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Una hora después me amarraron a una silla

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Una hora después me amarraron a una silla. No forcejee mucho, ni siquiera tuvieron que sedarme. Pronto me quede dormida, no sabía qué hora era, ni cuánto tiempo llevaba aquí, pero por alguna razón sabía que no era mucho. Ahora estaban ahí, enfrente de mí, yo estaba viéndolos a cada uno con detenimiento, mi mandíbula dolía de lo mucho que la apretaba.

—¿Por qué no me han matado? — pregunté, removiéndome en el lugar.

Polque te necesitamos viva, no tenemos de otla.

—Aunque — se acercó Nadando a mí, me tomó del cabello y me dio un tirón hacia atrás — no me molestaría torturarte.

—Acordamos no hacerle nada — se metió Emilio, caminando hacia dónde estaba.

—Tú acordaste no hacerle nada — contestó de vuelta Nadando.

—Déjanos solos — ordenó Xiaomi, dándole un movimiento de cabeza al de sombrero negro, supongo que para que se quedara.

Emilio apretó sus puños y salió, dando un portazo a la puerta.

Nadando se apartó de mí y quedó a la misma altura que Xiaomi, ambos a una distancia considerable.

—A ver, déjenme ver sus manos — hable, levantando un poco mi cabeza.

Los noté confundidos.

—No sé si se acuerdan que me tienen amarrada, no puedo hacerles nada aunque quisiera.

Ellos dudaron un poco, pero accedieron.

Los mire con burla y baje mi mirada a sus manos.

—Ah sí, efectivamente, no les alcanza para pelármela  — carcajeé.

Segundos después sentí un golpe seco en mi mejilla izquierda.

—Deja tus putos chistes.

—Tal vez deberíamos de hacerte algo antes de la llamada.

«Ah chinga, ¿qué llamada?»

—Podría hacerte una cortada aquí — siguió Nadando, sacando una navaja de su bolsillo y pasándola por mi mejilla derecha — o cortarte el cabello ¿te apetece un cambio de look?

Podliamos hacel eso — Xiaomi se puso a mi altura — hay que hacelo.

Los mire asustada. Nadando posó la navaja en mi mejilla y corto sobre ella, solté un gran quejido.

—Sigo sin creer que estes con Conway. De verdad que no me lo creo — dio otro corte mientras que Xiaomi me dio otra cachetada — es una pena que tengas que aguantar todo esto por él.

—Esto no lo hago por él — contesté.

Me tomó del rostro con fuerza, presionando en las recientes heridas.

—Bueno, nosotros sí.

Más y más golpes, cortadas por mi rostro y parte de los brazos. Los hijos de la chingada me estaban dejando como una muñeca vieja y rota. Yo intentaba seguir burlándome de ellos para hacerlos enojar, pero llegó un momento en el que no tenía ni fuerzas para contestarles. Nadando acercó su mano lo suficiente a mi boca como para que mi aliento chocara con su mano. Me arme de valor y con un movimiento rápido le di una buena mordida.

—Joder, sí que eres una perra — se quejó. Su mano sangraba un poco, mis dientes estaban marcados en ella.

—Y una hija de la chingada también.

—Diablo — habló Xiaomi por la radio — tlae la computadola.

Minutos después entró otra vez Emilio, con traía una computadora y un pequeña mesa de las que se doblan. Lo colocó en el centro del cuarto y se quedó en una esquina.

Tocaron un par de cosas y pronto estaban esperando que la otra persona atendiera la llamada. Deberían de tener esa cosa protegida con algo para que la policía no lo rastree, era obvio que no eran estúpidos.

Pronto en la pantalla apareció Jack, sus manos estaban sobre el escritorio, sus mangas estaban dobladas hasta los codos y su cabello levemente despeinado. Sabía que él me estaba viendo, y al parecer me veía peor de lo que pensaba pues sus ojos se llenaron de enojo y de lágrimas.

—Hijos de puta — gruñó.

—Cuidado con tus palablas, Jack. No quieles sel culpable de su muelte ¿veldad?

El de sombrero negro me tomó del rostro de nuevo y acercó la navaja. Solté un jadeo, me dolía. Me dolía un chingo.

—¡No la toquéis!

—Demasiado tarde, no sabes cuanto me he divertido con ella.

—Estoy bien, estoy bien — susurré. Ya estaba llorando. Quería irme — han estado batallando conmigo, y eso que estoy atada.

—¿Alguien te ha dado permiso de hablar?

—Sí ¿sabes quién fue? Tu puta madre — termine de decir para luego sentir otro golpe. Mi boca sabía a sangre.

—Os voy a matar — escupió Jack con furia.

—¿Eso crees? Ya queremos verlo.

Me dieron otro golpe. Escuche las groserías de Jack y después vi a lo lejos a Emilio. Me desmayé de nuevo.

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No fear || Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora