¡Cómo volver a vestirme! | Cap. Inédito 38

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El silencio reinaba ante el asombro de las declaraciones dada por la rubia mujer. Su voz evidenciaba el dolor por el cual, la fría e implacable ex-duquesa, había vivido durante estos años.

Jamás se sentía tan vulnerable, tan desnuda ante nadie. Su error, amar a quien no debía y mentido por ello. No le era fácil decir con palabras lo que sentía su corazón, aprendió con su difunto marido a demostrarse como la duquesa ejemplar. Una mujer sin manchas y sin sentimientos.

Pero hoy esta a merced de aquellos que tanto amaba. Sus hijos no la aceptarían siendo quién era, una falaz mujer capaz de serle infiel a su esposo bajo su mismo techo. Una embustera, que no le permitió a John disfrutar de su hija, haciéndola pasar como fruto de un hombre seco, el cual nunca mostró el mínimo afecto por la niña.

Muchas veces llegó a pensar que en lo más profundo de su interior, Richard, sentía que ella no era suya, nunca demostró palabras de amor para Elbia o alguna frase paternal manifestando cariño, pero entonces recordó el dolor con el que la vio aquel fatídico día en que se enteró de la verdad sobre su relación con su amante.

Ella pudo contemplar el desconsuelo y la desilusión con que Richard la observaba mientras caía al suelo. Aquella mirada la llevaba incrustada en su alma y por más que quisiera no la dejaba ser feliz con John. Por mucho tiempo había dado mil y una excusas para concretar y hacer formal ante todos y hoy por fin entendía que jamás iba a lograrlo.

Era culpable del deceso de un hombre, que aunque despiadado y frío con ella, nunca había deseado su muerte.

No iba a negar que muchas veces, luego de ser tomada como un objeto para saciar sus más íntimos deseos, sin importar lo que ella sintiese o quisiera, rogó verlo muerto.

Pero sabía que sus palabras eran efecto del dolor, no reales, como la culpa que durante estos años ha llevado sobre sus hombros.

En el momento que el cuerpo inerte de su esposo se dejó en sus brazos, entendido que jamás podría aspirar a ser feliz. Estaba destinada a vivir una vida a media y a condenar al hombre que amaba a un amor a escondida.

La intensa mirada gris de su hija penetraba su alma haciéndola volver a la dura realidad vivía. Deseaba tanto desaparecer, esconder su vergüenza en lo más profundo de este mundo, donde la oscuridad ocultase todo esto que llevaba en su pecho por tanto tiempo.

–Dime algo por favor Elbia. —suplicó mientras se acercaba a ella, pero la joven dio un paso a tras para alejarse de su madre.

– Sé que no soy digna de pedirte nada y mucho menos querer obtener el perdón que no merezco. —dejó caer su cuerpo hasta quedar de rodillas frente a la joven que no podía coordinar las palabras para expresar los sentimientos que le llenaban.

–Me has mentido. —Gritó en un agudo susurro de dolor. — Toda la vida me pregunté ¿por qué mi padre no me amaba? ¿Por qué nunca me decía una frase de amor? – Sus lágrimas empezaban a brotar y la ira acompañada de tantos años de creerse indigna del cariño de Richard, comenzaron a invadir su corazón.

-Tú no sabes lo que es desear que el hombre que es tu padre por lo menos te mire. — Soltó las manos de Albert y caminó hasta estar frente a la mujer que en estos momentos destruía su vida. Eleonor tenía su vista al suelo buscando algo de fuerza para soportar lo que venía.

–Yo oraba todas las noches porque él, Richard, me quisiera. Que me tratara de la forma en que John lo hacía. — continuó acercándose aún más a su madre.— Solo pensaste en ti. Mírame. —le exigió y ella levantó sus ojos a Elbia.— Porque tú eres la culpable que el único ser que me demostraba cariño en este lugar, además de mi hermano, no tuviese el puesto en mi vida que debía. Eleonor me prohibiste tener a mi padre.

El secreto del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora