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Era el día y la hora. Se aseguraba de llegar puntual o sabría que nada bueno resultaría. Iba vestido como muñequito. Llevaba una camisa azul suelta de mangas largas con un plisado que adornaba la tela satinada de manera elegante. Había fajado la camisa y llevaba unos pantalones negros ajustados, sabía que así resaltaba su figura.

Tocó el timbre y esperó a que la puerta se abriera como siempre. Sabía a dónde tenía que ir, no era la primera vez que estaba en esa casa. Subió las escaleras y caminó hasta la segunda puerta de la derecha. Primero debía tocar.

-Adelante- escuchó de aquella voz que aborrecía

Suspiró y puso en su rostro un gesto tranquilo y sin expresar felicidad o tristeza. Solo su rostro sin emoción.

-Siempre es un placer tenerte en mi casa-

Guardó silencio. Aquel hombre sabía que para él no era lo mismo aquella visita.

-Ven Yeonjun-

El hombre estaba en la orilla de la cama y con una señal le ordenó acercarse. Sus manos fueron directo a su cintura, le tomaron con una delicadeza que le causaba náuseas. Sus miradas se cruzaron.

-Director Han, por favor no lo haga tan rudo-

-Lo haré como yo desee Yeonjun, por mi puedes estudiar, y debes agradecerme de una forma. Y esa es guardando silencio-

Aquel hombre frunció el ceño, tal vez debió haber callado porque en ese momento el miedo le recorría todo el cuerpo.

No debía resistirse a nada, eso bien lo sabía, si lo hacía las cosas podían ser peor y con él no funcionaban sus trucos. Ese hombre, el director de la universidad a la que iba, claramente sabía que no disfrutaba el sexo y menos con él, así que fingir placer sería una apuesta que simplemente lo llevaría a sufrir más.

-Quítate la ropa- le ordenó mientras prendía un cigarro

Acató la orden, bajó sus pantalones y quitó su camisa. Se quedó inmóvil ante la ausencia de palabras.

-No seas ridículo ¡Todo! ¡Quítate todo!-

Con las manos temblándole se quitó la última prenda, su bóxer. Así estaba completamente expuesto. Ahogó su miedo en el humo que salía del cigarro.

-Perfecto como siempre. Vamos, sabes qué harás-

Se hincó entre sus piernas y esperó a que aquel hombre le metiera en la boca su miembro. Lamió suavemente mientras escuchaba los gruñidos del otro entre calada y calada del cigarro. Solo quería terminar el momento que le parecía eterno.

-¡¿Qué es esa marca que tienes en la espalda?!-

De un movimiento brusco su boca estaba fuera del falo y sus manos tomadas por la fuerza, apretándolas con furia.

-¡¿Quién te marcó?! ¡¿Quién carajos te mordió?! ¡¿Quién mordió mi propiedad?!-

-¡Nadie!- gritó lleno de miedo

-¡Dime o serás tú quien lo pague!-

Decir quién había sido significaba acabar con la carrera universitaria de ese alguien. No podía terminar con la carrera de Kai, ni quitarle lo que más amaba, el fútbol americano.

-No fue nadie-

-¡Eso es una mordida! ¡Tú solo no pudiste! ¡Sabes que soporto que te metas con cualquiera porque lo necesitas y porqué nadie lo haría mejor que yo! ¡Pero no soporto que alguien te haga marca alguna! ¡Así que dime quién fue ahora mismo o serás tú el dueño de toda mi ira!-

-Nadie, nadie- lloró, no podía delatar a el niño.

-¡Me duele hacerte esto, pero no entiendes!-

De un empujón fue a dar a la cama, su pecho subía y bajaba del miedo, tragó saliva y retrocedió hasta la cabecera de la cama, ahí vio que del cajón sacaba algo para amarrarlo. No pudo contener las lágrimas.

-¡Y no llores!-

Pestañeó para contenerse pero no pudo las lágrimas salían y salían. Cuando pudo reaccionar unas esposas de metal lo ataban al soporte de la cabecera. Intentó zafarse. Obviamente ya no podía hacer mucho.

-¡Dije que te calles!-

La punta del cigarro fue a quemarle la piel en sus manos. Gritó al sentir el calor, y solo ganó más quemaduras en sus manos. Supo entonces que no debía hacer ruido. Las lágrimas podrían salir pero mejor no hacer ruido.

-Si haces ruido dolerá más-asintió con los labios bien sellados, no quería más dolor.

Aquel hombre le acomodó, sabía qué era lo que iba a hacer. Cerró los ojos con fuerza y contuvo la respiración.

La primera embestida dolió más de lo que pensaba. Estaba siendo rudo, no estaba teniendo ni un poquito de delicadeza. Y así siguió, sin importarle que a veces su voz no pudiera contener el dolor y soltara quejidos del mismo.

Cuando hubo acabado solo sintió que su cuerpo descansaba, le soltó las manos y lo primero que hizo fue levantarse con las pocas fuerzas que tenía e ir por su ropa.

Sus manos mostraban círculos rojos, eran las marcas del cigarro y ardían como si el fuego siguiera quemándole. Tan pronto pudo se vistió. Si salía corriendo no le abriría la puerta. Primero debía despedirse, o más bien pedir permiso para retirarse.

-¿Puedo irme, director Han?-

-Esta vez fue corto. Además me hiciste enojar. No quiero verte más por ahora. Y este no es tu pago final del semestre. Espero no vuelvas a hacerme enojar. Ya puedes irte-

Caminó despacio hasta la puerta, una vez que sus pies tocaron el asfalto de la calle, corrió, solo corrió hasta donde sus piernas alcanzaron. Sentía que el aire le faltaba de correr tanto, pero era mejor que el dolor en sus manos o en el cuerpo.

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Mi preciosa bola de arroz >>> soojun  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora