30. Me gustan los desafíos

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Bakugou

– ¡Maldición! – sentía mi mandíbula rígida ante la escena en el televisor. ¿Qué no se supone que es el héroe número uno? ¿Por qué no parecía significar nada para esa cosa? Como si ya no le hubieras causado suficientes problemas para que ahora se preocupe por ti. Comenzaba a sentirme enfermo. Lo peor de todo es que Shoto no hacía más que respirar con dificultad, y yo no podía hacer nada más que mirar; odiaba sentirme así de impotente.

– Tiene que ser una broma – pronunció sin apartar la vista del televisor, visiblemente enojado.
– ¿Esto es lo que pasa... – la voz de la reportera evidenciaba su terror
– ¡Todoroki! – era el Prof. Aizawa – Al parecer ya lo viste...
– Cuando no existe el símbolo de la paz...? – continuó la mujer. Mi pecho comenzaba a doler. All Might...
– ¡No digas tonterías! – era la voz de un chico. Todos miramos hacia el origen – ¡¿Cómo mientes así en la TV?! – estaba siendo contenido por otros dos – ¡Mira bien! Sus llamas siguen ardiendo, ¿no? ¡Endeavor sigue vive y peleando! ¡No te deprimas por tus propias mentiras! – estaba muy alterado, pero de todo lo que pronunció, algo pareció calar en los que estábamos allí – ¡¿Quién está ahora mismo arriesgando su vida para salvarnos?! ¡Mira bien! – Y al parecer no fuimos los únicos
– Endeavor, sigue luchando... – ella estaba aterrada, pero no se detuvo. – Resiste con todas sus fuerzas. ¡Sigue Luchando!
– ¡Todoroki! – era el estúpido nerd, frotando su espalda. Solo por esta vez, lo dejaría pasar. Podía ver desde aquí como sus músculos se contraían.
– Sigue arriesgando su vida para salvarnos – ella apenas podía mantenerse en pie debido a la brisa
– Papá... – a lo mejor haya sido producto de la conmoción, pero más que frustrado, se escuchaba triste. – Te estamos viendo. ¡Yo te estoy viendo! – se levantó de un estrépito, con los ojos rojos.

La batalla seguía sin tregua, hasta que ambos cuerpos ascendían a toda velocidad. Poco después la cámara llegó a captar una considerable sucesión de llamas que aumentaban de tamaño a medida que ascendían.

Poco después, la escena generó un ruido sordo que convirtió a la pantalla en un lienzo en blanco. Acto seguido, un gran estruendo hizo eco en el área común y ni siquiera el sonido de nuestras respiraciones era audible. Todos estábamos pasmados.

La cámara estaba desenfocada, pero el descenso a toda velocidad de una figura amorfa no hizo más que hacerme pensar lo peor. Se estalló con tal brusquedad en el suelo que la ventisca que generó barrió con todo objeto que no estuviera sujeto. La expresión en la cara del bicolor me estaba quebrando, ¡¿acaso ese era lo mejor que el actual héroe número uno podía hacer?!

Pero una vez se disiparon las llamas, la figura del corpulento hombre se hizo visible, con el puño levantado en señal de vitoria.
– ¡Endeavor está de pie! – el grito de la reportera nos devolvió el aliento al unísono, al tiempo en que Shoto se dejó caer en cuclillas, siendo auxiliado por nuestro profesor a cargo, Deku y los otros tres extras del estúpido squad. – ¡Está posando de pie con el puño en alto! – Vaya forma de hacer valer su nuevo título.

Estábamos tan sumergidos en el reportaje, que había obviado la presencia del pelirrojo, a quien busqué sin rastro en el área común. Pese a que debía aclarar las cosas con él, quería estar con Shoto, y no podía evitar sentirme más impaciente porque al fin estuviéramos a solas.

Estaba sentado sobre su cama, sosteniendo su cabeza sobre sus rodillas. Había tanto que ese el heterocromático parecía esconder detrás de sus ojos gris y azul, que parecía estar en estado catatónico. Conociendo lo reservado que es, sería muy difícil hacerlo hablar y a lo mejor, eso era lo mejor esta noche.

Me acomodé detrás de él para abrazarlo. Su corazón latía de forma irregular, y lo que hice fue hacer que se apoyara sobre mi pecho, para regular nuestra respiración. Con suaves movimientos, acariciaba su cabello y parecía estar funcionando, pues, comenzaba a dar señales de quedarse dormido.
– Será mejor que nos acomodemos – susurrándole al oído. Él se colocó sobre mi pecho, poco antes de que apagara la luz de la mesa de noche.

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