Alexa (2°Pt.)

36

Capítulo 36
~Verdades~

Domingo, 20 de abril.

Alexa:

—¡Cameron!

Mi espalda cae sobre el colchón, con el cuerpo temblando a causa de los espasmos deliciosos, gimiendo sonoramente y sin tabúes, apretando las sábanas con las manos. Mi cabeza se acomoda en la suave almohada con el aroma de él mientras trato de aspirar aire desesperadamente, aún con la mente en otra galaxia.

Una vez recupero la suficiente consciencia veo al orgulloso Alpha elevarse entre mis piernas, con una sonrisa pícara y egocentrica.

¿Quién no estaría orgulloso de si mismo después de darle un orgasmo a su pareja solo con la boca?

—Te odio. —Susurre dejando caer la cabeza otra vez, muy cansada.

Él empezó a reír a carcajadas, cayendo a mi lado.

—Aja. —Ironizó pasándose la lengua por los labios, como si se saboreara, a propósito.

—Te odio. —Repetí elevando un brazo y tapandome los ojos.

Sus carcajadas subieron de volumen, la habitación era insonorizada, pero estoy segura que ya todos lo oyeron.

—Me deseas, sino, me hubieras detenido.—Dijo cuando por fin se callo.

—Jamás negué que te deseaba. —Dije quitando mi brazo para verlo.

El río un poco mirando el techo. Estaba de muy buen humor, demasiado.

—Lo demostraste.

—Tu iniciaste. —Reclame.

—Y lo termine. —Volvió a reír como desquiciado.

Odiaba al maldito y a la vez quería devolverle el favorcito.

No recuerdo exactamente a qué decidimos dormir, pero era muy pero muy tarde, o quizás de día, tampoco se cuanto tiempo dormí, solo se que tuve un despertar caliente y sudoroso, con él entre mis piernas, muy entretenido devorandome el coño.

El maldito Alpha tenía una excelente resistencia, igual a la mía, nos supimos acoplar bien, aún más cuando ninguno parecía querer detenerse. El hecho de que nos deseábamos mutuamente no era secreto para nadie, pero el hecho de que no quería marcarlo con anterioridad era lo que me impedia entrar a su habitación y follar como los malditos vampiros que viven aquí.

Me gustará o no admitirlo, Cameron era mi mejor amante.

—¿Qué hora es? —Pregunté cuando no vi el reloj en la mesita de mi costado. Debía estar en la otra.

—Las... ¿2 de la tarde?—Se levantó de la cama sin ninguna vergüenza por su desnudez, dándome un buen show, y fue hacia las cortinas muy bien cerradas.

Las abrió y la luz solar impacto directo a mi cara. Gruñendo tome una almohada y me cubrí el rostro.

—Cierralas. —Demande.