Hermosas son tus mejillas entre los pendientes

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Sin pensarlo siquiera la había invitado a cenar y ella aceptó. Todo el resto del día y durante las largas reuniones estuve pensando en ella. Saberla en mi casa me llenaba de una alegría que jamás imaginé poseer.

Al llegar a casa le pedí a unas de las mucamas que le avisara que estaba listo y en espera por ella. Mi corazón brincó en el momento en que la veo bajar las escaleras vestida de esa forma; cada detalle, cada curva, cada pliegue de su vestido lo grabe en mi memoria. Deseo que estos momentos queden en mi mente por siempre y para siempre.

No recuerdo jamás haber tenido una cita como está en toda mi vida. Mis 5 sentidos estaban a la espera de compartir con ella, conocer más de su vida, de tenerla cerca y poder volver a proba de sus besos. Esos besos tan dulce como la miel y tan adictos como la peor de las drogas.

Su sola presencia hace que sea sumamente especial este momento y que mi vida se llene de luz; ella sola irradia luz cuando sonríe y me mira acreciendo mis deseos de perderme en esas verdes lagunas.

Mi Candy es como un sol en un día frio, me hace sentir que todo lo demás es nada y que este momento lo es todo.

Ven conmigo desde el Líbano, oh esposa mía;
Ven conmigo desde el Líbano.
Mira desde la cumbre de Amana,
Desde la cumbre de Senir y de Hermón,
Desde las guaridas de los leones,
Desde los montes de los leopardos.

Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
Has apresado mi corazón con uno de tus ojos,
Con una gargantilla de tu cuello.

!!Cuán hermosos son tus amores, hermana, esposa mía!
!!Cuánto mejores que el vino tus amores,
Y el olor de tus ungüentos que todas las especias aromáticas!

Como panal de miel destilan tus labios, oh esposa;
Miel y leche hay debajo de tu lengua;
Y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.

Huerto cerrado eres, hermana mía, esposa mía;
Fuente cerrada, fuente sellada.

Tus renuevos son paraíso de granados, con frutos suaves,
De flores de alheña y nardos;

Miré su cuello y allí aquel collar que le regalé como muestra del infinito amor que poseía hacia ella. Sonrío por que cada palabra que le dije en el momento en se la coloqué aún sigue presente en mí. "Nada ha cambiado en mi", absolutamente nada de lo que sentía y siento por ella.

Durante todo el trayecto en el auto nos agarramos de las manos, no hacia falta hablar, las palabras entre nosotros no son necesarias; ambos sabemos lo que deseamos y necesitamos, siempre ha sido así. El silencio entre nosotros no crea abismo pues nos entendemos sin hablar.

Cuando llegamos al restaurant la sentí tensa por la prensa que nos esperaba y sin pensarlo, no dude un momento en pegarla lo más posible a mí y colocar mi mano en su espalda para que todos entendieran que ella es mía. Sentirla tan cerca y vulnerable me despertó ese sentimiento de protección que suele activarse cuando ella está en problemas.

Entramos y como siempre mi mesa favorita nos esperaba, Luigie, el c0-dueño del restaurante sabe que me gusta el lugar por la excelente comida y el trato. Era la primera vez que traía a una mujer a este lugar, pues nunca he querido mezclar el trabajo con el placer y cómo co-dueño del mismo trato de mantener las cosas separadas, pero hoy estoy con mi esposa y ella merece estar en todo lo que es mío. ¡Mi esposa!

Al tocar mi chaqueta sentí aquella cajita color azul que aguardaba por su dueña. Ahora sonreí al saber que su destinataria era Candy. Sentía que debía colocar en su dedo aquel anillo que siempre soñé y así lo hice. Con este en su dedo, ya no había duda ante los ojos de todo el mundo de que Candy es mi esposa, la duquesa de Granchester y pronto mi mujer.

El secreto del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora