| Sandor |
Aunque generalmente la vida en la Tierra es bastante buena (a pesar de que una raza alienígena hostil quiere borrarnos del mapa). Cuando los mogadorianos atacaron Lorien y aceptamos que no había posibilidades de regresar en un futuro próximo, emprendimos el largo viaje por el espacio, camino a la Tierra. Era el único planeta que había sido considerado de entre todas las que albergan vida inteligente, pues es la que se había explorado en mayor medida y a la cual habíamos ayudado a construir civilizaciones.
Cuando aterrizamos, un humano que según comentaron había sido contactado por el Anciano Pittacus Lore, reunió a su gente de confianza y desconozco la cantidad de información a la que accedieron, pero nos entregaron a cada cêpan un paquetito lleno de piedras preciosas, una dirección con una casa para comenzar y un folleto con instrucciones básicas. Aunque era un planeta que habíamos estudiado bastante, de todas formas el choque cultural fue abismal. Por eso, siempre que nos mudábamos usamos la carta de presentación de que somos extranjeros, sin especificar el país del cual provenimos.
A pesar de los años en la Tierra y muchas horas de práctica, sigo teniendo dificultades con las lenguas. No en el sentido de comunicación, que eso puedo hacerlo en casi veinte idiomas, pero mi acento seguía siendo muy marcado. De hecho, más de una vez me confundían con los franceses, lo cual negaba rápidamente, porque si presentamos determinada nacionalidad, debemos tener por lo menos conocimientos básicos de la cultura y la historia de ese país y si bien podemos aprender muchas cosas con libros e información en internet, yo prefiero no arriesgarme y siempre mantenemos el secreto de nuestro origen bastante vago, igual que mi trabajo. Nadie sabe realmente de dónde vengo, ni a qué me dedico, solo que tengo mucho dinero el cual invierto en vivir bien.
En realidad no siempre es así. Si bien llevamos una vida cómoda, no siempre podemos permitirnos disfrutar del todo. Si estábamos en la mira de los mogadorianos, era mejor mantenernos ocultos y las ratoneras pulgosas eran las opciones más adecuadas para esconderse... no por falta de dinero, sino por seguridad. Lo mejor de aquellos sitios era que nadie hacía preguntas, excepto por una ocasión, en Vancouver, cuando intentamos hospedarnos en un mugroso motel en el que se pensaron cosas que no eran en lo más mínimo y llamaron a la policía. Entonces tuvimos a los mogadorianos y a la poli persiguiéndonos por media ciudad hasta que, finalmente, pudimos mezclarnos con otras personas. A base de robar un auto ajeno, pero en fin. Seguimos vivos y conseguí compensar a los dueños del vehículo, creo que eso debía contar en algo, ¿no? Puede que hayan pasado un mal rato, sin embargo, luego resultaron ganadores de un sorteo del que no participaron, obviamente, pues lo inventé yo y me las arreglé para que todo coincida y no genere sospechas.
El dinero nunca había sido un problema. Pude hacer un buen negocio con las piedras preciosas que aquel hombre nos había entregado y las deposité en una cuenta bancaria que me permitía mantenernos sin dificultades económicas. De hecho, el piso en Chicago se pagaba directamente desde allí, sin que yo tenga que preocuparme por eso.
El dinero nunca había sido un problema, por eso me sorprendió bastante que Alexander le haya dedicado tantas líneas de su ensayo a su "robo". No es que no me importara, el muchacho hizo bien en mencionar el acto pero no me gustó que se haya centrado en eso en lugar de lo que realmente importaba: su intento de escapada. Había pensado en pegarle ahí mismo pero, además de que no me gustaba el hecho de castigarlo en sí, no creía conveniente hacerlo por algo que no llegó a finalizar. Lo catalogué como un intento de travesura para no arruinar nuestro primer día juntos. Caray, que es mi pequeño garde imprudente hecho un muchacho casi tan alto como yo y probablemente con más agallas con las que yo solo puedo soñar.
Además, apenas estaba conociéndolo, cuando todavía estaba cuidando del niño. La versión mayor de Nueve era todo un misterio para mí y me resultaba muy difícil intentar lidiar con él. Cada paso se sentía totalmente fuera de lugar, prácticamente era otra persona y la ausencia de sus Legados me preocupaba muchísimo, aunque él lo tomara con tranquilidad.
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Las sorpresas de Chicago: Fanfic Loriense
FanfictionAU. Porque Sandor y Nueve merecen un final menos trágico. Este fanfic de Los Legados de Lorien describe los primeros años en el John Hancock Center. AVISO: algunos capítulos incluyen palmadas/azotes a un menor. Si no gusta, no lea.