Extra 4: Temblor

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Giré el bolígrafo entre mis dedos, pensando en qué enfoque darle a la tarea de Iván. Estábamos en mi habitación, estudiando, porque las evaluaciones se acercaban y mi padre quería buenos resultados. La mayoría de las veces, por no decir todas, yo me encargaba de nuestras tareas, dado que mi hermano tiene la inteligencia de un rinoceronte. Si presenta las tareas hechas él mismo, se lleva un cero más grande que su cabeza y entonces me regañan a mí, por no ayudarle.

Hacer las tareas por él es más fácil que intentar que entendiera ciencia, o tecnología o cualquier cosa que desarrollen los soldados durante las clases. Al menos sí entendía bien qué se espera de nosotros como mogadorianos nacidos de verdad, hijos del Gran General. Iván no se atrevía a llamar "padre" a mi padre, pero todos se referían a ellos como padre e hijo, y el General hinchaba el pecho con orgullo cada vez que le comentaban cuán ágil es Ivanick en combate.

No sé exactamente sobre qué escribir. Mientras, Iván estaba acostado sobre mi cama, jugando con su propia Tablet. No había querido prestarle la mía, no quería que husmeara y viera que había hecho amigos en la red, aunque solo congenié especialmente con uno. Lástima que su vida fuera efímera y débil. ¿Permitiría mi padre la modificación de sus genes? Tal vez lo haría si yo se lo pedía. ¿Devet lo aceptaría? Tal vez no le guste mucho la idea. La inyección de... bueno, si bien la modificación genética no era un proceso doloroso, sí era bastante incómodo. Suponía que Devet estaría de nuestro lado una vez que empecemos a dominar los pueblos terrícolas. De todos modos, tendría miedo cuando vea qué pasa con la gente que se resiste a la expansión mogadoriana.

Mi padre me había prometido al menos un pueblo bajo mis órdenes. Aquello me entusiasmaba y me llenaba de dudas al mismo tiempo. A veces, muy poquitas veces, dudaba de la superioridad mogadoriana. Por supuesto, nunca lo he demostrado. Miré al techo, pensando en que le estaba dando demasiada importancia a aquella tarea. Ni siquiera es mía, me dije y escogí una cita del Gran Libro, escrito por nuestro Amado Líder, Setrákus Ra, sobre el que debíamos escribir un ensayo.

- "No envidiamos a la bestia por cazar" – leo en voz alta, aunque me lo sé de memoria, como cualquier mogadoriano que se respeta. – "Cazar está en la naturaleza de la bestia, como está en la naturaleza del mogadoriano expandirse. Por lo tanto, aquellos que se resistan a la expansión del Imperio Mogadoriano, se oponen a la naturaleza misma." – termino de recitar, y lo observo. - ¿Qué significa eso para ti? – Pregunto, porque el ensayo debe ser personal. (*)

- No lo sé – gruñe. – Escribe algo sobre que todos deben morir y asunto arreglado- se encoge de hombros, restándole importancia.

Suspiro, y comienzo a escribir, tachando algunas palabras cuando me parecían muy cultas para el entendimiento de Iván. Juego con el asunto de la rudeza de nuestra raza, la necesaria aceptación y resignación de los terrícolas al respecto. Luego vuelvo sobre lo que escribí y cambio "Tierra" por "Universo". Así nadie quedaba fuera y el poder Mogadoriano se expandía tanto que entonces me darían la posibilidad de dominar un planeta entero. Me rio y un golpecito en la puerta me interrumpe. Cierro el cuaderno de inmediato e Ivanick esconde la Tablet bajo un libro. Nadie puede enterarse de que estamos haciendo trampa.

Me relajo cuando veo que se trata de mi hermana pequeña. Kelly entra sin que nadie le haya dado permiso. ¡Hermanos pequeños! Iba a gritarle un par de cosas cuando me fijo en lo vulnerable que se ve. Tiene el cabello despeinado y sus ojos saltones revelan que había estado llorando. Se frota el brazo con incomodidad.

- ¿Querías algo? – Le dedico una mirada evaluadora. Mi madre la había castigado después de su última excursión y ella no lo llevaba muy bien. Para eso la malcrían tanto, pensé con rabia.

Las sorpresas de Chicago: Fanfic LorienseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora