Bittersweet Tragedy

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Ship: Jeddy
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Dulce chico, parecía sacado de una película. Corazones de caramelo y sueños de chocolate. Teddy Lupin lo había enamorado desde una temprana edad. De niños, solían jurarse amor eterno, y cuando James pasó —junto con Lily— por la temible fase de princesas, Teddy le prometió que siempre sería su príncipe azul. Él sostuvo su corazón y lo dejó ir.

No estaba listo, no estaba listo para verlo de nuevo y aún así, allí estaba, fingiendo que acomodaba su camisa frente al espejo del baño de la madriguera. Había perdido la cuenta de cuánto tiempo llevaba escondido en ese baño. Huyendo de él, huyendo de algo peor que la confrontación; la indiferencia.

Malditas sean las jodidas comidas familiares de los domingos.

—Oye, tonto, ¿piensas salir antes de que oscuresca? ¡Hay más gente que quiere usar el baño! —escuchó la voz de su hermana al otro lado de la puerta.

Se miró una última vez al espejo y dejó salir un suspiro. No estaba listo, las manos le sudaban y su corazón golpeaba tan fuerte contra su pecho que estaba seguro de que podía escucharlo. Aunque para ser sinceros, nunca había sido bueno manteniendo la calma cuando de Teddy se trataba.

Finalmente salió del baño, ignorando los insultos de Lily por haberse tardado tanto. Caminó sintiendo como si en cualquier momento sus piernas fuesen a dejar de funcionar.

No quiero, no quiero, no quiero, repetía una y otra vez en su cabeza. Aunque lamentablemente no importaba lo que quisiera. Esa era otra cosa que Teddy le había enseñado. Con cada paso que daba, los recuerdos del año anterior se proyectaban en su mente mientras la sensación de vacío se instalaba en el nacimiento de su estómago.

¿Cómo habían llegado a eso?

Solía ser dulce con él, solía mimarlo y besarlo hasta que sus labios ardiesen, abrazarlo hasta quedarse dormidos. Era tan hermoso, tan puro. Y por un momento James creyó que duraría para siempre. Ese pensamiento fue estúpido por muchas razones; para empezar: la dulzura nunca permanece.

Con pasos temblorosos salió al jardín, donde habían juntado todas las mesas de la vivienda para que así pudiesen tener una comida al aire libre, los alimentos estaban en una mesa aparte en las antiguas bandejas de su abuela Molly.

Los adolescentes y niños convivían como de costumbre (menos Albus, que se encontraba sumergido en su celular, esa también era una costumbre), y a la orilla de la mesa, se encontraba él, Teddy, su Teddy. Le estaba contando a Harry y Ginny sobre su estadía en la academia de aurores.

Se veía tan guapo...

Buscó con la mirada el lugar más lejano del chico, pero para su infortunio, todos se encontraban ocupados, todos menos la silla que quedaba frente al joven de cabellos azules. Maldijo su mala suerte marca Potter.

Cabizbajo tomó asiento frente a Teddy, evitando a toda costa la mirada de él y de cualquier otro que se encontrara en la mesa. Sabía que era estúpido, sabía que nadie más aparte de él y Teddy sabían lo que había pasado, pero aún así las sensaciones de culpabilidad y paranoia se apoderaban de James.

—Jamie, no podemos seguir con esto. No debemos —le había dicho la noche antes de que se fuera a su séptimo año a Hogwarts.

James lo miró con ojos cristalizados e intentando retener las lágrimas le preguntó:

—¿Hice algo malo?

El  mayor lo miró con tristeza y acunó su rostro entre sus manos acariciando sus mejillas con cariño: —No hay nada malo en ti. James, te amo, siempre lo he hecho y siempre lo voy a hacer.

—¿Y por qué me dejas?

—No lo estoy haciendo porque quiera —musitó manteniendo un tono dulce pero firme —. Eres solo un niño, no sé en qué estaba pensando-

—¡Eso no te pareció un problema antes! —chilló alejándose de él —. Además, acabo de cumplir la mayoría de edad.Ya ni siquiera es ilegal —espetó cruzándose de brazos.

—No tiene que ver con la legalidad, James —dijo sin alterarse —. No estamos en la misma etapa mental, no es correcto. Quiero estar contigo, lo he sabido desde que éramos niños, solo- espera unos años más.

James negó con la cabeza:—Deja de darme falsas ilusiones.

—No lo hago.

—¡Claro que sí! —gritó —. Estoy harto, llevas meses haciéndome esto. Prometiste que todo iba a estar bien, que nada cambiaría cuando te fueras a la academia. Se supone que le contarías a mis padres de lo nuestro, que seríamos felices.

—Jamie... —soltó el mayor, tomando la mano del chico.

—He terminado con tu tragedia agridulce —le espetó James removiéndose del contacto —. No quiero más drama, no quiero más falsas promesas de amor. Tal vez tengas razón, tal vez no soy lo suficientemente maduro como para estar contigo, tal vez no estamos listos para estar juntos —admitió dejando su orgullo de lado —. Pero tú tampoco eres un santo, Teds. Llevas meses haciéndote el tonto, llevas meses prometiendo y prometiendo cosas, y estoy cansado.

Antes de que Teddy pudiera contestarle algo, él ya se había dado la vuelta, alejándose todo lo posible de el otro chico. Amaba a Teddy, pero su relación se había convertido en algo que ya ninguno de los dos disfrutaba, en secretos y promesas incompletas. En dolor y paranoia constante.

¿De qué te sirve encontrar al amor de tu vida si no podrás estar con él? O por lo menos no hasta que ambos aprendieran un poco más de la vida, hasta que ambos dejaran de lado esa estúpida tragedia constante. Después de todo, no era una despedida, ¿cierto? Solo sería algo temporal. Algo por el bien de ambos.

Pero, si había sido por su bien, ¿entonces por qué había comenzado a ignorarlo? ¿Por qué hacía cómo si James no existiese?

Aquella noche de verano no solo había perdido a su primer amor, también había perdido a su mejor amigo, a su cómplice de aventuras y travesuras. Y cada día era más difícil fingir que no lo extrañaba, que no lo seguía amando. Para su buena suerte, Teddy entró a la academia y él se largó a Hogwarts, donde no tenía que tolerar la indiferencia del chico. En las vacaciones de Navidad se quedó en el castillo con tal de no tener que ver a Teddy.

Pero era verano y  no tenía otra opción más que volver a casa. Volver a verlo.

No era divertido estar sentado ahí, sintiéndose completamente solo, cuando Teddy estaba sentado justo enfrente de él.

Un beso se suponía que tenía que ser dulce, pero hace ya casi un año que no los sentía así. Buscaba en bocas ajenas un dulce sabor que no encontraría en alguien más. Un sabor que no podía poseer, no en otro lado, no con otra persona.

Cuando levantó la vista brevemente, se sorprendió al ver que Teddy ya lo estaba observando. Siempre había sabido con antelación el siguiente movimiento de James, no importa cuán impredecible fuese. Teddy lo conocía como la palma de su mano.

Sus miradas se conectaron, y una sensación de dolor latente se instaló una vez más en el pecho de James, como si le costase moverse, como si pegajosa goma de mascar se hubiera colado entre sus pulmones, aferrándose a ellos y escurriéndose entre sus vías respiratorias, evitando que pudiese respirar con normalidad.

Moriría siendo absorbido por esa tortuosa agonía agridulce.

Lo que James no sabía, era que al otro lado de la mesa, el corazón de Teddy se estrujaba al saber que tardarían años en estar listos para estar juntos una vez más, años en poder superar aquella tortura amarga.

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A/N: Una disculpa de antemano por hacer sufrir a mis bebés. Normalmente escribo fluff de ellos, pero intenté algo nuevo JAJAJA, no me odien mucho.

CryBaby [Fictober 2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora