XXXIII: Planes en marcha

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| Alexander |

¿Qué la edad es solo un número? No expresé mi indignación ante tal afirmación porque Sandor jamás podría entender el alcance de sus palabras o todo el debate que podría generar una afirmación como esa porque él y Eli fueron cortados por la misma tijera. No le dije nada porque tenía temas más importantes que atender, y el asunto de Eli podía esperar. La chiquilla sin dudas crecería y entraría en razón, estaba seguro de ello. Aun así, no es culpa suya estar perdidamente enamorada de mí. Soy irresistible.

La niña se había robado mi corazón sangriento desde la primera vez que la vi, con su coleta mal hecha, su vestido destrozado y sus preciosos ojos acuosos, la necesidad de protegerla se apoderó de mí inmediatamente. Por supuesto el sentimiento no es mutuo, a pesar de que ella cree que sí.

Cuando conocí a Eli, ella estaba pasando por un momento muy difícil, porque su cêpan había perdido la vida muy recientemente. Todos los gardes habíamos pasado por eso pero habíamos tenido nuestro tiempo para vivir el duelo a solas cuando ya teníamos una madurez distinta a la suya.

Como en ese momento Cuatro estaba ocupado planificando el ataque a los mogos, Ocho andaba de amoríos con Siete y Seis tenía menos sensibilidad que una mosca, me encargué de Eli, nuestra querida Número Diez. Fueron días difíciles para ella pero conseguimos que viviera su duelo, leyera la carta que su cêpan le dejó y aceptase seguir luchando con nosotros. Durante esos días, los únicos momentos de felicidad robada eran los que pasaba conmigo, pues inexplicablemente mis tonterías parecían alegrarla bastante.

Cuatro dice que no, pero yo estoy seguro de que Eli no está enamorada de mí. ¿Qué clase de enamoramiento puede experimentar una niña de trece años? Lo que le pasa es que sigue aferrada a las sensaciones que experimentó cuando Crayton había perdido la vida recientemente y me convertí en su refugio. Por eso, aunque Siete se haya enfadado conmigo, no la acepté en la Academia Loriense en la Tierra, necesita estar alejada de mí, ella necesita hacer una vida tan normal como le sea posible.

En fin, todo es muy confuso y cuando tenga la oportunidad haré un esquema de mis teorías y las posibles repercusiones que podrían tener en nuestras vidas si permito que lo nuestro con Eli sea algo más que una amistad. Ahora mismo mi prioridad es encontrar la tienda a la que hice el pedido de armas para nuestro entrenamiento con Stanley.

El chico había aceptado la mentoría sin protestar y me pregunté qué estaría pasando por su cabeza porque yo no lo hubiera hecho, mi orgullo no me habría permitido subordinarme pues... ante mí mismo. Tal vez esa era una de las consecuencias que tuvo sobre mí el cautiverio. El extremo orgullo y la soberbia que me llevaron a la disputa con Cinco y el consecuente deceso de Ocho... traté de no pensarlo porque se me hacía un nudo en el estómago cada vez que lo recordaba y me dirigí a la tienda a la que había hecho el pedido.

Tardé más de media hora en taxi y cuando llegué me pregunté cómo actuar, pues se trataba de una tienda de música a las afueras del centro de Paradise. Consideré que no era normal que vendiesen armas de ese tipo, así que me presenté por fecha y hora, no pedí directamente el producto y me sentí todo un genio cuando el dependiente abrió los ojos con entendimiento. Me cobraron más de lo que deberían pero como el dinero no es un problema me resigné rápidamente. Lo guardé en mi mochila antes de preguntar si podían hacer envíos a otras ciudades del país y me dijeron que estaba sujeto a la disponibilidad de choferes y que no emitían facturas legales.

Joder, amo el mercado ilegal.

Aprovechando que estaba en Paradise, y que todavía tenía tiempo de sobra, me paseé buscando la casa de Sam. Nos habíamos cruzado con él cuando estábamos camino a la casa, así que simplemente volví a seguir ese patrón, sin dar todas las vueltas que Sandor acostumbra hacer. Vigilé su casa durante casi media hora y cuando no hubo señales de él ni de su madre, intenté entrar a la casa a hurtadillas pero el sonido de una alarma perforó mis tímpanos. Eso no estaba en los planes y me sentí muy estúpido de no haberlo previsto. Me sentí más estúpido aun cuando la voz gruesa de un hombre empezó a llamar, alertado por el sonido que había provocado el aparatito.

Las sorpresas de Chicago: Fanfic LorienseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora