Cuando desperté aquella mañana, Sandor, que se había quedado conmigo prácticamente toda la noche, ya no estaba en la cama. Miré el brillante reloj de pared y me di cuenta de que era tardísimo. Se sintió raro, pues de los dos, siempre era yo el primero en despertar. Supongo que lo ocurrido anoche influyó en la distorsión de nuestras horas de sueño.
Moví el dedo gordo del pie derecho, y ese simple movimiento hizo que sintiera todo el esfuerzo que hicieron mis músculos en el entrenamiento de ayer. Hice todo lo posible por permanecer en la misma posición, pero sabía que eso sería contraproducente. Estiré una pierna, estiré otra para luego masajear los puntos clave en que más ardían, tal como Sandor me había enseñado a hacer.
Al rato llegó mi cêpan, preguntando cómo me sentía, y la verdad es que, además de las agujetas no sentía más que hambre. Le lancé un cojín en el rostro, y me preocupé. Era demasiado tarde para apenas despertar, pero demasiado temprano como para comenzar a cagarla, pero no se enojó y me sorprendí, porque Sandor decía que si estás jugando o bromeando con alguien, la cara no debe ser un objetivo de ataque. A la cara no, suele decir.
Cuando me levanté, Sandor ya había terminado de desayunar pero dejó para mí una variedad de opciones perfectamente equilibrada. Ni muy muy, ni tan tan. Perfecto. Realmente no soportaba el concepto de "comida saludable" y Sandor me entendía tan bien que me hacía pensar que a él tampoco le gustaba. Incluso así, nunca me libraba de beber leche. Casi todas las mañanas me servía un vaso lleno de leche con olor a medicina. Miré a la camarita que estaba en la esquina del comedor y se me quitaron las ganas de ir y devolver la leche al cartón, aunque no sabía si él tenía acceso a esa cámara en concreto. Debía averiguarlo pronto.
Cuando por fin tuve la barriga llena y el corazón contento, fui a buscar la Tablet en la que había instalado varios juegos y miré si seguía manteniendo posiciones dentro de los juegos. Con el dispositivo en mano, fui a buscar a Sandor, y volví a tantear que me llevara al parque, pero al parecer mis legados iban a aparecer. ¡Por fin! Casi no podía contener mi euforia cuando fui a buscar mis materiales para estudiar. No importaba qué tan tarde despertábamos, Sandor no permitía que me saltara esa parte de la rutina... bueno, ninguna, en realidad.
Fue divertido cuando le pregunté sobre los bebés, yo ya lo sabía porque lo había visto en un documental, pero moría de curiosidad por escuchar lo que él tenía que decir, además era una técnica muy sutil de evitar resolver ejercitarios. Si él habla, yo no escribo.
Al tener tiempo libre, me doy cuenta de que no sé dónde dejé la Tablet, y haciendo memoria, supe que la había dejado sobre una de las mesas de la sala de armas. Me mordí el labio inferior. Mi primer instinto fue pedirle a Sandor que lo busque por mí, pero entonces pensé en que podría averiguar que instalé juegos "no necesarios" en el dispositivo. Era mejor mantener a Sandor lejos de la Tablet, por el momento.
Si bien yo sé lo que hago, y estoy seguro de que los mogos no darán con nosotros simplemente por jugar, también sé que ese argumento no le valdrá a Sandor. Si se entera, se va a enojar, y si sabe que mantengo contacto con una cuenta, será peor. Así que me aguanté las ganas y me conformé con una revista de autos.
Generalmente, nuestros autos son como cualquier otro de la ciudad (por fuera), aunque tenemos el dinero suficiente para adquirir otros más lujosos. Sandor decía que un vehículo del año llamaría mucho la atención.
Vi la oportunidad perfecta para recuperar la Tablet cuando Sandor se fue a buscar comida, pero me encontré con que la sala estaba llaveada. Maldije mi suerte y corrí hasta la sala de juegos, donde Sandor había apartado uno de los juegos porque era muy puntiagudo, lo tomé y probé a ver si me ayudaba a abrir la cerradura. Primero había pensado en la caja de herramientas, pero después de nuestro primer día aquí, no supe dónde la guardó Sandor.
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Las sorpresas de Chicago: Fanfic Loriense
Fiksi PenggemarAU. Porque Sandor y Nueve merecen un final menos trágico. Este fanfic de Los Legados de Lorien describe los primeros años en el John Hancock Center. AVISO: algunos capítulos incluyen palmadas/azotes a un menor. Si no gusta, no lea.