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Tomas Campos

Llegas justa—respondí y ella sonrió, miró a Lian y me miró a mi sin entender, tiré una mirada a los demás.

Pareció entender, pero no dijo nada.

—Hola mi amor—le habló suave a Lian haciendo que el la miré y sonría de lado—Perdón por llegar tarde, rey, no calcule bien el tiempo—continuó ella—vení—habló ella, Lian se tiró a sus brazos y se acurrucó en su cuello.

Ariana se paró al lado mío y yo pasé uno de mis brazos por sus hombros, ella me miró y yo hice el que no me di cuenta.

Escuché su risa baja, sentí su cuerpo despegarse del mío haciendo que miré, segundos después sentí como ella se acurrucó en mi pecho, Lian quedaba en medio de los dos, pase mis brazos por su cuerpo y así nos quedamos los tres hasta que una piba joven abrió la puerta con una sonrisa.

—Holaaa, ¿Cómo te llamas, peque?— le preguntó a Lian.

—Lian—titubeó el pequeño—Lian Exequiel Campos—completo con una sonrisa.

—Lian, que bonito nombre, yo soy Sofia, tu profesora—respondió la chica haciendo sonreír a Lian.
—¿Queres pasar?—preguntó ella de nuevo, Lian asintió.

Ella le hizo espacio, pero se quedó parado viendo.

—¿Qué pasa?—preguntó Ariana ganándose la la mirada de la profesora.

—Esperó a Amadeo y Bruno—le respondió el y yo sonreí.

La profesora hizo lo mismo con Bruno y Amadeo, los tres pasaron y empezaron a caminar juntos mientras hablaban.

—Me hubieran avisado y tenía un hijo—habló Mauro viendo a los tres niños con brillo en sus ojos, eran su adoración, de toda la escena argentina.

Sentí unos brazos rodearme una de mis piernas haciendo que miré rápido, una niña peliroja miraba desde abajo.

—Holaa—hablé suave.

—Sos C.R.O—habló mirándome con una sonrisa—Me gusta tu música y ...—se quedó callada viéndome.

—¿Y?—pregunté agachándome a su altura.

Ella bajó la mirada apenada.

—Eliana—habló una voz femenina haciendo que miré, una chica idéntica a la niña respiraba acelerada—Perdón, perdón—habló viéndome.

—No pasa nada—dije.
—¿Me querías decir algo?—pregunté viendo a la niña y ella miró a la chica.

—Que me gusta tu música y tu—habló y se tapo el rostro con sus manos—hijo—completo mirándome por medio de sus dedos.

Largue una carcajada al ver su rostro rojo.

—¿Lian? Re feo—jodí, yo más que nadie sabía que era perfecto, es mi hijo.

—¡NO!—gritó automáticamente la niña quitándose la manos de la cara.

Reí bajó.

A veces me dan ganas de tener una nena, pero mucho con Lian.

𝐕𝐢𝐝𝐚 𝐩𝐚𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚 | 𝐂.𝐑.𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora