37. "Juntos somos más fuertes"

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Bakugou

Como si la noche no estuviera lo suficientemente jodida, las malditas bombillas irónicamente, explotaron por el exceso de energía, creando un espectáculo de cristales que aumentaron la cantidad de heridos, y todo por ese idiota, que campantemente me miraba con superioridad desde las sombras y, si bien que se supiera mi cercanía con Shoto era un tema delicado, no era ni por lejos la desgracia de tener que compartir techo con un psicópata. Sin pruebas, solo alertaríamos a que hiciera su siguiente jugada, pero hacer caso omiso de su confesión tampoco era una opción.

Shoto yacía recostado a pocos metros de mí, presumiblemente dormido tras ser medicado, mientras el resto de los chicos improvisaron futones en el área común.

Me sentía aturdido por la fuerte migraña que se apoderaba de mis sentidos, abrumándome con preguntas que no tenían respuesta: ¿en cuántos otros atentados habría estado involucrado? ¿habría más cómplices en esta misma sala? De ser así, ¿cómo lo sabríamos? ¿cuál sería su siguiente jugada? Odiaba esta sensación de impotencia y frustración que entumecía mi cuerpo, sentía que cada movimiento de mi cuerpo era monitoreado por ojos invisibles e impredecibles.

Sin embargo, debo admitir que, agradecí quedarme dormido tras la medicación esperando, despertar y que esto nunca haya pasado.

El día siguiente, tras las reparaciones correspondientes, estuvimos recluidos en nuestras habitaciones por órdenes de nuestro profesor a cargo mientras se realizaban las investigaciones de lugar, pero yo sentía que iba a volverme loco dentro de esas cuatro paredes. Mi mente divagaba entre las conspiraciones de una maldita uva despechada y la inestabilidad emocional de una de las personas más importantes para mí.

Las clases se reanudaron con normalidad al día siguiente, y aunque aparentemente parecía que todo estaba en calma, se respiraba un ambiente tenso, reflejado en las miradas esquivas de todos. La ausencia del control mental debido a un resfriado no hacía más que ponerme ansioso, aunque considerando los malentendidos que han sostenido antes, me costaba creer que la estúpida uva y él estuvieran aliados, a menos que esa actuación no sea más que una cortina de humo... ¡Detestaba sentirme así de conspiranoico!

No era lo que deseaba, pero estábamos a contrarreloj. Con mi habitual carácter, nadie sospecharía que hiciera que tirara al suelo los libros del bicolor. Si bien su expresión fue inmutable, esperaba que pudiera leer a través de mis ojos mis intenciones.

Y aliviado de que su densidad no fuera obstáculo para descifrar el mensaje subrayado en mi libro de historia, una vez estuve en el almacén para el equipo de entrenamiento, lo llevé hacia adentro procurando que nadie nos escuchara. Se sentía como si hubieran pasado meses desde la última vez que estuvimos juntos a solas, pero lejos de ser una situación confortable, era extremadamente impredecible.

Viéndolo a los ojos, con ojeras cuya causa podría ser desvelo o tristeza, descubrí lo débil que soy cuando estoy con él, pero no era momento para flaquear.
– Debemos hacer algo al respecto. No sabemos de qué más es capaz de hacer esa maldita uva – moderando mi noto de voz, mientras él se aferraba así mismo, como si quisiera mantenerse unido, y fue entonces cuando algo se quebró dentro de mí – Saldremos de esto – sosteniendo su rostro, solo para ver que de sus ojos brotaban dos lágrimas
– Katsuki... – aferrándose a mí – No quiero perderte... – dijo entre sollozos, apoyando su cabeza en mi hombro, al tiempo en que mi respiración se sentía pesada.
– Eso no pasará... – no sabía cuán difícil sería ni mucho menos cuán feliz me haría estar con quien pasó de ser mi rival a alguien que ocupaba mis pensamientos en cada momento, pero de lo que estoy seguro es que no me voy a separar de él mientras lo que sintamos sea mutuo. – Shoto – tenía mi mano a un costado de su rostro, deteniendo el descenso de la lágrima en su mejilla. – Debemos hablar con él... – Rápidamente su respiración se agitó y supe que experimentaba un ataque de ansiedad. – Shoto, estaremos bien. Yo estaré contigo, sin importar el resultado... – tomando su mano y llevándola a mi pecho, como hice aquella vez en su habitación. – Juntos somos más fuertes. – Y poco a poco su respiración se regularizó.

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