EXTRA: UN CUENTO PARA DORMIR

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El reloj sonaba en aquella oscura habitación, no había otro sonido mas que el de ese aparato. Todos en el orfanato estaban dormidos tranquilamente, cada quien con su respectivo sueño. Los bebés no lloraban, mamá descansaba en su cama, los niños de Grace Field descansaban luego de que el anterior día jugaran a las atrapadas en el bosque hasta muy tarde.

La luna brillaba a través de la ventana de esa habitación, las estrellas tintineaban en un hermoso cielo despejado. Una escena tranquila y agradable, relajante, sin nada que los molestara en su momento de dormir.

A excepción de una pequeña niña de 5 años de edad, la cual no podía conciliar el sueño a pesar de que se había acostado en su cama a la hora que su madre les dijo. Sólo se quedaba viendo el techo mientras contaba ovejas en su mente. El problema era que ya había pasado las 1000 ovejas y aún no tenía sueño.

Todo ésto sucedía porque Emma se había dormido en el bosque cuando sus hermanos mayores la intentaban buscar. Al despertar, se dio cuenta de que madre la había llevado al interior del orfanato para que la pequeña descansara sin riesgo a que se cayera del árbol donde se había escondido.

Cuando se aburrió de contar animales imaginarios, se levantó para ver el reloj, apenas era la 1 de la madrugada. A esa hora, ella ya debía de haberse quedado dormida.

Miró a su alrededor, incluso Gilda estaba dormida. Definitivamente la de cabellos naranjas se arrepentía de haberse ido al árbol, o de haberse escondido tan bien que sólo su madre pudo encontrarla.

Quitó las sábanas que cubrían sus piececitos, se arrimó a la esquina de su cama y buscó sus pantuflas; quería buscar alguna otra forma para que al fin pudiera dormirse, sino el día siguiente estaría agotada y no podría poner atención en el examen.

Se puso un abrigo ya que hacía algo de frío, y caminó hacia la puerta con cuidado para no despertar a ninguno de sus hermanos. Cuando por fin salió, lo único que pudo ver era oscuridad al final del pasillo, y la Luna que brillaba tan blanca y luminosa.

La primer opción que tenía para que le diera sueño era tomar un vaso de leche tibia, pero no podía calentarla, seguro se quemaría y haría un desastre en la cocina. Así que sólo se dirigió a ese lugar a buscar un vaso y servirse leche fría, seguro funcionaría igual.

Luego de un rato, cuando ya había consumido su bebida, se quedó en el comedor esperando a que por lo menos tuviera un bostezo, pero ese nunca llegó. Dieron las 2 de la madrugada y la pequeña Emma seguía pensando cómo podría quedarse dormida.

"¿Y si le digo a mamá que tengo insomnio? Quizá me pueda contar un cuento... No, se enojará si la despierto si a mi me ve así" pensaba la niña, pero no llegaba a ningún lado.

La única opción que podría no causar tantos problemas era decirle a Ray que le contara algo para dormir, o que le ayudara para que la chiquilla pudiera conciliar el sueño.

Dejó el vaso en el fregadero y salió del comedor para dirigirse a la habitación de sus hermanos, donde estaban Norman y Ray. Pensaba que podría decirle también a Norman que le ayudara, pero acababa de salir de un resfriado, y no quería que él se sobreesforzara con algo como eso. Ray seguro se enojaría con ella, pero es que las opciones se le acababan, y el tiempo no perdonaba.

Abrío la puerta procurando no hacer tanto ruido, buscando a sus hermanos entre todas esas camas. Cuando al fin encontró al pelinegro, se acercó con cuidado a él y con su manita intentó despertarlo tocando su mejilla.

—Ray... Ray... ¡Ray! Despierta —el chiquillo intentaba abrir sus ojos para ver quién no lo dejaba descansar, pero con sólo oír su voz se dio cuenta.

—¿Qué quieres, Emma?

—¿Podrías contarme un cuento para dormir?

—¿Eh?

—Por favor, no puedo dormir —con sus pocas fuerzas, la niña se subió a la cama del pelinegro, ésto con intenciones de que se levantara.

—¿Emma? —al otro lado de la habitación escuchó a otro pequeño niño despertándose, Norman se había levantado debido a que la pelinaranja hizo algo de ruido al subirse a la cama de Ray.

—Norman... Lo siento, sólo quiero que Ray me cuente algo para dormir.

—¿Ah sí?

—Agh, ¿si lo hago me dejarás dormir a mí?

—¡Sí!

—Shh, cállate o los vas a despertar a ellos también —Ray se quitó las sábanas de encima, y Emma casi se cae del colchón. —Vamos a la biblioteca para ver qué cuento te puedo contar.

—Los acompaño, también quiero escuchar a Ray —el albino se colocó su abrigo y siguió a sus amigos.

Los tres niños salieron de la habitación, aunque Emma salió al último, ya que trajo consigo unas cobijas para disfrutar el relato que el ojiverde mientras (esperaba) que se quedara dormida.

Al llegar a la biblioteca, vio a Norman sentado en una silla recargado en la mesa, él sí tenía sueño a diferencia de la pelinaranja. Ray sólo buscaba un cuento corto para su amiga.

Al verlo, se podría decir que ese pequeño pelinegro estaba enojado, pero en realidad no era así. Emma pensaba que su amigo estaba molesto, aunque a Ray le gustaba estar con sus amigos. No era enojo ni nada de eso, sólo era cansancio, aunque ese pequeño sólo se la pasa leyendo.

—Traje unas cobijas, vamos a sentarnos en el suelo.

—Voy —Norman como pudo se acercó a la pared donde Emma preparaba las cobijas.

—Ya tengo un cuento —Ray se sentó en medio de los dos con el libro en sus manos. —¿Listos?

—¡Sí!

—Bien... "La piedra. En lo alto de una bonita colina, muy cerquita del cielo, en una pradera de fresca y verde hierba bañada por los rayos del sol, había una piedra..."

Apenas había comenzado el relato, el ojiazul se quedó recostado en el hombro de su amigo, cayendo en un sueño fantasioso debido a la relajante voz que narraba el cuento. Se sentía cómodo, tenía una cobija cubriendo sus pies.

En cambio Emma estaba recostada en las piernas de Ray, escuchando atentamente la lectura, poco a poco empezó a bostezar debido a que estar tanto tiempo despierta la había cansado.

La pequeña se imaginaba el escenario en el que vivía esa solitaria piedra, incluso llegó a compararla con su amigo solitario, pero ésto la iba agotando.

—"Aunque puede que algo sí cambiara en ella. Les parecerá una locura, pero si hubieran estado allí me darían la razón: yo diría que la piedra sonreía." Y al fin te dormiste... —se quedó viendo a la niña que dormía sobre él, intentando no moverse tanto o Norman se despertaría de su tranquilo sueño.

En ese entonces los tres pequeños vivían engañados, su felicidad era falsa, aunque en ese instante para el pelinegro no le importaba eso, se divertía al estar junto a esos dos. Ambos pequeños le ayudaban cuando sus pesadillas eran horribles, o cuando lloraba al recordar extraños seres.

Al menos pudo olvidarse de eso por ese día, mientras que Emma dormía luego de ese cuento para dormir.... 

LA NUEVA MINERVADonde viven las historias. Descúbrelo ahora