Hilde la estaba haciendo papilla. Eran apenas las 05:00 de la mañana cuando su cêpan la despertó a voz de grito. Hilde nunca antes había reaccionado así, aunque ella tampoco había desaparecido de esa manera.
La tarde anterior, había omitido el entrenamiento para fugarse a compartir con sus amigos. En principio, habían dicho que visitarían un museo, pero se les hizo tarde y tuvieron que cambiar de planes. Número Uno aceptó el cambio de buena gana. De hecho, le daba igual el lugar al que vayan, porque todo se le hacía nuevo y lo único que realmente le importaba era pasar tiempo con ellos.
Sus nuevos amigos no podrían ser más diferentes entre sí. Shirley era alta, delgada y su postura al caminar resultaba divertida para Uno, pues lo hacía con gracia, como si no hubiese nada más importante que lucir un porte esbelto en todo momento. Kaleny es una chica osada, y a diferencia de Shirley, quien lleva el cabello liso y oscuro por la cintura, tiene el cabello corto, al estilo Bob, según le comentaron. Tenía el cabello más corto hacia atrás (casi tan corto como el de los varones), y tan largo hacia delante que llegaba hasta el mentón de la chica, por lo que, según Kaleny, era fácil de lavar y peinar.
Los hombres del grupo eran David y Justin. David era todo un caballero. Usaba anteojos, aunque no siempre, pues formaba parte del equipo de baloncesto de la escuela, por lo que durante las prácticas y juegos, prefería sus lentes de contacto, pues resultaban más cómodos y menos riesgosos. Justin era el más bajito de todos, y el más simpático también. Es rubio, pecoso y cuando se expone directamente al sol durante mucho tiempo, su piel se vuelve rojita. A Uno le llamó la atención, pero no se atrevió a hacer comentarios.
Cuando sugirieron ir al cine, Uno sintió un conocido cosquilleo, por el entusiasmo. Siempre había querido visitar un lugar así, pero a Hilde no le parecía un buen plan y decía que para ver películas, tenían disponibles otros medios que no requieren exponerse a los riesgos que representan compartir en una sala con gente desconocida. Hilde no la entendía y estaba segura de que nunca lo haría. La mujer ya estaba muy mayor, se le notaba bastante y la presión sobre sus hombros no ayudaba en nada.
Aquella fue la mejor tarde – noche que Uno recordaría para siempre, claro que no percibió al par de mogadorianos que la espiaban desde lejos. Disfrutaron una película sin mucho argumento, pero muy divertida, para luego comer hamburguesas, papas fritas, perritos calientes y todo tipo de comida chatarra que se les ocurriera. Fue difícil poner fin al día para luego despedirse, pero tenían que hacerlo, pues al día siguiente era día de escuela y a David su padre lo había llamado más de cinco veces ya.
Era pasada la medianoche cuando Uno volvió a casa. Que las luces siguieran encendidas no fue un buen augurio para ella. Sin duda, su cêpan se había dado cuenta de su escapada y no estaría contenta. Uno hizo una mueca y, sigilosamente, se metió por la ventana.
Hilde estaba sentada en el sillón, cerca de su cama. La expresión angustiada de la mujer hizo que el estómago de Uno se retorciera debido a la culpabilidad, que la golpeó sin consentimiento. Se puso su ropa de dormir sin hacer ningún comentario, y rehuyendo de la mirada acusadora que se cernía sobre ella. Estaba demasiado cansada para sentir algún tipo de pudor.
Uno nunca había recibido ningún tipo de reproche o consecuencia por sus actos, por eso le extrañó cuando, al día siguiente, Hilde la despertó sin ningún tipo de amabilidad, alegando que, si Pittaco supiera los últimos sucesos, estaría muy decepcionado. Salió arrastrándose de la cama, sin imaginar el batallón que la esperaba en el patio.
Se despertó completamente con el golpe de unas manzanas rojas que le dieron de lleno en la parte baja del abdomen. Hilde estaba con todo. Trató de concentrarse, y haciendo uso de su telequinesis, fue esquivando otros proyectiles que le lanzaba su cêpan. Esto habrá durado alrededor de cinco minutos, que resultaron eternos para ella, pues con las pocas horas de sueño, le costaba centralizar su energía en el poder de su mente.
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Las sorpresas de Chicago: Fanfic Loriense
FanfictionAU. Porque Sandor y Nueve merecen un final menos trágico. Este fanfic de Los Legados de Lorien describe los primeros años en el John Hancock Center. AVISO: algunos capítulos incluyen palmadas/azotes a un menor. Si no gusta, no lea.