El último intento

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Mi garganta se cierra y mis ojos se llenan de lágrimas por la imagen de Lorcan con mi hija en brazos mientras están tirados sobre una sucia y sola habitación, no hay nada más que ellos y las cuatro paredes, Lorcan tiene la ropa manchada de sangre y mi hija está sucia y con un moretón en su mejilla donde reposan los dedos de Lorcan mientras rodea su cuerpo son su brazo, como si no quisiera soltarla nunca. Y esa imagen, me deja fría tanto por el miedo como por la rabia, esa que me hace tensar cuando percibo las manos de la escoria italiana en mis brazos. El asco me golpea y respiro hondo cuando su respiración choca con la piel de mi cuello.

—Te traje aquí para que los veas y te puedas despedir, además de decirle antes de matarlo que ahora serás mía —susurra y permanezco erguida y con la mirada en mi hija.

—¿Dónde están los demás? —cuestiono por lo bajo y aunque no lo miro, percibo su sonrisa.

—No lo sé, muertos tal vez —responde y asiento dejando todo el sentimentalismo de lado.

Yo siempre quiero tener todo bajo control porque de lo contrario, el ver todo contra mí y no poder controlarlo solo me ciega y me impide ver con claridad mi objetivo. Pero, aunque desee que fuera diferente, es algo que no puedo controlar y mucho menos si, como ahora, mi mente se llena de momentos a su lado, con mis amigos, con mi hija y hasta con mis padres porque él fue el que comenzó todo. Él me ha jodido la vida desde mi nacimiento y ahora a mi hija, y justo eso, se lo haré pagar caro.

—¿Qué hiciste con ellos? —digo girándome para mirarlo y él sonríe. Es viejo y un gran hijo de puta.

—La casa explotó y...

Y todo se me convierte en un mar de emociones que no puedo controlar mientras las risas de mis amigos resuenan en mis oídos me veo a mí yéndome contra él mandándolo contra la pared antes de atinarle un puñetazo que le voltea la cara.

—¡Te juro por Dios que te mataré! —grito casi desgarrándome la garganta y unos brazos me toman y no dudo en removerme enfurecida por todo. Por perder, por lo que duele hacerlo.

—¡Basta! —grita mandándome una bofetada que me deja con la mejilla ardiendo y el cabello sobre mi rostro. Quisiera golpearlo, quisiera matarlo de la manera más dolorosa que sé, pero un par de brazos me sostienen.

—Vuelve a tocarla y puedo morir en el intento, pero de que me las pagas me las pagas, hijo de puta —Una voz gruesa y muy conocida resuena por los altavoces y me giro encontrándome con Lorcan de pie con mi hija aferrada a su pierna.

Está lastimado, sucio y con la cara hinchada, pero no deja atrás el porte de capo que siempre ha tenido y el cual de cierta forma me sedujo.

—¿Qué vas hacer? —cuestiona Luca sonriendo y trago grueso cuando el vómito se me atasca en la garganta—estás en la inmunda Lorcan Ivanov, de ahí ya nada te saca.

—No cantes victoria antes de cortarme la cabeza que, aunque este en medio de la mierda sé arreglármelas, porque fui criado para ser grande y para eso primero hay que estar abajo. Supongo que no lo sabes porque no has hecho una mierda en tu vida además de envidiar a tu hermano. Una lástima, para ti claro está —suelta en un italiano perfecto, uno que me eriza la piel.

—El que envidia eres tú, porque tengo lo que tú tanto has querido —dice con orgullo antes de tomarme de la barbilla con fuerza y besarme.

Lo separo a las malas y la leve risa de Lorcan se escucha, me giro y sonríe, pero se nota tenso y lo reafirma cuando acerca más su cuerpo al de mi hija la cual permanece con los ojos cerrados y puedo jurar que es por orden de su padre. Vuelvo a mirar al ruso y este levanta las cejas.

—¿A las malas? Realmente no es mi estilo, pero si creer tal cosa te hace feliz... —El italiano enfurece y manda un golpe a las pantallas las cuales se apagan por segundos antes de oscurecer el cristal y me tenso cuando percibo el vibrar del reloj entre mis senos.

Destrucción [E #2]✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora