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Cuando las Navidades llegaron, tuve que enfrentarme a pasar unos días en casa de mi madre. No podría seguir esquivando el tema del dinero y, además, tendría que separarme de Lucas, porque no quería exponerle al desprecio de Adela ni pedirle que se viniese, aunque lo hiciera también su hermana. Era algo más propio de novios que de amigos.

Entonces, Marina sacó el tema y él titubeó.

―No te preocupes ―le dije a Lucas―. Solo llámanos cada día tras la cena. Y si quieres, por las mañanas.

Sus ojos sonrieron y me acerqué a él para darle un beso en la mejilla.

―La pena que me da es que te quedes aquí solo en Nochebuena.

―Siempre puedes ir con mamá y su enésimo novio ―se burló Marina.

No me pude reír. No me hacía gracia porque sabía lo mucho que le pesaba a ella el desapego de su madre, casi tanto como a mí me pesaba el aprecio de la mía. Y además, me dolía demasiado que Lucas no quisiera ver a Claudia si no era estrictamente necesario, que aún no le perdonase que hubiera intentado separarnos.

―Cenaré y comeré como he hecho muchas veces, no os preocupéis.

―No me importa irme sola ―aseguré.

―No te esfuerces ―intervino Marina―. Él mismo me dijo que me fuera contigo.

Miré a Lucas mientras me preguntaba cuándo se habría dado cuenta él de lo perjudicial que era Adela para mí. Lucas me cogió de la mano y no pude evitar enlazar los dedos de ambos, así como sentía enlazado el resto de nuestro ser.

Nos llevó a las dos a la estación de tren y me despedí de él con un abrazo y un beso, y también le dije que le quería igual que podía decírselo a Marina. Mientras veía cómo se alejaba en su coche, tomé una decisión, a la que por suerte no tendría que enfrentarme en todo un año, cuando esperaba haber logrado superar la siguiente fase de mi plan. Y con ese alivio, entré en la casa de mi madre.

No pensé que el asunto del dinero fuera de lo primero de lo que ella querría hablar. Solo aguardó a que Marina entrase en el cuarto de baño. Había contado con aquel ingreso cuando compró el último coche y se temía no poder hacer frente a mis gastos.

―Tengo trabajo ―informé―. Y te puedes quedar todo el dinero que he ahorrado por vivir con Lucas. Pero después de eso, no dependeremos más la una de la otra.

―¿Estás trabajando? ¿Dónde?

―En Icarus. Es una empresa de Lucas.

Todo su gesto se tensó, y mi pulso se aceleró ante la inminencia de una discusión que yo no deseaba tener.

―¿Estás con él?

―Somos amigos. Pero si estamos juntos en algún momento, no es asunto tuyo, mamá.

―Maldito degenerado ―masculló.

―¿Cómo has dicho? ―le espeté, levantándome del sofá. Ella se puso en pie también.

―La verdad, hija. Ese hombre solo quiere aprovecharse de ti.

―Pues a mí me parece que es más bien al revés.

―¿Cómo dices?

―¿Por qué aceptaste el dinero si tan mal te cae?

―Por ti, cielo. Te lo debía por los dos preciosos años que le dedicaste.

―Él se merece una vida entera sin dar nada a cambio.

―¿Te estás oyendo? No quiero que vuelvas a acercarte a él.

Atado a ti (2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora