Vi amanecer por entre las cortinas del balcón. Mi cabeza no dejaba de discurrir porque mi corazón no le permitía hacer otra cosa. Me sentía dolorosamente dividida. Y, al final, solo había podido llegar a una única conclusión, que me avergonzaba más que nada: si pretendía dejar a Lucas, no podría ser en persona.
Seguía sin querer hacerlo, temblaba de solo pensarlo, pero había demasiadas razones en contra de mi amor por él. La más importante, que englobaba a todas las demás: que Lucas no quisiera a Alicia no significaba que me quisiera a mí, no significaba que verdaderamente él no me necesitase como se necesita un tratamiento ante una enfermedad. Y mis sentimientos me impedían desearle otra cosa que no fuese una cura, una solución definitiva.
Aunque ignoraba cuál podía ser esa solución, esperaba con toda mi alma que retirarle la muleta de nuestra relación le hiciese reaccionar y buscar ayuda de verdad. Y esperaba, de igual modo, que el golpe no fuera tan fuerte como para hacerle sucumbir. Eso me aterraba, y como no lo había hecho nada en toda mi vida, pero lo último que debía mantenernos juntos era algo así.
Di un respingo cuando sonó el despertador. Lo apagué rápidamente y fui a darme una ducha. Aunque no me despejó la mente, sí que creció mi valor. Claro que mi decisión flaqueó al volver a ver a Lucas, más aún en la mesa, mientras desayunábamos, cuando él me miró como si esperase algo. Después de todo, me había mostrado una parte horrible de sí mismo y no debía de imaginarse que eso me provocaba una profunda dicha.
Cuando me limité a preguntarle qué ocurría, se me quedó mirando un momento y luego solo dijo que me veía más bonita que nunca. Y cuando no pude evitar sonreír, me reveló que me acompañaría a la estación de metro. Recordé que él llevaba sin salir de esa casa desde hacía casi un año y no fui capaz de negarme.
Al ver a Héctor, me acordé de que no era solo mi chófer. Y me pregunté cómo había desempeñado exactamente su labor de guardaespaldas, debiendo evitar que yo le viera, y cómo sería a partir de ese momento si contaba con mi aprobación.
―Cualquier tipo de ayuda que necesites, pídesela a él ―me dijo Lucas en el coche―. Y, Héctor, no quiero que me cuentes nada más, solo que cuides de ella.
―Entendido, señor.
―Me gustaría saber de qué forma lo hará ―dije.
―Mantendré las distancias ―aseguró el aludido―. Solo confío en que no le importe que tome el metro y otros medios de transporte con usted. Y cuando pueda, me gustaría geolocalizar su móvil. Así podré ajustarme mejor a sus movimientos y no molestarla demasiado, y usted contará con un botón de alarma para cualquier problema en interiores.
Había sospechado lo del móvil, aunque esperaba que eso ya ocurriera. Habría sido una razón más para alejarme de Lucas. Y lo mismo me sucedió cuando supe que no era la única que contaba con aquella protección, a pesar de los intentos de Marina por lograr que su hermano se la retirase.
―¿Y qué pasa contigo? ―le pregunté a Lucas―. ¿Cómo vas a regresar a casa?
―No creo que corra ningún peligro.
―No me refiero a eso ―gruñí―. ¿Tú no necesitas que te cuiden?
Sonrió y miró el espejo retrovisor derecho.
―Se llama Rodrigo y está en ese Audi azul de ahí atrás.
Cuando informé a Marina sobre la salida de su hermano, ella abrió los ojos como platos. Pero las dos sabíamos que no tenía por qué significar nada más. Lucas había regresado directamente a la finca. Así que, superada la impresión, me riñó por utilizar aquello como excusa para no hacer lo que debía hacer.
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Atado a ti (2022)
RomanceIrene Muñoz era una niña cuando conoció a Lucas Castro, el hermano mayor de su mejor amiga, y se quedó impresionada con él, con su carisma y decisión. Su diferencia de edad y el matrimonio de Lucas los mantuvieron alejados, hasta que a punto de ir a...