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Tocó el timbre y se arregló la ropa. Vestía algo simple, un pantalón negro ajustado y una sudadera amplia.

La puerta no tardó en abrirse y antes de poder saludarle o decir palabra alguna. Aquel hombre lo jaló dentro y le pegó contra la pared.

Sus besos eran desesperados y le obligaban a jadear. Era rudo y demandante. Se dejó tocar y en poco tiempo su pantalón estaba desabrochado.

Le llevó a la sala, ahí en esa amplia habitación vacía le acomodó en el sofá, su pecho se recargaba en el respaldo y sus piernas se apoyaban en el asiento.

-No~ por favor-

Salió de sus labios angustiosos y solo atinó a excitar más a aquel hombre, pues de un jalón le descubrió el trasero y se restregó contra él.

Una mano caliente tomó su piel y jugó con ella, abrió su separación y sin cuidado enterró sus dedos.

Dentro de él sintió el movimiento desesperado de su mano, agradecía humectarse siempre o todo aquello sería muy doloroso.

Nada tardó para sentir que aquel miembro le penetraba. Prestó atención y agradeció sentir el látex del condón en su cuerpo. Nada odiaba más que la sensación desnuda de los miembros que lo llegaban penetrar.

-Baby Y- gruñó en su oído que terminó por lamerle

-Más, más- mintió para terminar lo antes posible.

Gimió con fuerza y cerró los ojos, escondía su dolor y aguantaba las lágrimas. A su mente la tarde del día anterior llegó. Soobin apareció diciéndole puta y él le contestaba lo cierto que era. Puta. Eso era.

-Fuerte- exigió

Su cuerpo lo controló y de un brusco movimiento acostó a aquel hombre sobre el sofá. Se acomodó sobre él y se movió desesperado.

Sus labios dejaban salir palabras que suplicaban seguir y seguir. Se sentía desesperado, esperando más y más. Y se complacía a su ritmo. Ritmo que pronto llevó al orgasmo del otro

-¡Wow! ¡Esta ha sido la mejor, Baby Y!-

Gruñó aquel hombre, que luego de su orgasmo le recompensó con una caricia en las mejillas y un apretón en su trasero que lo hizo enrojecer.

Se dejó caer sobre su pecho y lentamente sintió que salía de su cuerpo. Sonrió, jamás lo había hecho luego de alguna situación como esa. Pero la sonrisa que era razón de una tristeza enorme lo obligó a hacer lo siguiente. No quería llorar. No.

-Esto va por mi cuenta-

Murmuró cerca del oído del hombre y se deslizó a sus piernas. Tomó el miembro flácido y quitó el condón.

Masajeó, humectando con el mismo semen que se había chorreado por su poco cuidado. Y luego tras una sonrisita lasciva lo llevó a su boca.

No dudó en hacer ruidos y ver al otro directamente a los ojos, a quién le veía el placer en la cara.

Sus manos jugaron con sus testículos y subieron a la base. Acariciaba cuanto podía y succionaba con fuerza. Si era una puta, debía serlo bien.

Mi preciosa bola de arroz >>> soojun  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora