23. Nuevas dinámicas

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Todoroki

Las noches siguientes a mi regreso, no hacíamos más que compensar el tiempo en que no estuvimos juntos. No quería separarme de él, y pese a sus expresiones de disgusto, sé que él tampoco. Durante el día no hacía más que esperar a que llegara la noche para disfrutar de nuestra mutua compañía sin cohibiciones.

Estábamos sentados justo en el centro de su cama, uno al frente del otro. Mis manos recorrían su cabello y hombros, mientras sus manos formaban arrugas en los pliegues de mi pijama. Mi nariz estaba impregnada con su respiración y el dulce aroma a azúcar quemada. Nuestros labios se coordinaban con movimientos pausados, como si no quisiéramos concluir el beso. A él le gustaba tomar mi labio inferior, hasta bajar a mi barbilla y luego a mi cuello. Nuestros cuerpos se acercaban aún más y sutiles gemidos se hacían audibles con discreción.

Sentir sus labios húmedos recorrer desde mi clavícula hasta la yugular, no hacía más que afianzar mis dedos en su rubio cabello. Podría fácilmente volverme adicto a él, si ya para ese entonces no lo estaba. Las noches en las que dormí solo en mi futón, deseando refugiarme en su abrazo nocturno, me resultaron eternas.

Tomé nuevamente su rostro, para saciarme con sus labios, pasando a sus pómulos, su frente y nariz. Podía sentir como se estremecía a los repentinos roces, para nuevamente besarlo, aferrándolo a mí.
– Te extrañé Bakugou, – pese a la oscuridad de la habitación y a la tenue luz exterior que se colaba entre las cortinas, pude notar un ligero tono carmesí en sus mejillas – mucho. – Mis manos no podía dejar de acariciarlo, verlo a los ojos me hacía sentir la urgencia de quererlo más cerca.
– Si te sientes culpable por irte sin decirme nada, puedes comenzar a contarme qué ocurrió. – no parecía molesto, más bien expectante.
– De acuerdo – me giré hasta estar recostado en su pecho. Él apoyó s cabeza en mi hombro, al tiempo en que sus manos rodeaban mi cintura, acercándome a él. Tomé una profunda bocanada de aire antes de iniciar. – Con frecuencia estaba comenzando a experimentar episodios en los que recordaba los... constantes abusos de mi viejo – mis manos comenzaron a temblar. – Razones por la que mi madre está hospitalizada, mis hermanos retraídos y yo con la pesada carga de ser el resultado de lo que buscaba, una mera herramienta que lo supere. – Comenzaba a sentirme abrumado, mis músculos me dolían al pensar en nuestra última pelea, fue entonces cuando sentí cómo Bakugou entrelazaba sus dedos con los míos, calmándome al instante.
– No tienes que continuar si es muy difícil para ti. – su voz como en un susurro, eliminó la angustia que sentía.
– No podía pensar con claridad... – continué – Aún intento lidiar por lo que siento por él, mientras pienso en el tipo de héroe en el que me quiero convertir. –Giré mi rostro para encontrarme con sus ojos – No quería lastimarte y no supe cómo lidiar con lo que sentía...
– ¿Qué te hizo pensar que alejarte de mí iba a ser de ayuda? – liberó una de mis manos, para llevarla a mi mejilla – No dudes en hablar conmigo nunca. Siempre estaré para escucharte. – Solo cuando me hablaba con este tono neutral, sabía que hablaba con el Bakugou que a solo unos pocos había sido mostrado, y con el que quería estar siempre. – No me excluyas o me alejes de ti; quiero ayudarte. – No pude pensar en nada más que besarlo, esta vez con más ímpetu, tenía hambre de él. Entonces entendí que estaba agradecido de tenerlo en mi vida, de estar con él, tanto que comencé a cuestionarme si lo merecía.
– Gracias, Katsuki – apoyando mi frente contra la suya. Estaba tan sumergido en su presencia que lo llamé por su nombre. – Quiero llamarte así. – Él me miró conflictuado, adquiriendo un color rojizo. – Y quiero que me llames por mi nombre, que ahora que lo pienso, jamás lo has hecho. ¿Seguro que sabes mi nombre?
– ¡Claro que sí! – era divertido verlo así de complicado por solo nombrarlo
– Quiero escucharte decirlo – girándome para estar de nuevo frente a él. No solo estaba de un intenso color rojo, sino que también la temperatura en su rostro era palpablemente elevada.
– Eres un idiota ... – acercándome a él con rapidez – Shoto – selló mi reacción con un beso, aunque no podía evitar sonreír en cada oscilación. Solo con él me sentía así de pleno, y quería que así fuera indefinidamente.
– Eres lo mejor que me ha pasado, Katsuki – logré decir en una breve pausa
– Lo sé – volviendo a tomar mis labios.

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