Capitulo 15| Concupiscencia [+18]

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«La pasión a menudo convierte en loco al más sensato de los hombres, y a menudo también hace sensatos a los más locos»— François de la Rochefoucauld


PARTE II

Desato el vestido que trae puesto con un movimiento raudo y la llevo hasta la esquina de la habitación. Con mis nudillos recorro la nívea piel de sus hombros hasta llegar a sus muñecas para así tomarlas con imperio. Seguidamente, las elevo hacia arriba y junto uno con la otra para atarlas a la soga que se encuentra arriba de su pequeña cabeza. Aria esta desnuda en un simple abrir y cerrar de ojos, y tan deseosa como yo, sus facciones la delatan con facilidad. 

Este encuentro será lo contrario a nuestra primera vez.

Más duradero.

Más desenfrenado.

Me hinco enfrente suyo, como si fuera a rezar algún Santo. En vez de eso, voy recorriendo su delgado abdomen con suaves besos hasta llegar a su feminidad, la cubro por completo con mi boca y escucho el fuerte gemido que emiten sus gruesos labios. Siento que sus músculos se contraen y vislumbro como su piel se eriza de manera fugaz. El calor que emanan nuestros cuerpos hace que comencemos a sudar y mi virilidad se pone cada vez más dura cuando los sonidos que salen de los labios de  Aria resuenan en el despacho sin ceso. 

No me importa quiénes estén escuchando detras de las pareses los ruidos que se alzan con altitud. Ni lo que piensen de nosotros, era el amo y señor del Castillo de Dunster tanto como de Gardenfield, duque legítimo de Somerset y Aria... Aria sería la dueña de todo este imperio, de mis sentimientos más cálido hasta los las umbríos.

Sería mi duquesa, mi futura esposa sin importar que la corona de Inglaterra la rechazara. Haría todo lo que este en mis manos para que este a mi lado.

—Yo cumplí con mi parte del trato, señorita Baudelaire —informo mientras me levanto con lentitud hasta llegar a su rostro. De nuevo su aroma a bosque me embriaga tanto como asalta el corazón de manera inesperada, haciendo que lata frenéticamente. Mi dedo pulgar se apoya en su labio inferir y continuo hablando sin perder un segundo más en aquel súbito silencio—. Ahora, es su turno de cumplir con su parte. Deberá  hacer lo que le pida —continuó hablándole—. Quiero que lo chupes y lo saborees.

Me contempla azorada, su vaga inocencia se presenta en cada extremo de sus facciones y los varios tonos rojos se apodera de sus mejillas. Siento que tiembla, pero no por miedo, sino por otra causa.

Placer. 

Aquel placer que su cuerpo está negando para no parecer vulnerable ante mis dominios.

—¿No me ha entendido a caso?—pregunto con la voz ronca, autoritario y apoyando mi cuerpo junto con el de Aria. Sus pestañas comienzan a revolotear una y otra vez, como si se trataran de las alas de una mariposa. Al rato niega a modo de contestación con total seguridad. Sonrió lleno de satisfacción—. Entonces, haz lo que te he ordenado. 

Aria abre aun más su labios carmines y comienza hacer lo que le he pedido mientras me mira fijamente con descaro. Lo chupa y saborea con deleite.  En tanto, llevo mi mano hasta su níveo trasero y lo apreto con la yema de mis dedos. Ante ese repentino tacto se detiene en seco. 

—No he dicho que se detenga, Aria —pronuncio con la voz más ronca.

Asiente y sigue haciendo lo que le he dicho. Me alejo de su cuerpo varios pasos y quito las prendas que poseo, desde mi camisa hasta el pantalón azabache. Vuelvo a ir hacia ella, pero, en vez de besarla o algo similar, giro su cuerpo y su rostro choca contra la fría pared. Oigo que emite un leve jadeo ante la repentina acción, pero calla. La recorro con la mirada y vislumbro la marca que le he dejado en su nalga izquierda producto del apretón, mientras que la otra sigue intacta.  

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