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Ser consciente de que no volvería a tocar a Lucas me provocó tal dolor que hubiera preferido que me clavasen agujas bajo las uñas. Todo el mundo estaba en las aulas, así que fui al aseo e intenté desahogarme allí, aunque no tenía muchas esperanzas de conseguirlo. De hecho, estaba convencida de que no lo conseguiría nunca.

Si ya sin ser nada de Lucas no había logrado olvidarle en años, ¿cómo lo superaría ahora? Él era el amor de mi vida, la conexión más profunda que había sentido y sentiría, estaba segura de ello, y me veía tan sola, tan asustada, tan insignificante, que no dejaba de retractarme de mi decisión. Una y otra vez. Pero debía mantenerla, por el bien de Lucas y por el mío propio.

No creía que si me metía en clase no necesitara volver a salir, así que me dirigí a la parada del metro más próxima y me puse los auriculares del móvil para distraerme con algo de música. No me acordé de Héctor hasta que la canción se cortó y vi su número en la pantalla. Sin fuerzas ni ganas para hablar, le escribí un mensaje tranquilizador que no iba dirigido solo a él.

Esperé y deseé, sin poder evitarlo, que Lucas también me llamase, pero no lo hizo. Cuando por fin llegué al piso de Marina, ubicado a un par de minutos de la parada de Gran Plaza, y el portero me hubo abierto la puerta, me senté en el sofá y respiré hondo un par de veces, con el móvil delante de mí.

Pero siguió sin llamar. Lucas no había mentido al decir que no se informaría más con Héctor. Eso aumentó mis dudas, así que decidí dejar de darle vueltas, de reprocharme aquella manera horrible de terminar, y marqué su número. Dos largos tonos después, tiempo más que suficiente como para estar a punto de echarme atrás por completo, escuché su voz:

―¿Qué ocurre? ¿Estás bien?

Noté cómo se me agarrotaba la garganta.

―Lucas... Ojalá las cosas fuesen de otra forma, pero no lo son. Tengo... Tenemos que dejar de vernos. Voy a vivir con tu hermana a partir de hoy.

Se quedó callado lo que me pareció una eternidad.

―¿Por qué? ―Sonaba como si contuviese una tremenda ira.

―Ya... Ya estás bien, y tienes que...

―¿Que estoy bien?

―Sí, y es mejor dejarlo ahora, que aún es pronto. Ahora que estás más animado, puedes intentar conocer a alguien que...

No logré concluir. Al otro lado, escuché un hondo suspiro y luego una orden:

―Dime por qué iba a querer conocer a nadie si ya te tengo a ti.

―¿Estarías conmigo si no hubieras sufrido ese accidente?

―Sabes que me afectó a las piernas y no a la cabeza, ¿verdad?

Yo no estaba tan segura.

―Pero...

―Pero nada. ¿Quieres que vuelva a ser como antes? Estate aquí a tu hora o desearás que siga tal y como estoy.

Quise replicar, debía hacerlo, pero tardé tanto tiempo que él añadió:

―Me cortaría un brazo antes de hacerte daño, pero ese amigo tuyo es otra cosa.

―¿Te has vuelto loco?

―Tú decides, Irene.

De repente, vi clara la respuesta. Por mucho que me doliese, mentir era la única manera de intentar que entrase en razón.

―Era cierto. Te tenía pendiente. Me he dado cuenta de que lo que siento no es lo que debería sentir, y no quiero seguir viviendo contigo. Soy muy joven y necesito recuperar mi libertad.

Atado a ti (2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora