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Esperó un rato en una de las bancas. Había un gran error en las instrucciones de Soobin. Nunca especificaban dónde verse exactamente. Y eso lo ponía nervioso, pensaba que una vez más lo abandonaría, o que simplemente no lo encontraría. El caso era que movía sus pies angustiado y hacía pucheros.

Le gustaban los árboles, eran lindos y en otoño le gustaban esos colores rojizos y naranjas con los cuáles se pintaban. Alzó la cabeza para admirar las copas coloridas y recordó muchos poemas que embellecían siempre la caída de las hojas. Por inercia sonrió.

-Fue sencillo encontrarte-

-¡Soobin! ¡Para la siguiente quedemos de vernos en un punto exacto!... Pensé que no me encontrarías-

-No, es divertido así-

-No lo es-

-A ver tus manos-

Las escondió tras él y negó con la cabeza. Pero Soobin no era alguien a quien negarle algo. Fue por ellas y lo primero que hizo fue ver las heridas. Iban progresando gracias al ungüento.

Una vez dejó de revisarlo, le indicó seguirlo. Fueron hasta un gran árbol que hacía una sombra fantástica y en el pasto habían varias margaritas blancas.

-¿Te gusta dibujar?- preguntó una vez ambos se sentaron

-Sí- dijo tierno

-Perfecto. Practicaremos vocabulario. Mmm... Tal vez... Ya sé... Dibuja a una persona-

Se acostó en el pasto, sacó su libreta y los marcadores de colores. Vio que Soobin se recargó en el árbol, sacó un libro de psicología y comenzó a leer sin prestarle mucha atención. No sabía qué dibujar, así que al verlo decidió dibujarlo a él.

Su dibujo era sencillo y abarcaba casi toda la hoja. Dibujó su ropa tal cual estaba en esos momentos y su cabello negro que caía a su frente. Pudo haberle dibujado lentes como siempre los usaba, pero en ese momento no los tenía así que simplemente no lo hizo.

Le dibujó una sonrisa, aquella que recordaba y guardaba como un tesoro, aquella que una vez había visto.

Dibujó sus hoyuelos, bonitos como eran. Se enorgulleció de sí mismo al ver que ese era justo el elemento que le hacía lucir parecido.

Cuando terminó gateó a Soobin y se asomó sobre su libro para interrumpir su lectura, pestañeó y abultó sus labios.

-Puedes dejar de ser tan molesto-

-¿Soy molesto?-

-Lo eres, mucho. A veces no te soporto-

Regresó a su lugar y le dio la libreta con su dibujo a Soobin.

-¿Se supone que soy yo?-

No sabía si su cara mostraba repulsión, alegría, orgullo, o desaprobación. Simplemente sus ojos se achinaron curiosos y sus labios mostraron una mueca mezclada con una sonrisa.

-No me dejaste analizarte. Bien, ese no es el punto-

-¿Pensabas psicoanalizarme?-

-Claro. Pero me dibujaste a mí, no puedo trabajar con ello-

-Eres muy malvado-

-Dejemos eso para otra ocasión, vamos a estudiar. Ven-

Palmeó el lugar a un lado de él para que fuera y se sentará ahí. Obediente gateó y se acomodó, estaba cerca, muy cerca de Soobin, tanto que podía sentir su aroma, uno dulce y suave, justo como el de aquel abrigo que claro, aún no le regresaba.

Mi preciosa bola de arroz >>> soojun  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora