sin necesidad de tener que mantener mi postura recta y mi cabello perfecto- Aunque espero que con la llegada de Megan me deje en paz- terminé diciendo sentándome en un sofá al lado de la cama. James me miró y puso una mueca cuando vio como me tumbaba allí- ¿Qué pasa? -le pregunté confundida.

-Es que...- sin saber cómo continuar, colocó nervioso sus manos dentro de sus bolsillos- yo que tú no me acomodaba demasiado allí- me levanté bruscamente del sillón, comprendiendo lo que pretendía decirme y mirándole con asco.

-Serás sucio- me quejé colocándome frente a James que me miraba con una gran sonrisa burlona- A ver si nos miramos en un espejo- le dije levantando mis cejas dirigiendo mis manos hacia sus pantalones. James se asustó al notar donde mis manos se dirigían. Le abroché el último botón del pantalón y dibujé una gran sonrisa burlona al notar a mi hermano tan desconcertado.

-A ver donde van esas manos- me regañó un poco colocándose bien el pantalón por la cintura. Mi sonrisa se agrandó al notarlo tan nervioso.

- ¿Qué pasa? ¿Eres tan adicto al sexo que no puedes aguantar ni siquiera a tu hermana? -me burlé de él al notar como tragaba en seco al notar nuestra cercanía- Está enfermo, señor Andrews- me alejé de mi hermano poniendo una voz más aguda, fingiendo ser una de las chicas con las que pasaba sus noches- Ah estaría bien si esta noche te pudieras aguantar- le comenté paseándome por su habitación- No queremos que avergüences a mamá- dije asomándome a la gigante ventana del dormitorio donde dejaba traspasar toda la luz posible.

-No te preocupes, para eso ya estás tú- James aprovechó mi comentario para contraatacar. Ladeé mi cabeza para fulminarlo en la distancia

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La chica enamorada de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora