X es por Xilófono

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NOTA: recomendado escuchar el sig. video como acompañamiento. Ya luego entenderán el por qué ;D


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Había algo en el bullicio de susurros, el aire impregnado de perfumes y el sonido de pasos sigilosos y rápidos, que hacía que su corazón latiera pesadamente.

Respiró profundo.

Necesitaba calmarse.

No recordaba ser tan nervioso, nunca se consideró alguien que flaqueara visiblemente, aunque por dentro estuviera dudando. Siempre se mostró serio, estratégico y cuando lo requería, sarcástico.

Pero, ¿nervioso? No era algo que demostrara nunca. Porque si alguien como él se ponía tímido, ¿quién tomaría las riendas de la situación? ¿Quién sería el apoyo que todos necesitaban?

Necesitaba ser seguro y asertivo. Algo que, justo ahora, no lograba hacer.

Había una sensación de frío resbalando por su nuca. Sus manos se sentían débiles y calientes.

Nunca en su vida, creyó que tuviera que estar de vuelta ahí, tras una cortina roja gigantesca, oculto de la vista de una cantidad enorme de desconocidos, expectantes de lo que podría ofrecer.

Miró sus manos temblorosas, ¿cómo podrían ellas oprimir esas teclas para que las notas salieran y se creara algo hermoso? Miró al frente de nuevo. El instrumento negro ocupaba el centro. Las luces se reflejaban en su tapa. Destellos pequeños y algunos grandes que hechizaban la vista.

No le era ajeno, después de todo, su infancia, adolescencia y trabajo giró en torno suyo. Huyó de su presencia, y este, volvió a alcanzarlo para librar infinidad de batallas. Sólo que... había olvidado lo que era tocar para un público, porque se acostumbró a hacerlo en un pequeño cuarto oscuro, lejos de ojos críticos, palabras filosas y sentimientos de repudio.

Sólo el piano y él. Aún con la vieja presencia del diablillo, siempre fue él. Ni siquiera Maka ni sus amigos lo veían tocar. Lo escuchaban, lo sentían, pero no lo vieron. Y pensó que sería así por siempre. Tocando en su soledad, demostrando sus emociones con notas fuertes y música diferente a cualquier otra.

La música de su alma.

Pero ahora, estaba ahí. En el mundo exterior, esperando el llamado para salir y ser visto.

No le gustaba esa atención, ni esa luz. No le pertenecía más.

—¿Tienes miedo? —La repentina calidez le hizo mirar hacia su costado y bajar la vista.

Vio su mano antes temblorosa, ahora sostenida precariamente por el diminuto tamaño de una pequeña mano.

Una sonrisa abarcó su rostro. El dueño de la mano era un pequeño niño, de mejillas regordetas, ojos vidriosos color jade y un color único de cabello rubio cenizo. Lo miraba con una preocupación tan enternecedora, que casi le costaba creer que podía existir alguien tan puro como él.

Tan difícil de creer como el hecho de que era su hijo.

—¿Miedo? Por supuesto que no Mike, tu papá no le tiene miedo a nada —murmuró mientras lo cargaba. Tenía apenas cinco años y vaya que estaba creciendo bien. En poco tiempo ya no podría cargarlo más.

SoMa en el abecedarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora