Fire Drill

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Ship: Drastoria
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Nunca he encajado en ninguna categoría, siempre he sido considerada una marginada. Desde que estaba en el colegio y todos los niños populares decían que era rara.

El sol mañanero se colaba por las ventanas de la mansión, aquella mansión que antes había pertenecido a las mismas personas que tanto daño le habían hecho a la persona que dormitaba a su lado en esos momentos.

Que si me junto con sangre sucias, que si soy traidora a la sangre, que si digo cosas raras.

Acarició el rubio cabello de su esposo con la yema de los dedos. Le había costado años, pero logró que Draco accediera a dejar crecer su cabello hasta que le llegara a los hombros.

—No puedo —Le había dicho cuando ella le propuso la idea por segunda vez.

—¡Pero si se te vería fantástico! —chilló ella y Draco alzó una ceja.

—Yo siempre me veo fantástico —musitó alzando la barbilla —, no tiene nada que ver con mi apariencia.

Ella lo miró con el entrecejo fruncido, pero su expresión se contrajo en una mueca de culpabilidad cuando comprendió el porqué de las palabras del rubio.

—Tener el pelo como él no te convierte en él.

Draco la miró y sus ojos reflejaron aquel brillo que aparecía en su mirada cada que pensaba cosas que podrían ser de todo menos felices.

—Lo sé —farfulló bajando la mirada —. Sé que es estúpido pero- no quiero que cada que me vea al espejo lo único en lo que pueda pensar sea en él.

Draco cerró los ojos y apretó los labios en un intento de disipar los malos recuerdos que venían a su mente cuando de Lucius Malfoy se trataba. Era bien sabido que Draco nunca tuvo una buena relación con sus padres y que la guerra no había hecho más que encargarse de fragmentar aún más esta relación; sin embargo, el desprecio que Draco sentía por su padre no quitaba el hecho de que era eso, su padre, y por más que Draco intentase engañarse a sí mismo, el rechazo de Lucius le pesaba constante y dolorosamente.

La mano de Astoria se posó encima de la de su esposo, acariciando el dorso de la misma.

—Tú no eres él —le espetó —. Tú eres mucho mejor de lo que él alguna vez fue. No necesitas su aprobación, no necesitas castigarte a ti mismo por algo que ahora está en un pasado distante.

Y Draco no dijo nada, solamente sonrió y la atrajo a un abrazo, aferrándose a ella con un cariño que se sentía desbordante y abrazador. ¿Qué si eran unos bichos raros? Tal vez, pero no les interesaba, no mientras se tuvieran el uno al otro.

Corrió un poco de cabello de la frente del hombre, apreciando cada una de sus facciones. Como sus pálidas mejillas brillaban ante el reflejo del sol; las diminutas y casi imperceptibles pecas que cruzaban el puente de su nariz; su rubio y largo cabello platinado cayendo por sus hombros de una manera que casi parecía como si hubiese sido acomodado mano a mano. 

Era guapísimo.

Los ojos de Draco se abrieron poco a poco, conectando sus miradas.

—Buenos días —murmuró él con esa voz ronca que hacía que Astoria sintiera como si se fuera a derretir en cualquier momento.

Toda mi vida me han marginado, todos hasta que llegaste tú. Hasta que vi que pasabas por lo mismo que yo.

Y es que cuando la guerra mágica acabó y todo el mundo mágico estaba en proceso de reconstrucción tanto física como socialmente, la sociedad que antes aduló a familias como los Malfoy, comenzó a tratarlos con desprecio y asco.

CryBaby [Fictober 2021]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora