Doctor

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—Ya viene –me aviso Emilia a mi lado.

Yo me mantuve con mis manos abrazando mi tobillo que ahora se encontraba adolorido y con raspones. Un poco de sangre en mis rodillas y mis palmas rojas.

Tal vez por esta vez Emilia había tenido razón por el hecho de haberme puesto protección, mi falda no había ayudado en nada más que permitir herirme más.

—¡Maldita sea! –bufe mirando el piso mojado.

—Yo te dije que revisaramos el clima y tu de berrinchuda nos obligaste a venir a media ciudad a patinar y, ojo, ni tu sabes donde estamos –me continuo reprochando Emilia.

—Al menos pudiste llamar a alguien más, encima sabes que ambos se odian a muerte, aun no me haz aclarado como sabes la contraseña de mi telefono y la de WhatsApp ¡todo tiene contraseña!

—Digamos que es muy fácil de adivinar, la de bloqueo de pantalla fue algo complicada por que te la pasas con el brillo hasta el cero. La de WhatsApp fue fácil, ¿quién en su sano juicio pone su color favorito en alemán?

—¡Me gustan los idiomas! –respondí fastidiada.– y el negro es muy elegante.

—Creí que serias como el cursi de Matteo y pondrías tu fecha de aniversario.

Oh querida Emilia, si que lo había hecho..

—¡No soy tan estúpida!

Emilia giró los ojos para después sentarse a mi lado y quitarse su casco.

Entre más pasaba el tiempo, más ardía la herida que me había hecho en ambas rodillas.

Resulte ser más torpe que la tonta de Luna.

—Bueno, me tengo que ir –Emilia tomo su mochila y botella.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Uno, mi madre me matará si vuelvo a llegar tarde, y dos, para que disfruten su momento de pareja mientras yo y mi soltería buscamos unos nuggets.

—Eso no explica nada, a como va el tonto de Simón, llegará hasta que este muerta de hipotermia.

—Ay que amorosa eres, Ámbi –toca mi nariz dramáticamente pero yo le doy un manotazo– No tarda, dice que llegara en quince minutos, no morirás como en Titanic. Te quiero amargada.

—Tu eres más amargada –Emilia me da un ligero abrazo para después cruzar la calle y perderse entre la mayoría de gente que pasea por la ciudad.

Extrañamente había pasado de ser un día bastante soleado a un día casi invernal, mi piel estaba demasiado fría.

Con cada mini brisa de aire se me erizaba la piel de frío.

Estaba negada a revisar mi celular, prefería esperar dos horas hasta que llegara a mandarle un tonto mensaje presionandolo. Al fin y al cabo estabamos peleados, el debía de disculparse, no yo.

—¿Qué paso? Emilia me dijo que–

—Tardaste mucho –murmure interrumpiendolo y levantandome.

Un gruñido de ardor abandono mi interior cuando me levante tan bruscamente, a regañadientes mire a Simón el cual estaba con las cejas arriba viendome indignado.

—Te mande mensajes diciendo que había tráfico, incluso te llamé –giré los ojos para después tomar mi mochila con los patines adentro– Dame eso, estas adolorida y quieres cargar eso.

—No estoy inválida –Simón ignoró mi palabra para después tomar mi mochila y pasarsela por el hombro, su mano tomo mi muñeca causando un contraste entre mi piel fría y su palma cálida.

Solos |One Shots|Where stories live. Discover now