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Horacio manejaba directo a la ubicación que nos había dado Emilio, los tres estábamos en su coche

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Horacio manejaba directo a la ubicación que nos había dado Emilio, los tres estábamos en su coche.
Mi paisano nos dijo que nos veríamos en ese sitio para darle el dinero, que resultó ser la orilla del mar, y que ahí nos esperaría una lancha para poder vernos con él, creo que ahí estarán también los compañeros con los que trabaja.

Llegamos al lugar y ahí estaba una lancha negra, arriba de ella estaba un hombre vestido completamente de negro, con un pasamontañas y un sombrero de pescador del mismo color.

Nos acercamos despacio, aunque creo que era obvio que nos venía a recoger para ir con Emilio.

—Subiros — nos ordenó.

—¿Tú eres Nadando?— preguntó Horacio, haciéndole caso.

Cuando todos estábamos listos, arrancó.

—Correcto.

Su voz se me hacía conocida al igual que su complexión, era uno de los hombres que estaba presente cuando murió Torrente. Un escalofrío recorrió mi espalda.

«Hijo de la chingada»

Llegamos a un pequeño muelle, ahí habían otros dos hombres, supongo que uno de ellos era Emilio.

—¿Trajeron el dinero? — nos preguntó el de máscara de diablo. Era el menor de los Escobilla.

—Sí — Gustabo tanteó su chamarra roja para después sacar un sobre amarillo, el cual contenía el dinero de las drogas— son cincuenta mil.

—¿Y los otros cincuenta? — preguntó de vuelta, mientras simulaba contar el dinero.

—Ya nos los hemos gastado.

Escuche unos susurros por parte de uno de ellos, para luego mirar a mi amigo.

—¿Cómo que se los gastaron?

Emilio nos había comentado que cincuenta mil serían nuestros, a mis amigos se les hizo fácil agarrar su parte, yo les dije que sería mejor esperar a ir con mi paisano para no tener ningún malentendido, pero claro, hacen lo que quieren.

—Hombre, era nuestro dinero.

—A ver, podemos vender más droga para pagarte ¿no?— me estaba poniendo un poco nerviosa, habían morros con armas justo a un lado de nosotros y les debíamos dinero, eso está peor.

Emilio me tomó discretamente del brazo y me acercó a él para escucharlo.

—Por esto no quería que entraras— me recordó.

Tragué saliva e hice una mueca. Ya estaba adentro de esto, no era tan fácil echarse para atrás.

Emilio se alejó de mí y se puso a un lado de Nadando.

Un chico enmascarado se acercó a la pequeña caseta del muelle y sacó un lanzallamas. Eché un brinco hacia atrás pelando los ojos.

—Si no pagan — habló el chico— ya verán lo que os pasara.

No fear || Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora