Capítulo 20: Aralar y Lao Sali

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Era oficial: el hocico de Swiftwind se estaba congelando. Había estornudado varias veces desde que había atravesado el valle que antecedía a las montañas. El Reino de las Nieves estaba ubicado en un terreno alto y fácil de defender. Sí, sí, muy estratégico, pero a Swiftwind se le estaban congelando las pezuñas. El unicornio volador, acostumbrado al clima cálido y húmedo de los Bosques Susurrantes, la estaba pasando mal con el frío que le aguijoneaba las alas. Justo cuando sentía que se le iba a congelar el agua de los ojos, divisó el castillo.

Los azulados picos de hielo se elevaban por sobre el resto de las montañas. En la porción superior, unos edificios cilíndricos remataban el castillo, como si  fueran una diadema. La porción de la mente de Swiftwind que no se había congelado, encontró en los cilindros un gran parecido a las casas que rodeaban la fortaleza de Luna Brillante. Pensar en Luna Brillante le hizo pensar en la Rebelión. Pensar en la Rebelión le hizo pensar en su misión. Pensar en su misión le hizo pensar en la guerra que se combatía en los Bosques Susurrantes. Y todo eso, le hizo pensar en Adora. 

El estómago se le puso más pesado, se le dificultó la respiración y sus ojos se descongelaron frente a una nueva acometida de lágrimas. Swiftwind bufó y sacudió la cabeza, no era momento para ponerse triste. Batió las alas con más fuerzas y se concentró en la fuerza con la que los copos de nieve arremetían contra su cuerpo.

Más abajo, un puente de hielo serpenteaba hasta la entrada con forma triangular del castillo. Varios guardias estaban apostados en la puerta, probablemente observándolo. Aprovechó la atención para dar una voltereta aérea y alegrarse un poco, de paso se quitaba la nieve del lomo.

—¡Iujuuuuuu! —gritó, saboreando el momento.

Le encantaban las acrobacias aéreas, casi tanto como las manzanas.

Acto seguido, se apresuró a llegar a la puerta, si seguía afuera, el frío le iba a congelar las alas y tendrían que ir a buscar un bloque de hielo con alas multicolores al acantilado.

Al posarse en tierra, varios guardias se acercaron a él con cautela.

—¿A-alguien di-dijo Swi-swiftwind? —tartamudeó, manteniendo una pose genial.

Los guardias se miraron y luego bajaron sus picas heladas. Tenían una máscara que parecía hecha de hielo. Swiftwind estornudaría cada dos segundos si tuviera que tener eso en la cara todo el tiempo.

—Tengo que ver a la reina Fro-frosta, la Re-rebelión está en apuros... y también me-me estoy muriendo de frío. ¿Esas má-máscaras realmente lo-los abrigan? —soltó todo junto, sin pensarlo, intenando no tartamudear.

Los guardias volvieron a mirarse, desconcertados. Habían sido entrenados toda una vida para preguntar antes de dejar pasar. Pero... era un maldito caballo parlante con un cuerno y alas de colores. ¿Siquiera había protocolo para estas situaciones?

—¿Quién es usted y qué intenciones tiene con el Reino de las Nieves? —interrogó la guardia que estaba al mando del turno.

—Ya se los dije —insistió, tiritando—. Me llamo Swiftwind y necesito hablar con la Reina Fro-frosta.

El corcel de She-Ra tenía que hacer un esfuerzo tremendo para que se le entendieran las palabras, pero los guardias no parecían tener problemas con el frío.

—Es cierto, Clei, ya lo había dicho —señaló la compañera.

La guardia, Cleia, se tomó un momento para mirar a su compañera, fingiendo que consideraba la situación. Swiftwind pensó que se la quedó mirando un buen rato. Parecía que estaba babeando, aunque la máscara de hielo dificultaba saberlo. Cleia se volvió hacia el unicornio volador.

Defensoras de Luna Brillante: She-Ra Universo AlternativoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora