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La tarde estaba apacible en el cuarto de hospital, repasaba los apuntes que había hecho con Soobin y de vez en cuando miraba a su mamá.

Lucía tranquila como en un calmo sueño, indefensa y débil, su respiración era lenta y de vez en cuando podía ver qué sus pupilas se movían. Era la señal de que luchaba por despertar.

Cuando había sentido que el odio hacia ella iba creciendo y que en algún momento se cansaría de ella, justo en ese momento había sucedido el accidente. Al principio fue compasión lo que lo hizo ayudarla, pero poco a poco recordó el pasado.

Ambos pasaron un momento difícil cuando falleció su padre, para ella, su esposo. Debía comprender lo difícil que debía ser perder al amor de tu vida. Y en ese momento no lo hizo, se dejó llevar por la ira, el coraje y dejó que ella terminara en esa condición.

No siempre fue una mala madre. Recordaba muchas cosas lindas, momentos cariñosos, galletas en días especiales y abrazos siempre que se sentía mal. Solo que cuando todo estaba mal, no se dio el tiempo de pensarlo.

Él era culpable de que ella estuviera ahí, de esa manera, él no había sido el único que sufrió, como en aquel momento pensó, ella también, y nunca la ayudó.

-Perdóname, mamá-

Un sonido en la puerta lo hizo reaccionar y cuando vio al lugar se sonrojó. Era Soobin. Usaba una bata blanca con el logo del hospital. No le prestó mucha atención.

Quitó las lágrimas de sus ojos, e intentó dejar de pensar en el pasado, de nada servía, lo hecho, hecho estaba.

-¿Todo bien, Yeonjun?-

Negó con la cabeza, por más que intentó, las lágrimas no se detenían. Era de esos días en que no le encontraba sentido a la vida.

-¿Qué haces aquí, Soobin?-

El mayor se acercó a él y arrastró un banco para sentarse junto a él.

-Nada, Yeonjun-

Había silencio, silencio pesado que solo le hacía llorar más

-Soobin...-

-¿Qué pasó, Yeonjun?-

Se giró a verlo a los ojos, y no pudo contenerse más, se dejó caer en su pecho, se escondió para que no le viera llorar. Lloró en su cuerpo, fuerte, y desesperado. Y Soobin no se portó grosero como pensó, le rodeó con sus brazos y le dio palmaditas en la espalda.

-Todo estará bien, Yeonjun- susurró sobre su coronilla

-¿En serio?-

-Sí, ya no llores, te ves feo-

Sonrió, Soobin seguía siendo grosero como siempre.

-¿Y si no lloro soy bonito?-

-Pues...- dijo sin ganas -Tal vez-

Yeonjun detuvo sus lágrimas y se separó para limpiarse la cara. Soobin había sido de más ayuda que cualquier cosa en ese momento, le había reconfortado.

-No es lo que me han dicho-

-No creo que debas creer lo que aquellos con los que te revuelcas te dicen- dijo serio Soobin, y no en forma de burla como siempre

-¿Entonces... no soy... bonito...?-

Soobin ya no dijo nada, se levantó y fue al sillón que había en el cuarto, palmeó el asiento de al lado para que fuera y se sentará ahí. No dudó, le emocionaba esa actitud de Soobin. Le parecía tierna y protectora. Algo que necesitaba a veces.

-Veo que estudiabas- señaló las hojas

-Sí, es sencillo cuando me explicas, eres bueno con eso- le vio a los ojos para agradecerle con su misma mirada

-Que feos ojos, Yeonjun. Están rojos-

Le enseñó la lengua y se talló para quitarse las lágrimas que aún tenía. No creía que fuera feo, más bien pensaba que Soobin quería molestarlo.

-Tú igual estás feo- pronunció infantilmente

-Claro que no- se rio -¿A caso te gustan los feos?-

Frunció el ceño. Soobin era malvado. Sabía que le gustaba y lo usaba a su favor. Pero no le dejaría ganar esta vez.

-No me gustas. Te equivocas-

-¿En serio?- alzó una ceja

-Sí, no me gustas y estás feo-

-Ya quiero que digas eso después de esto-

La cercanía de sus rostros era peligrosa, por más que intentó alejarse Soobin lo acercaba a él, le jalaba contra su cuerpo.

-Di que no te gusto- susurró sin dejarlo de ver a los ojos

-No... no... no... no me gustas-

Sus labios sintieron la suavidad de los de Soobin. Era delicado, dulce, tierno, inocente y lleno de calidez. Su estómago sentía como si miles de mariposas revolotearan sin escapatoria.

-Ahora dilo...-

-Yo... yo... no... no me... gus...-

Antes de poder terminar, una vez más, esa suavidad y dulzura se apoderó de él. Cerró los ojos y era perfecto, tanto que no podía dejar de sonreír, tan hermoso que cualquier tristeza era insignificante. Y sintió que todo daba vueltas, que flotaba y a su alrededor no había más que flores.

-No digas más que no te gusto-

Negó con la cabeza. ¿Recibiría otro beso si lo negaba? Quería saber pero tampoco quería arruinar el momento. Momento perfecto.

-Sigue estudiando, debo regresar a trabajar-

El mayor se levantó del sillón, y caminó sin verlo, sin decir nada de lo que había pasado. Lo dejó solo, con una sonrisa estúpida y la bella sensación en su estómago.



Mi preciosa bola de arroz >>> soojun  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora