Estos últimos días hemos dado todo nuestro tiempo a la mafia de la que es parte Emilio. Hemos vendido droga para ellos y todo eso sólo para estar un poco más cerca.
Como mi atención ha estado más en la mafia y en sus actividades, no he podido estar con Jack, así que hoy salimos.Siento que me ha notado un poco más callada y concentrada de lo normal. Era normal, tenía miedo que por un paso en falso que diera yo todo se podía ir a la chingada. Estábamos tratando con personas malas, con las mismas personas que han matado a mucha gente, entre ellas Torrente. No iban a llorar cuando apretaran el gatillo, así que prefería estar totalmente concentrada y no cagarla.
Ahora estaba en el carro con mi novio. Llevaba su traje, sólo que sin sus pistoleras. Yo llevaba un pantalón de mezclilla con una blusa sencilla, no sabía a donde íbamos, pero me dijo que lo que llevaba puesto estaba bien, así que no era necesario cambiarme.
—Tu padre se llamaba Antonio ¿verdad? — me preguntó, viéndome de reojo.
Giro en una esquina.
Asentí, mientras oprimía mis labios.—Antonio Hernández Ávila — respondí.
—Perdón por preguntar, pero ¿en qué año murió?
Lo mire con el ceño fruncido pero con una ligera sonrisa por su repentina curiosidad.
—Nació en 1962 y murió en 2007.
Apretó un poco el volante con sus manos y asintió un poco. Lo notaba nervioso, pero no entendía porque.
Emilio me envío un mensaje diciendo que en unos días tendríamos una reunión con la mafia. Pronto me diría la hora y fecha decidida. Así avise a mis hermanos. Apague el celular de nuevo y centre mi mirada al frente.
Estábamos llegando al cementerio de la ciudad.
Tal vez quería visitar a sus agentes caídos, por lo que no formule ninguna palabra, por el momento.
Se estacionó, se bajó del carro y me abrió la puerta. Comenzamos a caminar por los pequeños caminos del cementerio.
Me tomó de la mano y me dio un ligero apretón. No comprendía nada, pero le seguí el paso.
Después de algunos segundos más, Jack paro de caminar justo enfrente de una tumba, inmediatamente supe que habíamos llegado al lugar que quería.Giro su rostro hacia mí y me dio una ligera sonrisa, se la devolví con extrañeza, hizo un ademán con su cabeza, para que viera hacia la lápida. Centre mi mirada en ella y de repente mis ojos se inundaron de lágrimas.
"Antonio Hernández Ávila. 1962-2007" decía la tumba en letras negras. Era mi viejito. La persona que en verdad me quiso estaba enterrado enfrente mío, cuando creí que jamás podía volver a verlo, estaba ahí, descansando.
—No quería interferir en tu vida privada pero... — lo interrumpí con abrazo.
—Gracias — le susurre entre lágrimas.
Sus brazos me rodearon con calidez. Recargo su cabeza sobre la mía y me meció un poco.
Me separé de él y devolví mi mirada hacia la lápida, seque mis mejillas sonriendo.—¿Cómo lo encontraste?
—Busque algunos archivos, al parecer alguien lo enterró aquí — respondió— pensé que te gustaría, ya sabes, verlo.
Las lágrimas volvieron a caer, y en mi rostro se dibujó una sonrisa. Ladee mi cabeza al ver como se acercaba a la tumba con cautela. Puso su mano sobre ella y la vio por un momento.
—Un gusto conocerlo, señor.
Hice lo mismo con él y volví a sonreír.
—Lo extrañe mucho, papá.
Una brisa cálida se hizo presente, vi como se movían las hierbas del suelo al igual que algunos mechones sueltos que salían de mi coleta. Lo sentí como un abrazo, un abrazo sincero y lleno de amor, como los que me solía dar cuando me caía y lloraba, lo sentía así. Lo sentía conmigo.
Jack se puso a un lado mío y me tomó de la mano, me puse de nuevo como antes, quedando de frente al lugar donde descansaba mi papá.
—¿Crees que nos hubiéramos llevado bien? — me preguntó después de unos minutos de silencio.
Asentí, suspirando.
—Hablarían por un buen rato; te preguntaría muchas cosas sobre tu trabajo; te invitaría un pozole para que siguieran hablando. Se hubieran llevado de maravilla, los dos son igual de tercos.
Soltó una carcajada ronca.
Hice lo mismo y mire con más detenimiento el lado derecho de la tumba. Ahí había un jarrón blanco sucio, adentro de este habían unas flores de distintos colores.
—Jack — lo llamé— ¿tú pusiste ese ramo?
Le señale el jarrón con los ojos.
Vi como oprimía sus labios mientras negaba con la cabeza.—No, debió de hacerlo el cuidador, supongo.
Fruncí mis labios. Debió de haber sido él, tiene razón.
Después de un rato más decidimos irnos.
Nos subimos al carro, pero todavía no arrancó porque puse mi mano sobre la suya, evitando que avanzara.—Gracias, de verdad. Pensé que no lo volvería a ver.
—No tienes porque agradecerme — me dijo, acercándose a mí — esto es importante para ti, así que también lo es para mí.
Mis ojos se achinaron un poco debido a mi sonrisa. Los suyos se iluminaron y acortó la distancia en un beso tierno.
Me dio un pico y después arrancó directo a su departamento.Vi a mi padre de nuevo. Me alegra saber que está descansando en un lugar cerca de mí a que esté en algún lugar que nadie conozca. Y por un momento, aquella punzada que sentía cada día en mi corazón, desapareció, ahora él ya estaba conmigo.
«Como extrañaba a mi viejito»
ESTÁS LEYENDO
No fear || Jack Conway
Fiksi Penggemar¿Qué pasaría si te dijera que Gustabo y Horacio llegaron con alguien de México? No, no son los famosos hermanos Escobilla, pero ¿y si ese "alguien" es una mujer? Mónica Hernández, una mexicana a todo dar, si no la provocas, claro.