| Adam |
N.A.: este capítulo se ubica una semana después de los hechos del capítulo anterior.
Las clases de la mañana marcharon bien, como de costumbre. Nuestros horarios de estudio se parecían bastante a los de cualquier terrícola normal, y a la vez no.
El Complejo Ashwood es como un barrio cerrado, para aparentar normalidad. Tenemos nuestra propia escuela, nuestra propia administración financiera y nuestras propias leyes, por lo tanto, la denominación de las asignaturas son similares a las de los terrícolas, pero el contenido es diferente.
El aspecto de los mogadorianos nacidos de verdad, como yo, es lo suficientemente parecido a cualquier otra persona que habite la Tierra, incluso nuestra piel excesivamente blanca tiene explicaciones científicas comprobadas, pero por dentro no. La formación y organización de nuestros órganos es diferente, entonces, en Anatomía, estudiamos todo lo que nos será útil como pueblo mogadoriano. También aprendemos puntos clave que podrían ayudar a salvar una vida, en casos de emergencia. O torturar, si así se requiere.
Así también, lo que los humanos conocen como "La Biblia", en su lugar, nosotros tenemos el "Gran Libro", que fue escrito por el Amado Líder, Setrákus Ra. Allí se describen los principios de la Gran Expansión, y porqué todo aquel que se oponga a la naturaleza de la expansión debe morir.
Es por eso que todos los lorienses deben ser ejecutados. Los lorienses se negaron a recibirnos en su tierra. Intentamos por las buenas y se negaron. Tuvo que ser por las malas...
O eso es lo que siempre me inculcaron.
Desde que tengo memoria, lo único que conocía eran formas y formas de acabar con un garde.
Recordé lo que mi padre había comentado la semana pasada, pues aparentemente, en los laboratorios del doctor Annu se han estado llevando a cabo complejos experimentos tecnológicos que involucran sistemas telepáticos (que se habían desarrollado buscando imitar la telepatía de los lorienses) y un retazo de tela que mi gente había logrado arrancar de un garde en Los Alpes.
Según explicó mi padre, para que el sistema funcione, la mente del involucrado debe permanecer imperturbable, es decir, debe encontrarse en un sueño profundo y así lograr penetrar en sus recuerdos y robarlos. Al parecer, el experimento no funcionó porque el garde despertaba.
Intenté sentir furia, como mi padre, quien pegó el grito al cielo al saber que el tiempo empleado por el doctor Annu había sido improductivo, en cambio, sentí un alivio inmenso. Últimamente me sentía muy confundido con respecto a la ética mogadoriana. Me reproché haber leído estúpidos libros relacionados a la libertad. Sentado en una banca del patio, me pregunté si aquello me convertía en un traidor.
Aparté esos pensamientos de mi mente. Apenas tenía doce años, era muy joven para morir. Porque la traición, entre mi gente, se paga con la muerte. Mi padre no dudará en arrancarme la cabeza si sabe que le di paso a la inseguridad.
Observo a Ivan, quien juega con su grupo de amigos a recrear uno de los enfrentamientos más épicos de nuestra raza. Si bien tenemos una relación estrecha, Ivan es dos años menor que yo, así que las clases de la mañana las daba con otro grupo. Las clases de la tarde, que en realidad forman parte de nuestra formación como guerreros, las hace conmigo, pues es tan alto como yo, y la pertinencia en un grupo o en otro, es determinada según la altura.
Todas las tardes, en la escuela, es de preparación para el servicio a nuestra raza. Algunos que tienen potencial en ciencias, reciben tutoriales y clases magistrales en los laboratorios. Quienes tienen habilidades con la tecnología, van directo al taller. Allí es donde yo desearía estar, pienso, mientras veo a algunos de mis compañeros dirigirse hacia el otro sector de la escuela.
Cuando llegó el momento de hacer doble escolaridad, todos mis maestros e instructores ponían las manos en el fuego por mí, porque sabían que con mi pasión, podría aportar bastante a los trabajos de los ingenieros y soldados que buscan a los gardes, como buitres al asecho. Sin embargo, mi padre no estuvo de acuerdo. El General ocupa el más alto rango que puede ocupar un mogadoriano, incluso entre los nacidos de verdad, así que en lugar de practicar con los rastreadores, pertenezco a un escuadrón de preparación, considerando para mí un futuro como guerrero, tal como lo fue mi padre.
