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Su teléfono estaba lleno de mensajes de Kai. En todos le pedía disculpas. Pero no era capaz de buscarlo personalmente. Le había dado demasiada confianza y la había traicionado.

Lo peor de todo era que ya escuchaba los rumores. Kai era rápido para presumir. Ahora había varios que querían pagarle por verlo tener un orgasmo y eso no podía garantizarlo. Jamás volvería a tener uno. Jamás.

Se sentó en alguno de los lugares de la biblioteca. El único lugar tranquilo en el mundo. Se cruzó de brazos y acomodó su cabello hacia atrás. Al final dejó caer su cuerpo sobre el sillón y pataleó.

-¿Ahora no llorarás en el baño?-

La voz de Soobin lo hizo reaccionar y volver a su porte normal. Sin duda alguna no esperaba un sola palabra de él luego de aquella vez que le vio en aquel pasillo. Menos esperaba que no se lo hubiera echado en cara ya.

-¿Cómo sabes que...? ¿Acaso me espías?-

-Vaya que eres estúpido-

Infló las mejillas de coraje y no supo qué decir. En serio era estúpido por creer que Soobin le prestaba siquiera un poco de atención.

-Parece que tuviste un muy buen fin de semana. Todos hablan de eso-

Rodó los ojos y sonrió. Seguiría su juego.

-Pues... Si quieres saber la verdad... Estuvo de maravilla. Kai, el jugador de americano, es fantástico en la cama. Algo que , dudo puedas hacer-

El mayor apretó la mandíbula, estaba seguro de que había herido su ego.

-Eso nunca lo sabrás Yeonjun, porque no me meto con putas-

Y así se fue. Le dejó ahí sin poder contestar. Estaba harto de todo. Pero no podía dejar las cosas a un lado. Debía ser fuerte.

Llegó al hospital a las ocho en punto. Había decidido quedarse a dormir. En la cama estaba su mamá inmóvil con el suero y el aparato para respirar. Le acarició el cabello y le dio un beso en la frente. Así se veía tan débil y vulnerable.

Sacó de su mochila el libro de pasta rosa y buscó uno de sus poemas favoritos. Lo leyó en voz alta para su madre. Tal vez así algún día despertaría.

"Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!
Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban,
en lanzaderas, debajo tus ojos.

Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.

Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!"

Pensó en el poema un poco más de lo normal. Una lírica dolorosa, pero sin duda cierta.

Pegó el libro a su pecho. Suspiró y a la mente le vino Soobin. Sintió que le pasaba como en el poema. Quiso dejarlo ir. Pero no pudo. Algo lo aferraba a él. Pero sabía que nada resultaría de ellos dos.

No sintió que se refería a la ruptura amorosa que el poema hablaba, sino a ese proceso que pasó al dejar aquel amor platónico que sentía por Soobin. Qué tal vez seguía sintiendo.

Guardó el libro y se acurrucó en el sillón, tomó la colcha y se tapó. Al menos en el hospital no escuchaba rumores sobre él. Por lo menos podía descansar.

Bajó a la cafetería, necesitaba un poco de café para despertar. Y algo de azúcar para recuperar su sonrisa.

-Buenos días, niño Yeonjun, ¿Lo de siempre?-

-Por favor- pidió haciendo la cara más adorable que podía, aquella que salía de manera natural

Las personas del hospital, en su mayoría lo conocían. Pasaba mucho tiempo allí y le gustaba hablarle a la gente, solo por el simple hecho de que le resultaba relajante.

-¿Cómo va tu mamá?-

-Igual- pronunció triste -Hace una semana tuvo un problema respiratorio-

-Cuida de tu mamá y no olvides cuidarte a ti también. Luces un poco más delgado. No te saltes las comidas-

Negó con la cabeza a la vez que su capuchino le era entregado. Nada mejor que la espuma y el dulzor de un capuchino

Fue a las jardineras a ver el sol terminar de salir. El cielo pintaba tonos rosas y naranjas. Las nubes se teñían sobre el fondo salpicado de tonalidades. Y el sol empezaba a iluminar cada rincón.

Bebió un poco del capuchino y sonrió. Le gustaban esos pequeños momentos en los que podía disfrutar de su tiempo solo, momentos en los cuales sólo existía él en el mundo.

-¿Hasta en los hospitales tienes conquistas?-

Empezaba a creer que Soobin lo acosaba. Porque a cada parte que iba lo encontraba. Y eso era sin duda algo muy extraño.

-En serio, Soobin. Si quieres algo dime-

A un lado de él, el mayor tomó asiento. Llevaba un saco negro y un suéter de cuello alto. Usaba esas gafas que le marcaban más el ceño y le hacían lucir extremadamente atractivo.

-Entonces cuéntame, ¿Qué doctor es mejor en la cama?-

-Sabes, no toda mi vida gira en torno a eso-

-Podría apostar a que sí. El genio de la universidad no se equivoca. Estudio psicología, sabes-

-Pues serás un pésimo psicólogo-

Se abrazó pues el frío cada mañana empezaba a ser más fuerte y simplemente no iba preparado para ello.

-Sé más de ti de lo que crees-

-Apuesto a que no sabes nada de mí, genio-

Le volteó a ver con el ceño fruncido, qué se creía al afirmar aquello.

-Apostemos- asintió -¿y qué ganamos?-

Sin duda alguna era un muy buen juego que estaba dispuesto a jugar. Sin importarle el precio. No había mucho que perder, ni mucho que ganar. Además seguro ganaba.

-Si yo gano- dijo Soobin -Dejarás de ir a la biblioteca-

Eso era jugar sucio. Muy sucio. Amaba la biblioteca más que otra cosa. Y no dejaría que ese lugar le fuera arrebatado.

-Bien. Pero si yo gano... Genio- pensó un poco y qué mejor que torturarlo con su presencia -Si yo gano, me ayudarás a mejorar mis calificaciones en algunas materias. Eres un genio, ¿no? Será sencillo para ti-

Soobin hizo una mueca de desagrado y le estiró la mano.

-Trato-

Ahora solo debía ganar y la apuesta aún no tomaba forma alguna. Solo estaba lo que habían apostado.

-Bien... ¿Y cómo te voy a ganar, Choi Soobin.?-

-¿Tan seguro estás de ganarme?-

Asintió feliz, aunque por dentro moría de miedo.

-Dijiste que me conocías. Y yo no creo eso. Así que básicamente apostamos lo que sabes de mí y tú opinión como estudiante de psicología-

-Así es- dijo seguro

-Dime qué sabes de mí, entonces-.

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Mi preciosa bola de arroz >>> soojun  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora