Alexa:
Hay momentos en la vida que definitivamente dejan una marca permanente en el alma, imposible de olvidar por muchos años que pasen, por mucho que la vida estuviera a punto de terminar de la manera más miserable siempre habrá momentos a los cuales aferrarnos, momentos tan felices y maravillosos que somos capaces de dar todo para estar siquiera un minuto de vuelta allí.
El momento al cual me aferre en los últimos segundos de vida de mi anterior cuerpo fue cuando Mael nació, por muy doloroso que fue el parto, por mucho que mi cuerpo se sintió cansado, los primeros segundos en ver su hermosa y pequeña carita arrugada y rosada fueron los momentos más felices de toda mi existencia, sentir su cuerpecito cálido a lado mío, moviéndose y respirando con fuerza por primera vez, oír sus latidos constantes y vivaces, sentir su delicioso y tierno aroma a Alpha fue… Simplemente increíble.
Simplemente único e irremplazable.
Mael es y será mi todo. Mi bebé, que ahora no tenía un tamaño que cabía en mis brazos y solo mantenía el pelo castaño y el aroma suave que me mantenía olfateándolo por varios minutos en el pasado.
El bebé que di a luz se convirtió en un hombre de gran altura y contextura que poseía una personalidad seria, un hombre que descansaba cómodamente la cabeza en mi regazo, dejando que acariciara sus mechones semi-oscuros con delicadeza y esmero, porque sentir de nuevo su presencia era tan maravilloso como el momento en el nació.
Mael mantenía los ojos cerrados, durmiendo con total calma con el cuerpo a lo largo del sofá. No podía apartar la vista de su joven y hermoso rostro por muchos minutos pasarán, detallando al hombre en el que se convirtió mi precioso bebé de ojos verdes. Sus facciones… ¡Maldita sea, mi hijo heredó en verdad un fuerte gen divino!
Mis nudillos se desplazaron por su mejilla por décima vez.
—Lo desgastaras. —La traviesas voz elevo mi nuevo rostro, similar al anterior en mayoría. Ella se mostró boquiabierta, impactada con mi apariencia.—¡Joder! ¡Que raro verte así!
Lizbeth no había cambiado en nada, tanto en apariencia como en su lenguaje. Pero lo más extraño fue sin duda verla con el vientre un poco grande. No debía pasar los 4 meses.
—Te ves más joven… Tus ojos están más azules que nunca… El cabello lo tienes totalmente rubio, que envidia… —Murmuraba sin cesar, detallando mis facciones. Cuando se dio cuenta que no dejaba de observar su vientre, se calló.—Oh, es una niña.
—Felicidades. —Mis palabras eran sinceras. Sabía cuánto había deseado tener un bebé, su sueño desesperado y anhelante que incluso le había hecho ocultarle a Lucas su condición anterior.
Liz mostró una sonrisa brillante mientras acariciaba su vientre con emoción.
—Gracias. Pero para ser sincera, es la tercera hija que tendré.
No me mostré totalmente sorprendida. Lo suponía. Ella y Lucas eran unos jodidos conejos sin vergüenzas que no desaprovechaban la oportunidad de coger nunca. En más de 100 años ¿Cómo perderían la oportunidad de tener hijos?
—No te sorprendiste ¿Verdad? —Se mostró decepcionada pero pronto la reemplazo por una sonrisa gigante y se abalanzó sobre mi, cuidando no despertar al durmiente Mael. Me abrazo con fuerza. —Te extrañe mucho, Alexa. No tienes una idea.
Palmee su espalda con calma, dejando que me abrazara porque lo imaginaba; crecimos juntas, jugamos juntas, estudiamos juntas y trabajamos de igual manera, debió ser duro para ella.
—Te extrañe… —No dejó de balbucear, aprovechando para abrazarme tanto como quisiera.
Por supuesto, aún no me gustaban del todo las muestras de afecto pero lo dejaría pasar porque sabía cuando sentimental era Liz. Necesitaba desahogarse, así como Mael se desahogo conmigo desde hace horas hasta dormirse.
—Ya me quieres apartar. ¿Verdad? —Susurro en mi oído minutos después. Asentí brevemente, más que todo incomoda por la posición inclinada de mi espalda por su peso.
De repente, justo frente al sofá, una silueta fue formándose y una muy nueva Lucía apareció frente a mi: Tenía el pelo corto, hasta los hombros en un corte perfecto, los vestidos de diseños antiguos con colores oscuros eran historia, ahora la cubría un pantalón ceñido de color negro y una camisa de finos tirantes crema que dejaba ver un prominente escote que, para ser sincera, me gustaba mucho a pesar de que no me iban las mujeres.
Ahora si me sorprendí. Lucía era bastante anticuada con la ropa, solía usar vestidos largos, de cuello alto y con mangas largas, que cubría todo su cuerpo. Tal vez por las cicatrices en su alma se cubría de ese modo, sin embargo, ahora parecía totalmente curada de cualquier trauma que la atormentaba en los sueños.
Al verme, jadeo y se cubrió la boca con ambas manos, pronto sus ojos se llenaron de lágrimas y se abalanzó sobre mí cuerpo, ocupando el lugar que Lizbeth acababa de dejar.
Mi espalda golpeó el sofá, otra vez, y permití que me rodeará con sus brazos para llorar desconsoladamente.
Cameron dijo que Lucía tuvo una fuerte depresión después de mi muerte, sintiéndose culpable y atormentándose a sí misma por varias semanas, no logro mirarlo a los ojos en mucho tiempo y cuidaba fervientemente a Mael en todo momento: Siempre que podía ella estaba allí, vigilando sus pasos y cuidado su pequeño cuerpo, y cuando se debía alejar para cumplir con sus deberes, lo cubría de innumerables hechizos protectores.
Aún cuando yo se lo ordene, fue su mano la que impidió que Cameron saliera un poco antes y solo alcanzó a verme cuando mi cuerpo murió, sin darle una oportunidad de despedirse como estaba en sus planes.
No sabía de esto, así como tampoco sabía que el alcance de mi habilidad en su menor esplendor o, como los humanos lo nombraron, MIS, fuera tan poderoso que asesino a casi todo un país. Mis planes eran solo quitarles la vida a Jahir y a los suyos, las barreras fueron solo por si acaso y agradecía haber pensado en ello. Lucía sostuvo las barreras, Rafael fue un apoyo clave que permitió la estabilidad en ellas.
No se perdono así misma hasta que Cameron lo hizo. No durmió en paz hasta que supo que no le guardaba rencor por haberlo apartado de mi.
—Shhhh—Acaricie su espalda delicadamente.
Lucía se aferro a mis hombros y poco a poco calmo su llanto, elevo la vista lentamente y observó cada detalle de mi rostro.
—Que extraño verte con una cara similar a la anterior. —Fue lo primero que dijo con voz llorosa.
—¿Verdad que si? Mira sus ojos, son más azules que nunca.
En eso si tenían razón, este cuerpo poseía unos ojos profundos de color azul claro, eran iguales a mis ojos verdaderos, cuando fui un Arcángel.
—Más extraños aún, verte con esa vestimenta. —La recorrí con la mirada, dándole una sonrisa lasciva.
Siguiéndome la corriente, Lizbeth silbo con coquetería y hablo con tono travieso y en un claro español latino:
—¡¿De que juguetería te escapaste, muñeca?!
—Tía. —La voz somnolienta de Mael la alarmó. Lo miramos abrir lentamente los ojos, somnoliento aún. —No se que pensar.
Lizbeth río, sacudiendo una de sus manos hacia el frente, restándole importante.
—Como si no me conocieras. No es lo único que he dicho y hecho a una mujer.
Mael elevo una de sus cejas e hizo una mueca de desagrado que se parecía a las que hacía su padre.
—Tía, suficiente tengo con escucharla hablar lo que hace con mi tío Lucas, no más por favor.
Mire a Lizbeth elevando una de mis cejas, con muchas preguntas estancadas en la garganta pero la más importante era sin duda: ¡¿ACASO LE NARRABA A MI HIJO LO MISMO QUE A MI CUANDO SE COGIA A SU FASTIDIOSO VAMPIRO?!
—Ay… no digas eso, que tu mami me esta mirando muy feo. —Lizbeth se escondió detrás de Lucía que se limpiaba las lágrimas con una sonrisa en los labios, observando a Mael descansar en mi regazo.
—Solo digo la verdad. —Luego, Mael me miró. —Me ha estado atormentando con narraciones poco decentes, con detalles explícitos de sus libertinajes desde que tengo 15 años, madre.
—Sonó como un niño.—Escuché a Liz susurrar haciéndome mirarla otra vez.
—Sonó como un viejo de 500 años. —Corrigió Lucía, enviando su puño hacia atrás y golpeado ligeramente la cabeza de la pelirroja en su hombro.
—Auch… ¡No le di detalles explícitos! ¡No le mientas, bombón!—Señaló.
—No me digas así frente a mi madre.
—¡Bombón! ¡Bombón! ¡Bombón!
Lizbeth aún tenía la mentalidad de una niña aún cuando era madre. Gritó como si de eso dependiera su vida el apodo de mi hijo, para luego empezar a narrar:
—Cuando tenía dos años y le llamaba por su apodo, venía corriendo y riendo hacia nosotras. Se alegraba como no tienes una idea de su apodo tan tierno… ahora se avergüenza de eso.—Escondió el rostro en el hombro de Lucía y fingió sollozar. —Me siento muy mal por su contundente rechazo… a nosotras que por poco lo secuestrados, digo… que lo amamos mucho. Nos deja con la palabra en la boca, evitando que lo llamemos de esa manera tan cariñosa, dulce y tierna que con todo nuestro corazón le dimos. A nosotras que le cambiamos los pañales, que le dimos dulces a escondidas de su padre, que vimos y soportamos sus berrinches de bebé, que no dormimos noches por cuidar a que no se diera un porrazo contra el suelo—
—Tía, yo dormía en mi cuna cuando papá no estaba. —Interrumpió mi hijo, cortando las palabras que sonaban agónicas y parando las lágrimas de cocodrilo que Lizbeth soltó por la frialdad de su tono.
—Nos delataste. —Lucía susurró bajito.
—Aquí… —Mael señaló de pronto un punto en mi vientre, con la cabeza girada hacia mi abdomen. —Hay un denso aroma concentrado que es similar al tuyo y al de mi padre, delicado… tierno y poderoso.
Las dos mujeres que nos acompañaban desencajaron la mandíbula, totalmente sorprendidas y olvidando el tema anterior por completo. Agache nuevamente mi rostro, encontrando a Mael con la nariz pegada a mi vientre. Desplazo una de sus manos hacia mi espalda baja y apretó contra él. Respiro hondo.
—Estas embarazada, madre.
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Alexa (2°Pt.)
Manusia SerigalaAlexa. Nombre griego de significado: La que es protectora. Es elegante, femenina y directa cuando se dirige a los demás. Tiene una gran fuerza de voluntad. Es muy buena amiga. Alexa Kittel Dalaras es eso y mucho más. Es una mujer de origen alemán-gr...