El gran General pensaba que con el tiempo y la práctica podría mejorar mi condición física, y la verdad es que sí tuve un poco de progreso, pero no el suficiente, y que mis habilidades relacionadas al Combate fueran mínimas, hacían de todas las tardes de escuela un verdadero martirio para mí.
En la inmensidad del universo, hay posibilidades de las que no estamos al tanto. Nuestros hermanos y hermanas nacidos en tanque siguen explorando esta y otras galaxias, buscando minimizar el desconocimiento y fortalecer la Gran Expansión. Mi mente divaga y crea universos paralelos, viajes en el tiempo y un mundo en el que los mogadorianos no necesitemos matar para cumplir con lo que se espera de nosotros.
También imaginé un mundo en que mi padre no ocupara el lugar que ocupa. Tal vez, solo tal vez, de esa manera no tendría la presión que tengo encima.
Cuando los demás miembros de mi escuadrón llegan, aparece el instructor de la clase, el Teniente Shanon Shur - Kei. Explica que se harán simulacros de enfrentamientos con lorienses. Agradezco que el subteniente encargado de dirigir a mi escuadrón me asigne una tarea sencilla pero vital: vigilancia y reporte. Creo que nunca antes había realizado un buen trabajo en esta clase y me siento orgulloso de mí mismo. Ya tengo algo con lo que defenderme cuando el General pregunte sobre mis avances.
Ivan, que forma parte de otro escuadrón, tiene un papel mucho más importante, pero casi al finalizar la práctica, como el bruto que es, lo arruina todo al no poder controlar su euforia. Juntos regresamos a casa, que es el edificio principal del Complejo Ashwood, separado por una cuadra y media de la escuela. Caminamos en silencio, cada uno demasiado sorprendido por los resultados del simulacro.
Intento que no le dé demasiada importancia, pues difícilmente aquello llegará a los oídos de mi padre. La mayoría de los mogadorianos le temen al gran General (y no les culpo), así que evitan conversaciones que no sean estrictamente necesarias.
Al llegar a casa, veo que Kelly, mi hermana pequeña, tiene una versión adaptada de lo que los humanos conocen como "metralleta". A mi padre le gusta que aprendamos a manipular artículos de ataque desde bien temprano y por eso realiza modificaciones en la artillería. Para que nos familiaricemos con ellas. Claro que eso dura hasta que comienzan las lecciones de puntería en la escuela. Es entonces cuando abandonamos los juguetes y vamos a por la versión real.
Ella levanta una mano al vernos y me sorprendo cuando, al entrar al edificio, veo que sobre la mesita de la sala hay un sinfín de pasteles, postres y dulces perfectamente elaborados. Observo a mi madre con curiosidad, pues viene empujando un carrito con más comida.
Nos dedica una sonrisa dulce y nos manda a ducharnos. Ruedo los ojos. Todos los días es lo mismo. Sabemos nuestros deberes. Refunfuñando por lo bajo debido a que no hacía falta que nos dijera lo que debíamos hacer, me meto bajo el agua y es entonces cuando lo entiendo todo.
La verdad es que ni siquiera lo recordaba. Había cumplido trece años la semana pasada. Nuestra raza no festeja el aniversario de su nacimiento. Demasiado estúpido y ñoño. En cambio, sí festejamos el aniversario del primer asesinato de nuestros soldados. Como yo no tengo ningún trofeo en mi ficha, nunca me hacen celebraciones, pero mi madre siempre se las arregla para disimular y realiza discretos festines para mí, unos días antes o después de mi cumpleaños, y a mí no me importa, con tal de no levantar sospechas.
Me pregunto si mi padre está al tanto. No le dedico mucho tiempo, porque no me importa demasiado. Aunque todavía no termina, este puede catalogarse como un día perfecto, porque lleva como condimento una pizca de alegría.
N.A.2: Por si no haya quedado claro... los legados de número Nueve no aparecerán todavía (lo lamento, pero no será pronto xD). La mente de Nueve oponía resistencia a la intrusión del sistema del doctor Annu, por eso se despertaba durante la noche.
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Las sorpresas de Chicago: Fanfic Loriense
FanficAU. Porque Sandor y Nueve merecen un final menos trágico. Este fanfic de Los Legados de Lorien describe los primeros años en el John Hancock Center. AVISO: algunos capítulos incluyen palmadas/azotes a un menor. Si no gusta, no lea.