Lucas no volvió a pedir más días y regresó a la ciudad y al trabajo, pero nos animó a quedarnos allí el resto del verano. Óscar y Clara fueron los únicos que aceptaron: Alberto tenía pendiente una visita a su abuela, Marina quería acompañarme a casa de mi madre, y yo, aunque no me apetecía mucho ver a Adela, no pensaba enfrentarme a la tentación de colarme en el cuarto de Lucas para meterme en su cama y en la bañera.
Al despedirnos de nuestro anfitrión, temiendo que pasase bastante tiempo antes de volver a vernos, le di un abrazo que él correspondió con una mano en mi nuca. Me estremecí de placer, tanto placer que casi gemí, y de nuevo al notar una leve presión, que me cerró los ojos durante todo un segundo. Un segundo en el que me sumergí en mi aroma favorito, en el que supe dónde estaba mi lugar y mi destino, en el que me sentí profundamente dichosa por haberle recuperado de alguna forma.
Cuando mi madre vio a Marina, su gesto de desaprobación fue inmediato y evidente, pero mi amiga lo ignoró e intentó congraciarse con ella evitando mentar a su hermano. Y gracias a su presencia, los reproches de Adela me pesaron menos y los siguientes días me resultaron bastante tolerables, aunque di las gracias cuando pude regresar al piso. Aquello me hacía sentir culpable, porque al fin y al cabo se trataba de mi madre, pero no era algo que yo pudiese controlar.
Marina se mantuvo extrañamente callada durante todo el viaje. En el trayecto de ida, y como era habitual en ella, había hablado de cualquier cosa, sin embargo, nada más subir al tren, se puso los auriculares y se centró en su móvil. Al llegar a casa, le pregunté qué ocurría y ella titubeó, confirmándome que no habían sido imaginaciones mías, y cuando insistí, rebuscó en su bolso y me mostró un extracto bancario de la cuenta corriente de mi madre.
―Había más, pero habría notado su falta.
―No entiendo.
―Fíjate bien. Me he traído el más antiguo.
Revisé los movimientos uno a uno hasta que vi una cantidad excesiva que no era del sueldo de Adela, porque este, además, ya aparecía reflejado. Y por el mes, tampoco era una paga extraordinaria. El concepto no aclaraba nada, pero la fecha era demasiado significativa.
―Te juro que estaba en todos los meses a partir de este ―añadió.
Pensé entonces en aquel supuesto ascenso de mi madre, en mi móvil nuevo y en el viaje a Italia, y en las suscripciones a plataformas online, el sushi habitual, las entradas al teatro, la ropa, y el resto de los caprichos que Adela llevaba concediéndome en los últimos meses. Algo que empezó como una forma de subirme el ánimo, que pronto se convirtió en una costumbre que nos unía a las dos, y que en esos momentos me estaba haciendo hervir la sangre.
Destrocé el papel con las manos. Marina trató de impedírmelo y se agachó a recoger los pedazos.
―Lo necesitamos para enfrentar a mi hermano ―explicó.
―¿Para que lo niegue?
―Sabré si está mintiendo.
―¿Y eso de qué servirá? ¿Te has parado a pensar por un momento en si contarme esto era lo mejor, o solo pensabas en hacer de alcahueta? Me prometiste...
―Claro que lo he pensado. Llevo días haciéndolo. Pero creo que, pase lo que pase entre mi hermano y tú, tenías que saberlo.
―¿Por qué razón? Solo sirve para demostrarme que se siente culpable, Marina.
―No lo tengo tan claro. Y tu madre nunca estuvo de acuerdo con vuestra relación, pero aceptó este dinero.
―Porque era para mí.
―¿Y si llegaron a algún acuerdo? ¿De verdad no quieres saber si Lucas...
―Ya le pregunté ―la interrumpí casi gritando―. Dame eso.
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Atado a ti (2022)
RomanceIrene Muñoz era una niña cuando conoció a Lucas Castro, el hermano mayor de su mejor amiga, y se quedó impresionada con él, con su carisma y decisión. Su diferencia de edad y el matrimonio de Lucas los mantuvieron alejados, hasta que a punto de ir a...