N.A.: este capítulo es desde el punto de vista de un niño mogadoriano.
Miré a mi alrededor, viendo a los pocos terrícolas que paseaban por estos lares. Algunos pedaleando, otros corriendo, y otros simplemente paseando a sus mascotas. El Complejo Ashwood es mi casa ahora, y es agradable aunque lo comparta con otras familias y tenga guardias custodiando constantemente las entradas y salidas del edificio. Hace un poco más de tres años desde que llegamos a la Tierra, aunque algunos nacidos en tanque llevan más tiempo viviendo aquí, desde que comenzó la "Primera Gran Expansión", con el ataque a Lorien.
Alrededor de cien años atrás, en Mogador, mi planeta, como consecuencia de la gestión inmediata de los recursos y la contaminación que no se supo frenar, la reproducción se vio afectada drásticamente. Pocas eran las mujeres que lograban establecerse en periodos de gestación, y por lo menos seis de cada diez mujeres que parían, morían casi con seguridad. Nuestro pueblo estaba muriendo, hasta que llegó el Amado Líder, el Gran Setrákus Ra. Sus vastos conocimientos en genética eran capaces de sanar cualquier enfermedad que se presente. Con su gestión y sabiduría, Mogador se repobló en menos tiempo de lo que parecía posible.
La "Gran Expansión" comenzó cuando nuestras fuerzas militares invadieron Lorien. Como hijo mayor del gran general Andrakkus Sutekh, se me ordenó permanecer en la nave que se mantenía en órbita mientras Lorien era atacada. A pesar de la distancia, podía apreciar con perfecta claridad los acontecimientos que tuvieron lugar esa noche.
Cuando las llamas atravesaron los extensos bosques del planeta vecino, la desesperación y la desdicha embargaron a cada uno de los lorienses. Sin embargo, siguiendo los principios que me inculcaron desde que nací, y obedeciendo las indicaciones del Gran Libro, aplaudí la victoria mogadoriana como los demás miembros de aquella nave, quienes observaban el ataque como un espectáculo de televisión. Mi madre y mi hermanita incluidas. Yo tenía ocho años, pero lloré como un niño de dos. Al rato llegó mi padre, extremadamente alto, extremadamente fuerte y extremadamente serio, con su atuendo empapado de sangre que evidentemente no era suya, y me sacó la tontería de una bofetada.
Ivanick, sin embargo, se chupaba dos dedos, aparentemente ajeno a todo lo que estaba pasando a nuestro alrededor. Ivanick es el hijo del gran guerrero Bolog Shu-Ra, quien pereció aquella noche al servicio de la comunidad mogadoriana. Desde entonces, Ivanick, cuya madre había muerto al nacer él, vive con nosotros, criado como si fuera hijo de mi padre, como si fuera mi hermano.
Los protocolos para nuestra estadía aquí, en Washington D.C., indican que debo presentarme ante los terrícolas como Adam Sutton, aunque mi verdadero nombre es Adamus Sutekh. Yo preferiría algo así como "El Supremo Dictador", pero no se me permite. Aún.
"Adamus, haz tus deberes"
"Adamus, ¿por qué no invitas a Ivanick?"
"Adamus, ¿qué son estas calificaciones? Si sigues así, la totalidad de tu herencia pasará directamente a tu hermano"
El patrón de estas frases había aparecido desde que cumplí diez años y en el colegio comenzaron a entrenarnos para formar parte del escuadrón de guerreros mogadorianos. El combate cuerpo a cuerpo y, de hecho, cualquier cosa que esté relacionada con actividades físicas, no eran lo mío. La idea de dejar que me golpeen y golpear a otros, aunque sea para defenderme me espantaba. "Eres débil, Adamus. Eres indigno del hijo del Gran General".
La atención que me brindaba mi madre ante las palabras de mi padre casi hacía que merezcan la pena sus tratos despectivos. Casi. Durante un tiempo llegué a creérmelo. Creí que era un absoluto inútil, pues tenía la certeza de que si era incapaz de levantar la pierna a una altura considerable, no tenía ni una sola posibilidad de derrotar a un garde.
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Las sorpresas de Chicago: Fanfic Loriense
FanficAU. Porque Sandor y Nueve merecen un final menos trágico. Este fanfic de Los Legados de Lorien describe los primeros años en el John Hancock Center. AVISO: algunos capítulos incluyen palmadas/azotes a un menor. Si no gusta, no lea.