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Lucas no se había movido un ápice y el alivio me recorrió cada centímetro de piel.

―¿Qué ocurre? ―preguntó.

―Me he dejado el móvil.

Fui hasta mi habitación y regresé con el aparato en la mano y la sonrisa más sincera que pude.

―Hasta luego otra vez.

―Hasta luego.

Respiré hondo en cuanto salí del piso. De todo corazón esperaba no estar pensando en lo mismo hasta haber vuelto, aunque lo veía poco probable: tenía sujeto un mal presentimiento, que hizo que Marina se preocupase nada más verme. Pero poco podía decirle yo, así que lo achaqué a la situación en general, y tampoco era mentira.

Tan solo media hora después, estaba deseando regresar al piso y eso solo hacía que me sintiera peor aún. Marina no se merecía que mi mente estuviera con su hermano y mucho menos que yo le ocultase mis temores, porque cualquier desenlace también le afectaría a ella. No obstante, di las gracias cuando por fin pudimos despedirnos y tuve que contenerme para no salir corriendo.

Con todo cuanto me había dado tiempo a imaginar, no esperaba encontrarme a Lucas acompañado. Desde el vestíbulo del piso, escuché la voz de una desconocida que parecía estar en el salón e intenté acercarme de manera que alcanzara a enterarme de algo de lo que decía.

―¿Irene? ―preguntó Lucas.

―Sí, estoy aquí.

―Ven. Quiero que conozcas a alguien.

Vi a la mujer nada más entrar en el salón. Habría sido difícil no fijarse, de hecho: era alta, de buenas curvas favorecidas por una falda entallada, y tenía un denso y largo cabello negro lleno de brillantes rizos. Pero lo peor eran sus ojos, de un verde tan intenso que casi parecían esmeraldas, más bonitos incluso que los de Antonio. Decir que sentí celos habría sido quedarse corto.

Ella, en cambio, me sonrió con dulzura y me dio dos besos. Su aroma era delicioso, y, al verla moverse para sentarse en el sofá, me acordé de Alicia. Las dos no se parecían nada en el físico, pero se notaba su extraordinaria educación. Y no necesité más que presenciar cómo se reía con algo que no tenía gracia para entender que, como Alicia, Carlota estaba más que dispuesta a ser la mujer de Lucas. No ayudó que estuviese divorciándose.

Pero, sin duda, lo que menos me gustó fue la complicidad con la que se trataba con él. Me dio la impresión de que habían estado juntos. Llegó un momento en el que deseé que Lucas me hubiese recibido con la noticia de que quería que dejásemos de convivir, porque así, al menos, no tendría que ver aquello a lo que yo misma le había empujado.

Cuando no pude soportarlo más, me excusé para ir a ducharme. El agua caliente se llevó mis lágrimas. Luego me tumbé en la cama y esperé hasta que llegó la hora de la cena, hasta que Marta vino a avisarme, reuniendo fuerzas para seguir enfrentando aquella visita inesperada.

Sin embargo, al entrar en el comedor, Lucas estaba completamente solo.

―¿Vas a hacerme caso y a conocer a otras mujeres? ―pregunté.

―A Carlota ya la conozco.

Cogí los cubiertos y clavé los ojos en mi plato.

―Es realmente guapa ―dije.

―Sí que lo es. Igual que Alicia.

Empezó a comer. Que no le diese importancia al tema no podía complacerme más, aunque, en realidad, no tenía por qué significar nada. Lo cierto era que a su madre seguro que Carlota le parecía más apropiada para él.

Atado a ti (2022)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora