{-Capitulo 46-}

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>La rubia sonrió complacida al ver que Nico y Pedro la habían recibido bastante bien.
Ya llevaba más de dos meses y medio viviendo bajo el mismo techo de una familia que poco conocía y ese poco que le era levemente familiar era gracias a su madrina. Desde que Ámbar y Simón volvieron de México juntos, hubo leves cambios en todo lo que había alrededor.
Cada vez era más seguidas las veces en las que el castaño se quedaba a cenar con la rubia y su madrina, cada vez Sharon le parecía más usual ver a Simón subir al cuarto de la rubia y después verlo bajar con un leve desorden en su ropa y cabello. No es que fuera muy seguido ver a ambos con ese tipo de similitudes pero tampoco es que la mayor ignorara el hecho de sospechar que la actividad en la habitación de la ojiazul no es específicamente de "jugar una guerra de almohadas" o de subir música a todo volumen como varias veces.

Incluso había llegado un momento en que estuvo por hablar el tema con la rubia pero para suerte de la ojiazul había sido interrumpida por Amanda al entregarle el té que había pedido para su terrible jaqueca.

Para Sharon había sido agradable que la ojiazul fuera a la casa del castaño para dormir bajo su techo pues esa noche irían varios empresarios de gran prestigio y sería necesario para la mayor estar libre de su ahijada y sus maldades hacia las pocas agradables mujeres de dichos empresarios, aunque tratara de mantenerse ajena a la presencia de Simón cada vez le era agradable ver al castaño pues le gustaba y amaba ver a la ojiazul con una enorme sonrisa y no con el rostro frustrado por lo que obtenía cierta mexicana.

Para Simón había sido de suma importancia saber a que hora llegaría su novia pues así podría arreglar el desorden en el que dormían sus mejores amigos, obviamente como buen mexicano madrugó y eso lo obligó a también despertar a Nico y Pedro para poder limpiar con rapidez su casa, ambos argentinos habían llegado a tardar cuarenta y cinco minutos poder despegarse de su cama pues en todo ese rato se la habían pasado quejándose con Simón al haberlos despertado a las siete de la mañana.

Á»- Dejen de sonreír tanto, me están asustando un poco - les dijo con una risa atascada pues ambos argentinos que estaban en el sofá con una sonrisa tan grande viendo en su dirección.

Parecían un par de guasones al tener enormes sonrisas.

Ambos al instante descansaron, era evidente que Simón les había pedido que se portaran más amables que nunca. Aunque la rubia ya sabia como eran los chicos, para el castaño era algo importantísimo.

P»- Ni te asustes, con tal de que Simón nos haga la comida y nos pague lo que queramos durante tres días sonreiremos como locos.

Ámbar resoplo con una burlona sonrisa.

N»- Se supone que me traería un bote de arena del mar, ¡Simón, ¿y mi arena?! - grito en dirección a la cocina donde se encontraba Simón inclinado en busca de una olla.

Á»- ¿Para que quieres un bote de arena? - preguntó acompañada de un "es cierto" de Pedro.

N»- Para llenar una piscina de plástico con esa arena y hacer que mi mente piense que estoy en México. ¿Cómo no se les ocurrió antes?

S»- Creo que tengo arena en mi bermuda, si quieres busca - respondió con una carcajada señalando hacia el baño donde se encontraba la ropa sucia y obviamente ahí estaba esa bermuda.

Ámbar se alejo de la ventana y se dirigió hacia la cocina, tan cautelosa llego hasta el castaño para después rozar por accidente su pierna con el brazo de Simón pues aun seguía en busca de la olla.

La Diva De La EscuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora