10 - La advertencia

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La advertencia.

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Me retiré del sitio, para que Louis entendiera mi incomodidad. Automáticamente dejó de invadir mi aura personal mientras que nerviosamente aclaraba su garganta. Abracé el libro contra mi pecho, regalándole una incómoda sonrisa, él se rascó la nuca sin saber lo que decir para cortar el tenso silencio.

-Puedes venir todas las veces que quieras- balbuceó sacándose la llave del bolsillo de su pantalón- o puedes llevarte todos los libros que quieras, ya depende de tu decisión- continuó hablando impaciente al no recibir una respuesta inmediata.

-Gracias- contesté aceptando su regalo estirando mi brazo para agarrar la llave que me ofreció, tratando de evitar el contacto físico entre nosotros. En otras circunstancias no hubiera aceptado el regalo por más de una razón, pero cuando el presente se trataba de libros era incapaz de dar un no como respuesta, no disponía de demasiados libros, siempre leía los mismos, y tener tantos libros es como una garantía de que no me aburriría de por vida. Aunque, honestamente, cuando Isabella esté casada con Louis, mi presencia por el palacio sería mínima, intentaré llevarme a casa cuantos más libros mejor.

-Nadie te molestará aquí, excepto yo y tal vez Charlotte- dijo para calmar el ambiente soltando una risa ronca. Le dí una sonrisa sincera y emocionada, imaginando la cantidad de horas que me pasaría en este maravilloso lugar. Louis peinó su pelo hacia atrás, y yo, por supuesto, no supe mantener mi boca cerrada.

- ¿No has pensado darte un corte de pelo? -le pregunté interesada dejando el libro sobre la mesa para seguidamente acercarme dando pasos lentos hacia él. Pasé mi mano sobre su pelo, acto que sorprendentemente no le molestó- Pareces una chica- tiré de su pelo hacia atrás burlándome de él, Louis gruñó por mi acción- ¿Le molesté, majestad? -pregunté con ironía provocándole una carcajada.

-No seas ridícula- me dijo una vez que terminó de reír peinándose el pelo hacia atrás de nuevo.

- ¿No es así cómo quieres que te llamen? Así te llamará tu esposa, su majestad- hice una especie de ridícula reverencia para hacerle referencia.

-Mis padres no me permitirían cortarme el pelo- decidió cambiar de tema, por alguna razón que desconocía evitaba hablar sobre su prometida. Se miró por el reflejo del gigante ventanal, que mostraba el paisaje del jardín del castillo, a lo lejos incluso podían escucharse a los caballos relinchar mientras trotaban.

-Puedo hacerlo yo, llevo cortándole el pelo a mi hermano hace mucho tiempo- dije al notar su cara incrédula ante mi proposición- No voy a dejarte como un monstruo- insistí poniendo un puchero, tratando de ser tierna, era un gesto con el que siempre conseguía convencer a James.

-Solo lo haré con una condición- respondió cruzándose curiosamente de brazo.s Le miré con el ceño levemente fruncido, impaciente por que continuara hablando- Aceptaras ser la institutriz de Charlotte- sin pensarlo dos veces acepté, era algo que de todas maneras acabaría aceptando.

-Trato- le ofrecí mi mano para poder estrecharla con la suya en señal de tregua- ¿Dónde están las cuchillas y las tijeras? -le pregunté con emoción agarrándole del mentón para analizarle el corte de pelo típico de principito.

Louis me explicó que el palacio tenía una sala específicamente de peluquería, pero no podíamos arriesgarnos de entrar allí debido a que se trataba de las zonas de mayor seguridad de su hogar. Tuvimos que conformarnos con unas tijeras de cocina, de las cuales el príncipe no estuvo lo suficientemente conforme.

La chica enamorada de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora