Capítulo 3: Por el honor de... ¿?

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El alarido de la reina arrancó a Bow del sueño. Fue un fastidio porque era uno bueno; hacía tiempo que no soñaba de esos y, lamentablemente, ya se estaba desvaneciendo.
Se puso de pie trabajosamente, aún con el piyama celeste puesto, para averiguar qué ocurría, pero no hizo falta que averiguara nada. Ángela descendió violentamente desde la cama de Glimmer agitando sus enormes alas y lo tomó por los hombros.

Tenía la mirada de una persona enloquecida.

—¿Dónde está? —lo interrogó con un hilo de voz.

Bow no alcanzó a balbucear un "no sé", que la reina ya había salido, dejando ambas puertas abiertas de par en par. La actitud era alarmante, pero como se caracterizaba por sobreproteger a Glimmer, él no le dio tanta importancia en un inicio. 

Subió los escalones dorados encantados con lentitud. Estos cedieron ligeramente bajo su peso. Al llegar arriba contempló lo que había sacado de sus casillas a la reina. La cama de Glimmer estaba llena de almohadones. Un clásico.

Bajó rápidamente para vestirse cuando escuchó los pasos apurados de las guardias. La reina estaba movilizando a todo el castillo. Entonces vio el papelito. Su mirada se dirigió al escritorio de Glimmer, donde estaba la libreta con una hoja arrancada. Mientras un mal presentimiento crecía en su pecho, tomó el papel que estaba entre las sábanas de su cama y lo leyó:

Bow, si lees esto seguramente estarás muy preocupado. ¡Así que no te preocupes! Estoy bien, no puedo decirte dónde, pero me comunicaré pronto.

Pd: Intenta no decirle a mamá, ¿sí? Te quiero.

Glimmer.

Era indudable que la caligrafía redondeada era la de Glimmer, aunque también era indudable que Bow estaba a punto de desmayarse. Salió disparado con el piyama aún puesto y sin nada en los pies. Apartó a varias guardias en el camino sin pedir disculpas. Hasta que se dio cuenta que era más rápido preguntarles.

—¡¿Dónde está la reina?!

Debió haber puesto la misma mirada que la reina, porque la pareja de guardias se apartó un poco y señalaron con aprensión hacia atrás. Bow soltó una disculpa y reanudó su carrera. A la altura de la habitación de Entrapta encontró a la reina, secundada por la general, hablando con una pareja de guardias.

—¡¿... ningún lado?! —estaba diciendo.

—Su majestad, escúcheme... —empezó la general, pero Bow la cortó.

—¡Sé dónde está! —gritó, poniéndose las manos en las rodillas para recuperar el aliento. Al instante le extendió la carta.

La reina le arrancó el papel de la mano. La general mantuvo la distancia intercambiando miradas entre Ángela y Bow. Parecía ansiosa de decir algo pero no encontraba el momento.

Ángela terminó de leer la carta y se la devolvió sin mirarlo.

—Cuando la vea... tres semanas, no, tres meses... un año... —murmuró la reina con un tono peligrosamente controlado. 

Luego miró a Bow y frunció el ceño, enojada.

—¿Y tú por qué no fuiste con ella?

Sorprendido por la recriminación, Bow buscó las palabras para formar la respuesta, pero la puerta se abrió súbitamente. Entrapta emergió de ella con gesto adusto, aunque era difícil tomarla en serio dadas las hojas y ramitas a lo largo de todo su cabellera violeta.

—¿Quién tomó mi comunicador? —preguntó mirando a los presentes como si todos fueran sospechosos.

La reina dijo lo que Bow estaba pensando.

Defensoras de Luna Brillante: She-Ra Universo AlternativoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora