7. Asuntos Pendientes

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Bakugou

Una vez regresé a mi casa, fui asediado por mis dos viejos quienes no me querían soltar, mientras en lo único que pensaba era en dormir. Aunque nunca se los dijera, estaba agotado, mental y físicamente. Me encerré en mi cuarto y no salí al día siguiente. Apenas probé alimento, pero, no tenía hambre. La estúpida de mi mamá pensó que estaba enfermo, pero solo le dije que estaba agotado y, en parte, era verdad.

Ver la nueva apariencia de All Might, demacrada y debilucha hizo que algo se quebrara en mí. ¿Fue por mi culpa que está en este estado? ¿Mi debilidad lo llevó al límite? ¿Es por mi causa que ya no existe el símbolo de la paz? Estas preguntas me torturaron durante toda la noche, y estaba harto de sentir mi cara húmeda por las malditas lágrimas que no hacían nada más que confirmar el debilucho que soy.

Esa mañana había recibido un correo en el que era informado de que recibiríamos una visita de los profesores para comunicar las nuevas medidas que serían tomadas a partir de ahora. Yo no quería que nadie me viera en este estado tan febril, pero si no me presentaba, daría lugar a las sospechas que con tanto ahínco estaba tratando de ocultar. Me desprendí de mis emociones, y fui a hacerles frente como suponían que hiciera.

Sin embargo, pese a que intenté disimularlo como pude, las marcas de mis uñas en mis manos no hicieron más que profundizarse cuando recibí la visita del Prof. Aizawa acompañado de All Might, ahora en su permanente estado; no es ni la sombra de lo que era, y todo por mi culpa. Durante toda la visita apenas musité palabra, mis ojos estaban clavados al suelo. No me atrevía a mirarlo; no podía.

– ¡Cuento con ustedes! – recibiendo un golpe de mi vieja
– ¡No me golpees anciana! ¡TE MATARÉ!
– ¡CÁLLATE! ¡ES TU CULPA POR SER TAN DÉBIL Y PREOCUPAR A LOS DEMÁS!
– Ustedes dos, cálmense – nos pedía el sonso de mi viejo
– ¡CÁLLATE MALDITO VIEJO! ¡NO TE METAS! – mis nervios estaban a tope. Como si ya no me sintiera lo suficientemente mal como para que me lo recordaran.
– ¿Realmente les parece bien?
– ¿Con lo del dormitorio? Sí, realmente nos parece bien – mientras me quitaba las manos de encima. – Katsuki es un pedante bueno en todo, que nació con un buen don, y es por eso que terminó así. Por eso estaba muy feliz tras haber escuchado lo que dijo en la conferencia de prensa. Eso me convenció de que ha sido vigilado adecuadamente en la escuela. – Ahora tornó su vista hacia mí – Estuve preocupada por él por un tiempo, pero ahora está sano y salvo – llevando su mano a mi cabeza – Así que confío en ustedes y lo dejaré a su cuidado. – Diciendo eso, empujó mi cabeza hacia abajo como reverencia. – ¿No es así? – luego escuché a mi viejo asentir. – Es un chico problemático, pero, por favor, conviértanlo en un buen héroe.
– Así será – respondió con monótona voz el pelinegro.

Una vez habían salido de la residencia, tenía que desprenderme de una duda que arrastraba desde que vi al maldito de Deku llorar. Tanto para ese nerd como para mí, All Might fue la motivación para convertirnos en héroes y, ahora retirado no podía evitar pensar que esas palabras que pronunció, una vez hubo derrotado a All For One, tuvieron otro significado para él debido a la cercanía que ambos compartían.
– All Might – se giró hacia mí – ¿Qué es Deku para ti?
– Un prometedor estudiante aspirante a héroe, igual que tú – antes de poder preguntar más, fui interrumpido por la voz de mi estúpida madre.
– Ya veo – respondí sin estar convencido en absoluto de su respuesta. Era evidente que tanto Deku como él escondían algo. – Si no quieres contarme, está bien. – Dirigiéndome de nuevo a la casa.

Como mi estadía había sido aprobada, me dirigí a mi habitación con la excusa de que debía preparar el equipaje para el siguiente día, pero en realidad, solo quería dormir. No quería pensar en nada más.

Mientras estuve recostado de mi cama, pude ver que tenía varios mensajes en mi celular y entre todos ellos, estaba el de él. No logramos siquiera cruzar palabra cuando estuvimos en la plaza, pero, saber que fue parte de mi rescate, me provocó una sensación inhabitual. No estaba del todo incómodo por ella, pero tampoco la podría describir. Sin considerar en lo preocupados que podrían estar el resto, incluidos el estúpido del cabello puntiagudo de Kirishima.

Tenía que volverme más fuerte. Era la segunda vez que caía preso de algún villano y no habría una tercera vez.

...

Al día siguiente, fuimos citados en el condominio que fungiría como nuestra residencia estacionaria a partir de ahora. Pensar que compartía ocho horas con estos idiotas ya era suficiente castigo como para ahora tener que pasar aún más tiempo con ellos viviendo bajo el mismo techo. Mi poca paciencia estaba siendo puesta a prueba.

En la entrada se encontraba nuestro profesor encargado, Aizawa, para darnos la bienvenida, o más bien, la reprimenda.
– Por ahora me alegra que pudiéramos reunir a la clase 1–A
– Yo tuve problemas – dijo la invisible
– Eso es normal –condescendió la de audífonos
– Ustedes fueron las más afectadas por el gas – comentó del de cola, y así el resto.
– Yo estaba sorprendido también.... – llevando su mano detrás de su cabeza. – Bien, ahora les explicaré brevemente sobre los dormitorios, pero primero... Nos enfocaremos en que obtengan las licencias provisionales – juntando sus palmas. Esto provocó murmullos entre los extras. – Esto es importante, escuchen. – Su rostro se tornó sombrío. – Kirishima – y después de mencionar el primer nombre, los otros no fueron una sorpresa – Midoriya, Yaoyorozu, Todoroki, Iida; esos cinco fueron a rescatar a Bakugou esa noche. – No se escuchaba ni la más mínima brisa. – Sus reacciones me dicen que todos ustedes al menos lo sabían. Voy a dejar de lado una serie de cuestiones y decir esto: – su tono se tornó aún más grave – Si no fuera por el retiro de All Might, los hubiera expulsado a todos excepto a Bakugou, Hagakure y Jiro. – Sentía un incómodo nudo en la boca del estómago. – Los cinco que fueron y los otros doce que sabían, pero no los detuvieron, traicionaron nuestra confianza sin importar la razón. Les agradecería que pudieran seguir los procedimientos y actuar adecuadamente para recuperar esa confianza. – Todos podíamos sentir la implacable energía que desprendía la mirada del profesor. – Eso es todo. Ahora vamos adentro. – volviendo a su monótona voz habitual.

Aún podía sentir la incomodidad en la boca del estómago, y desde atrás, pude ver las expresiones abatidas de todos, en especial del idiota de Kirishima. Por lo que pensé en algo para distraerlos. Arrastré al suministro de electricidad y lo llevé a su límite con un golpe certero en la nuca, donde se conectaban sus terminaciones nerviosas. Hecho esto, adoptó su característico "Yay" cada vez que se vuelve inútil. Mientras los demás se distraían con él, me acerqué al pelirrojo.
– ¡Kirishima! – y acto seguido le ofrecí dinero
– ¿Y esto? ¿Lo extorsionaste?
– ¡No! Lo retiré de mi cuenta. Usaste toda tu mesada, ¿verdad? – Luego del rescate, supe que compró unos binoculares de visión nocturna para tales fines. No podía dejarlo así.
– Sí, pero, ¿cómo lo...? – se los entregué a la fuerza
– Si sigues teniendo que ahorrar por mi culpa, me harás sentir mal. – Apartándome de él. No quería que me hiciera más preguntas. – Muestra tu lado tonto como de costumbre.
– Esto no lo compensará, pero, ¡vayamos a comer yakiniku con este dinero! – lo escuché vociferar seguido de las voces del resto.

Luego se nos fueron mostradas las áreas generales y la división de las habitaciones. Para cuando terminé de desempacar, eran casi las nueve de la noche y estaba agotado. Tomé un baño y fue solo hasta el día siguiente que supe de una estúpida competencia para saber quién tenía la mejor habitación tras leer los mensajes en mi celular. Son todos unos imbéciles.

Camino al ascensor para desayunar, me topé con el detestable del Mitad–Mitad. Como siempre, se mostraba inexpresivo. Los segundos allí adentro se me hicieron eternos. Fue entonces que me percaté de qué desconocía que lo habría motivado a unirse a los otros cuatro para rescatarme. Así que decidí preguntarle
– Bakugou
– Mitad–Mitad – hablamos al mismo tiempo. ¿Tenía intenciones de decirme algo? Como sea, no pude preguntarle, porque la uva y la cinta pegante se interpusieron entre ambos. Está de más aclarar que me separé de los tres en cuanto pude, pero, el resto del día, no logré saber qué quiso decirme el inexpresivo. 

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