Capítulo 13 | Máscaras

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PARTE II

«El hecho de que el amor es de dos clases, uno que ordena y otro que obedece. Los dos son bastantes distintos, y la pasión a la que da lugar no es la pasión del otro» —Honoré Balzac. 

—¡Habrá celebración! ¡Habrá celebración! —exclamó cantarina la señora Norris. Luego de haber estado con los niños Murray en el exterior junto con Lady Giana, esta misma tuvo que marcharse debido a asuntos maritales  y por ende, nosotros debíamos volver al interior de Gardenfield para almorzar.

—¡Edward! —Llamó la señora Norris de forma inmediata, haciendo que su voz produjera un grave y ferviente eco en el hall de la mansión. 

Evan junto con sus demás hermanos tuvieron que taparse sus oidos con las palmas de sus manos hasta que cesara el molesto sonido.

—Sí, señora Norris. —respondió Edward un tanto acelerado, había llegado a los pocos segundos de que el eco finalizara para la sorpresa de todos. Se acomodó la camisa a cuadros y el sombrero que portaba, para después mirar a la señora Norris que se encontraba exasperada de sobremanera.

Sin duda, en ese momento no hubiera querido ser el joven Edward ni lidiar con el carácter que estaba invadiendo a Prescott Norris por nada del mundo. Su carácter era difícil cuando se mostraba calma y muda, y ahora que era todo lo contrario, su poder de producir pavor y nervios a diestra tanto como siniestra aumentaba.  

O quizás la que exageraba un tanto era yo por no conocerla en su totalidad. Por más que hayamos convivido un mes entero juntas, aun no podía acostumbrarme a sus reacciones hostiles, esas que iban dirigidos a sus subordinados y siempre estaba atenta a cada regla que ordenara cumplir.

—Reúna a todo el personal, quiero que todos estén pendientes de los preparativos para la festividad de esta noche —decretó, sosteniendo su mirada severa. Distinguí como el joven Freeman tragó dos veces antes de asentir en su dirección.

—Creí que este año sería como el resto —murmuró Edward para si mismo antes de retirarse y avisarle a los demás lo que había dicho la señora Norris.

Aquello me había dejado desconcertada, mi mirada se perdió en dirección al joven y cuando no estuvo más en mi campo de visión, miré a la señora Norris con la intención de preguntarle que quiso decir.

No obstante, alguien inimaginable se adelantó.

—Es el cumpleaños del señor Hoffman, señorita Baudelaire —explicó Erwin con las mejillas sonrosadas y mirada gacha, por otro lado, el resto de sus hermanos asintieron al unísono, corroborando lo dicho anteriormente. 

Al instante, la conservación que tuve con Ayrton horas atrás me invade y logro comprender lo que quiso decir entre líneas con respecto a la inesperada visita de lady Giana. No fue pura casualidad, ella había llegado con intenciones de que el señor Hoffman diera su brazo a torcer en cuanto al festejo de su cumpleaños y al parecer, tuvo éxito en su cometido.

O al menos, esa es una teoría que mi mente meticulosa elaboró con rapidez.

Sin embargo, hay un hecho que aun no logro descifrar y ese es el por qué me quería presente la prima de Ayrton en la conversación que ambos tendrían en su despacho. Mi puesto en Gardenfield era claro, ser la institutriz que habían solicitado y nada más. Por más que mi impulsivo tanto como obstinado corazón quisiera más de lo que la realidad llegara a darme, no debía mezclar mis sentimientos con el deber. Podía darme el lujo de ser compresiva, atenta y consejera ante los niños Murray, pero al mismo tiempo —si algo no andaba bien—  autoritaria, disciplinada y mordaz. 

Tentación inefable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora