I. Destino

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En toda mi vida, nunca me había caracterizado, precisamente, por la responsabilidad y el compromiso. Mi curiosidad aunada a lo poco que me importaban determinadas circunstancias, hacían que fuera un verdadero fastidio para la sociedad loriense.

Si años atrás alguien me decía que estaría en la Tierra, tratando de mantener con vida a un Garde, lo hubiese tratado como a un verdadero idiota. Por supuesto, nadie se habría imagino semejante destino para nuestro planeta. Anteriormente, la Tierra había sido un lugar que debíamos explorar, atestiguando cada proceso evolutivo que iba atravesando. Hoy, la Tierra es nuestro refugio, y un lugar que proteger.

No estoy seguro de hasta qué punto somos capaces, dado que los actuales miembros de la Garde siguen siendo niños. Los legados aún no aparecen. Nueve ni siquiera ha desarrollado telequinesis, y si los mogs atacan ahora, el resultado no sería muy diferente a lo acontecido en Lorien. Por ahora, lo único que podemos hacer es entrenar para mejorar su fuerza y velocidad. Espero, una vez en el John Hancock Center, poder equipar el edificio lo suficiente para trabajar también en la coordinación del muchacho.

Número Nueve no ha despertado en toda la noche. Llevamos viajando hace dos días. Son más de setenta y dos horas desde la última vez que dormí. Es bueno saber que al menos uno de los dos tiene horas de descanso. Adaptarme a su hiperactividad fue un gran desafío, pero supongo que me he acostumbrado tanto, que el silencio me resulta extraño.

Me convencí de que es lo mejor. Al amanecer, estaremos en Chicago y lo necesito bien despejado para continuar con los proyectos que tengo en mente. Nueve siempre muestra entusiasmo ante lo nuevo. Imagino que es lo bueno de no relacionarse con nadie. No tiene a quién extrañar, así que recibe cualquier cambio de buena gana.

Nunca he hablado con él sobre lo que fue nuestra vida en Lorien, aunque a lo mejor tiene recuerdos. Nueve es un poco mayor que sus compañeros, regados por cada rincón de este planeta, junto con otros como yo, que tienen la difícil tarea de mantenerlos con vida. A toda costa. A costa de nuestras propias vidas.

Cuando comenzó el ataque a nuestro hogar, y Brandon me explicó de qué iba todo el asunto, había asumido la responsabilidad así, sin más... lo cierto es que no tenía mucha opción, dado que el verdadero cêpan de Nueve murió por mi culpa.

Yo era un desconocido para el niño y nunca antes había convivido con uno. El tiempo que estuvimos en la nave dando vueltas por el espacio, con la vaga esperanza de regresar a Lorien fue suficiente para saber que el niño tenía mucho de mí. Y que yo tenía mucho que aprender con él.

Las sorpresas de Chicago: Fanfic LorienseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora