¿Crees que existe el destino o construimos nuestra propia suerte? Yo aún me lo pregunto. Me pregunto si mis esfuerzos por evitar aquello que más quería fueron relevantes o no.
Santiponce, 2020
Acepté la invitación de Marina porque pensaba que había superado mis sentimientos por su hermano mayor. Después de todo, solo era un enamoramiento infantil y ya había tenido dos parejas. Sin embargo, me bastó con volver a ver a Lucas Castro para saber que todavía me importaba.
Le conocí a la tierna edad de once años, cuando me hice amiga de Marina. Aunque ya sabía de dónde venían los niños, estaba lejos de querer acercarme tanto a un hombre. Lo único en lo que podía pensar era en lo guapo que me parecía, en lo bien que olía y en lo mucho que me gustaba cómo se expresaba y cómo sonaba su voz. Me quedaba embobada mirándole, y cuando él me dedicaba un mínimo de atención, me sentía ingenuamente feliz. No me importaba que tuviera quince años más que yo ni que saliera con alguien.
Entonces, se casó y supe que había llegado el momento de mirar a otro lado. No lo pasé muy bien y eso afectó a mi relación con Marina. Las dos nos distanciamos un tiempo, pero gracias a un cumpleaños, en el que le confesé la verdad, logré recuperarla y mantenerla a mi lado a pesar de que nos separamos en el bachillerato.
Tras los exámenes de acceso a la universidad, me invitó junto a algunos compañeros de clase a pasar una semana en la nueva casa de su hermano. Estaba en mitad de una finca de olivos cercana al pueblo de Santiponce y contaba con una enorme piscina, barbacoa y un salón con equipo de música y barra de bar. Esto era lo primero que yo sabía de Lucas en tres años; Marina, sin que se lo pidiera, había decidido no mentarle en absoluto.
Ella me llevaría a la casa, así que el día anterior, preparé un pequeño equipaje a base de bañadores, pijamas y vestidos ligeros y fui a su piso a pasar la noche. Por la mañana, apareció un coche que Lucas había enviado. La carrocería estaba impecable, el interior olía a nuevo y su conductor iba vestido de traje.
Al llegar a nuestro destino y ver la casa, me sentí impresionada pero también confusa. Recordaba bien el piso que Lucas compartiera con su novia, todo luz, cristal y acero, mientras que aquel lugar no solo estaba aislado y oculto entre grandes árboles, sino que era de piedra oscura y tenía una tupida enredadera que cubría casi toda la fachada.
Marina vio mi expresión, pero se limitó a apretar los labios. Tampoco le pregunté, nada quería saber, aunque contaba los segundos para comprobar qué le había pasado a su hermano para que le gustase una casa semejante. Necesité contener mi decepción cuando entramos en ella y no vi a Lucas por ninguna parte, él no apareció para saludarnos ni Marina fue a buscarle, y también tuve que recordarme que no era asunto mío. Una mentira de la que no fui del todo consciente hasta que llegó la hora del almuerzo.
Marina me llevó a un gran comedor y allí estaba su hermano. El corazón me dio un vuelco. Lucas había cambiado bastante, sin embargo, mis sentimientos afloraron como el cadáver de un ahogado y me quedé mirándole como cuando era una niña. Aunque me asaltó la compasión. En general seguía resultándome un hombre imponente, pero también parecía frágil, la cáscara de lo que algún día fue: había adelgazado varios kilos, tenía la piel muy pálida y su cabello negro, siempre tan bien cortado y peinado, había crecido sin mucho control, al igual que su barba. Y sus ojos, en otro tiempo una noche estrellada, habían perdido la certeza que me maravillaba de niña y se habían cubierto de dudas.
―Ella es Irene ―dijo Marina, avanzando hacia una de las sillas.
Lucas se limitó a asentir con la cabeza y cogió su servilleta para ponérsela sobre los muslos. Entonces, me di cuenta de que no estaba sentado en una silla normal, sino que era una silla de ruedas. Pero no era una silla de ruedas cualquiera, tampoco: parecía más un sillón y tenía en un lado una palanca, por lo que debía de estar motorizada. Mi compasión creció, y me mordí la lengua para no preguntar qué le había ocurrido, aunque no pude resistir la tentación de sentarme a su lado.
ESTÁS LEYENDO
Atado a ti (2022)
RomansaIrene Muñoz era una niña cuando conoció a Lucas Castro, el hermano mayor de su mejor amiga, y se quedó impresionada con él, con su carisma y decisión. Su diferencia de edad y el matrimonio de Lucas los mantuvieron alejados, hasta que a punto de ir a...