departamento 119 [renmin]

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Narrador: Protagonista

Por supuesto que estaba en un estado de confusión. Era carente a lo que imaginaba. Puede que JaeMin no sea algún estudiante, porque efectivamente no lo era, su edad lo delataba.

¿Un profesor? No lo creo. Quizá es un invitado de algún otro profesor de la universidad, así como yo invité a los chicos. Pese a ello, no sabía lo verídico, lo real.

—¿Qué haces aquí? —me atreví a preguntar, aún limpiando mi camisa y sacudiéndola para que se secara escasamente.

El frunció sus cejas, mirándome como si estuviera… ¿Furioso?

—¿Quién eres?

Fruncí mi entrecejo de golpe, ¿Ahora fingiría no conocerme?

—Pues soy–

Me vi interrumpido cuando se giró sobre sus talones y se fue, ignorándome por completo. ¿Qué le pasaba? No dudé y lo seguí, aunque entre tantas personas lo perdí y decidí rendirme.

Localizándome cerca de los baños, opté por entrar para enjuagar mi camisa un poco y luego ir por los chicos.

—Maldi-…ta sea. —murmuré, tallando la orilla de la camisa cuando la saqué de mis pantalones puesto que la camisa iba metida en estos.

Ahora que me daba cuenta, no solo se había manchado la parte de en medio, sino también un pedazo de los bordes por lo que me vi en la necesidad de desabrochar solo dos botones, arrimar más el atuendo al lavabo y enjuagarlo antes de que se quedara impregnado de por vida.

La puerta de uno de los baños se abrió, me distraje lo suficiente limpiando la ropa, tanto que soltaba quejas porque el color no se iba aún cuando le ponía jabón.

No era una de mis camisas favoritas, pero odio muchísimo cuando algún accesorio mío, especialmente blanco, salía manchándose, me era inservible y se vería horrible con el manchón.

—Me seguiste. —unos brazos se situaron a los costados de mi cintura, sin tocarme, las manos estaban colocadas sobre el tocador del baño, prácticamente acorralándome de espaldas.

No dudé en dar un salto del susto. Alcé la vista hacia el espejo, pasé la saliva en mi garganta con intranquilidad mientras podía sentir como mi labio temblaba menudamente.

La cabeza de JaeMin estaba cerca de mi mejilla, sutilmente inclinado hacia mí.

—No te seguí —miraba su rostro desde el reflejo, esperando a que se hiciera un lado.

—¿En serio? —cuestionó y asentí—. Pareciera que sí.

—No, vine a limpiar lo que causaste.

—He causado cosas peores que esa simple mancha.

Dios, ¿Por qué sentía que su mirada a través del espejo también podía resquebrajarme?

Bajé la mirada, entendiendo el doble sentido de sus palabras.

—¿Qué haces aquí? —pregunté.

Volvió a fruncir sus cejas.

—¿Te conozco? —esta vez hablaba juguetonamente, alzando tan finamente la comisura de sus labios y alzando sus cejas.

—¿Por qué preguntas eso de nuevo?

—Somos desconocidos, ¿No lo recuerda?

—¿Qué?

—Fue lo que pidió antes de golpearme.

—Solo te pedí que dejaras de hablarme.

—¿Y qué estoy haciendo, Huang?