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Un mensaje había llegado a su celular, era del hospital. No era urgente pero sí preocupante. Salió de su turno de trabajo antes, seguro se lo descontarían pero ya vería cómo reponerlo. Al llegar al hospital lo primero que hizo fue ir a verla.

Ahí estaba tan demacrada como siempre, con los tubos de respiración y las miles de agujas en su piel. La miró con impotencia, no podía hacer nada.

—Jovencito Choi— le llamó el doctor

—¿Sí?— respondió

—Como supo su madre tuvo un paro respiratorio, luego de un tratamiento de urgencia ella regresó a su estado regular, está bajo cuidados, esperemos que no pase a mayores—

—Gracias—

—A su cuenta se anexará el tratamiento de emergencia, le aseguro que cuidamos de su madre y haremos todo lo que esté en nuestras manos—

—Muchas gracias, doctor Lee—

Se sentó en el sillón de la habitación de hospital donde permanecía su madre y suspiró, casi llora de impotencia, pero tras respirar un poco, se calmó.

Vio a la ventana y afuera las luces de los edificios relucían. Parecía un mundo diferente el que vivía al que veía a través del vidrio de la ventana. Un mundo roto, así era el suyo.

Cerró los ojos y ni así pudo dejar de pensar en todo lo que tenía que cargar. Un mensaje lo despertó. Un mensaje que no quería recibir.

"Pronto debes venir y ajustar la cuentas, Yeonjun, Esta vez será en mi casa."

Una lágrima salió de sus ojos y con la orilla del suéter la limpió. Miró a su madre postrada en la cama inmóvil, sin poder abrir los ojos incapaz de despertar, incapaz de ver lo que era él gracias a ella.

No podía odiarla, era su madre y tenía buenos recuerdos de ella, pero desde aquel día su vida había cambiado, y no solo para él, para los dos.

—¿Merecemos esto?—

Dejó la pregunta al vacío porque sabía que su madre no le respondería. Se acurrucó en el sillón y apagó la luz de la habitación, solo dejó que la lámpara le iluminará el rostro. Estaba muy cansado. Mucho.

La luz de la mañana lo despertó, se estiró e hizo ruiditos al estirarse. Vio el reloj y estaba perfecto en tiempo, gracias al cielo. Se despidió de su mamá, firmó la hoja de visitas y la autorización del pago. En casa tomó un baño y se hizo un café, revisó su celular y lo primero que hizo fue abrir el mensaje de YoonGi.

Jimin le había perdonado.

Sonrió al saber de la felicidad de su amigo. Y se puso un poco triste al saber que probablemente no le llamaría más pues ya no lo necesitaría.

El resto de los mensajes eran de algunos chicos. Algunos trabajitos que debía hacer y que no quería hacer.

Le llegó la notificación de cobro a su celular y casi llora, la cuenta de hospital era muy cara.

Cerró los ojos y suspiró. Tecleó y puso fecha y lugar a los mensajes. Debía empezar a juntar dinero para la renta y luego para el siguiente mes del hospital.

La biblioteca, el lugar más tranquilo y perfecto. Ahora arruinado por aquel recuerdo. Fue a su espacio favorito, la sección de literatura. Tomó su favorito y se sentó en uno de los sillones, esta vez no eligió el balcón para observarlo, no. No tenía sentido alguno hacerlo ya.

Pero su suerte era buena o muy mala, cómo explicarlo. Aquel chico estaba frente a él, en la mesa de enfrente, leyendo como siempre y lo peor de todo, o mejor, es que eran los únicos en ese espacio, en esa área de la biblioteca.

Hizo un puchero y recordó lo que YoonGi le había dicho. Hazle ver al idiota lo que se perdió. Bien. Eso haría. No se dejaría vencer por sus palabras. Caería, seguro que lo haría.

Tomó su libro y fue a aquella mesa, se sentó y simplemente siguió leyendo. Como si nada, aunque el corazón le revoloteara y sus ojos quisieran perderse en los rasgos de aquel chico.

—¿No hablé claro ayer?—

El primero en hablar fue el chico. Muy bien, punto para Yeonjun.

—Yeonjun, aléjate de mí, nunca obtendrás lo que quieres conmigo—

Punto para aquel chico, cuyo nombre aún no sabía, y él sí el suyo. Hasta el momento iban empates.

—¿Cómo te llamas?—

—¿Por qué me hablas de manera tan informal?—

—No veo el problema—

Su mirada se desvió a la credencial de la escuela, vio en ella su nombre. Choi Soobin. Bien, ya sabía su nombre.

—¿Cuál es el problema, Choi Soobin?—

—Que soy mayor y no te conozco como para que me hables así—

—¿Cómo sabes que soy menor?—

—Vas en tercero, ¿no?—

Asintió asombrado, volvían a estar en empate. Choi Soobin conocía mucho de él, al parecer.

—¿Qué estudias?—

—Te dije que no me hablaras así—

—¿Qué estudia...?— cambió la formalidad —Hyung

—¿Acaso te parece que quiero hablarte?— cerró su libro y lo miro desesperado

Cerró el libro— usted quiere hablar, hyung

—No me digas "hyung" no soy tu "hyung"—

Hyung

Repitió para molestarlo y lo consiguió, vio aquel ceño fruncido y sus ojos cargados de enojo. Debía aceptarlo, le intimidaba su mirada pero a la vez le era tan atractiva e imposible dejar de ver.

—Yeonjun, no me molestes—

—Lo siento, no intento molestarle— mintió —Pero si estoy logrando molestarlo...—

—Ya vete— dijo cansado y regresando a su lectura

—...no lo dejaré de hacer—

Se levantó de su silla y sonrió como siempre lo hacía frente a todos, falsamente.

—Luego lo veo, hyung

Al voltear borró su sonrisa, no quería llorar pero eso pasó, fue al baño más cercano. El baño de la biblioteca y ahí se desahogó. Era el lugar al que siempre iba, cada que estaba con alguien, iba ahí a aliviar lo que sentía, tristeza, dolor, asco, lo que fuera.

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Mi preciosa bola de arroz >>> soojun  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora